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Arte y Espacio Público. A partir de Claes Oldenburg - Coosje van Bruggen

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Miércoles 18 de febrero de 2009, por Montse Badia

De las esculturas monumentales a las óperas que se desarrollan en el espacio público y se confunden con la vida real, la esfera pública constituye un ámbito para la intervención artística tan fascinante y lleno de opciones como de riesgos y posibilidades de fracaso.

Históricamente, el espacio público ha sido, y todavía es la narración de la voluntad política, del tejido social, de las dinámicas culturales y de los marcos económicos, así como de la reorganización y la expansión de las ciudades. En este espacio común y compartido, espacio de mercado, de afirmación del poder de manifestaciones sociales y políticas, de conmemoraciones religiosas y de celebraciones festivas, convergen y se solapan diferentes formas de uso. Walter Grasskamp lo describía brillantemente en el texto que escribió para el catálogo de la edición del año 1997 del Skulptur Projekte Münster: “los viajes cortos de los alumnos con las distancias largas del cartero, el camino serpenteante del carterista y el zig-zageo del perro y su dueño. Uno puede hacer compras en calles comerciales, vivir en ellas, mostrar mercancías en escaparates o tocar música en las aceras, montar en bicicleta o distribuir flyers, sentarse en cafés o en bancos, instalar vallar publicitarias o presentar arte. Las carreteras que quedan fuera de la ciudad son únicamente para el tráfico“.

En ese sentido, el espacio público ofrece a los artistas un material de primer orden para el desarrollo de la investigación y la reflexión, a la vez que se convierte en una privilegiada plataforma de comunicación por la visibilidad que otorga.

Esta reflexión surge a partir de la exposición “Claes Oldenburg – Coosje van Bruggen. Escultura, tal vez”, que puede verse estos días en la Fundación Joan Miró de Barcelona y que presenta una extensa selección de trabajos en los que se evidencia un diálogo claro de la escultura con otras disciplinas como la arquitectura, el drama o la literatura. En el recorrido por la exposición vamos encontrando diversos objetos cotidianos y muy familiares, como cerillas, helados, sierras, flores o frutas, en una escala sobredimensionada. Para el tándem de artistas formado por Oldenburg y van Bruggen, la presentación de estas esculturas en el espacio público es una manera de “descubrir la magia de los objetos cotidianos, la forma en que se integran en el entorno”. Apelan, por tanto, a factores como la sorpresa, el humor o la ironía que supone el encuentro con estos objetos durante las idas y venidas de los ciudadanos en los espacios públicos.

Actualmente tiene más sentido hablar de esfera pública, una noción mucho más fluida que la de espacio público y que va más allá de la separación puramente física entre los espacios públicos y privados. La esfera pública denota instituciones y prácticas específicas (como los medios de comunicación, Internet, la publicidad, la autoridad pública y el público) y, al mismo tiempo, pasa a incluir el amplio ámbito de la experiencia social.

Antes mencionábamos el Skulptur Projekte Münster y no cabe duda que este evento que se celebra cada diez años y cuya próxima edición se inaugurará dentro de un mes, es un buen baremo para observar como han evolucionado las posturas de los artistas en el planteamiento de propuestas para la esfera pública.

Precisamente, Oldenburg y van Bruggen mostraron tres grandes bolas de billar en el contexto de Skulptur Projekte Münster’87. En ese mismo evento, Nam June Paik instaló “32 cars for the 20th century: play Mozart’s Requiem quietly”. Diez años antes, Richard Sierra presentó enormes paneles de acero. En la edición del año 1997, se observa una intención por parte de los artistas de dialogar con el entorno, de traer a la luz aspectos no obvios del contexto y también de reflexionar implícitamente sobre la práctica artística en el espacio público. Algunos ejemplos: Maria Eichhorn compra un trozo de terreno del centro de Münster y documenta la transferencia de la propiedad; Roman Signer transforma un vehículo de tres ruedas en una fuente móvil, Andreas Slominski aaranca una farola para colocar una rueda de bicicleta en su base y volverla a instalar; Eulàlia Valldosera proyecta objetos y situaciones en el escaparate de una tienda de la zona comercial de la ciudad.

Al repasar algunos de los proyectos realizados con motivo de este evento se abre también todo un capítulo de propuestas que, por diferentes motivos, nunca se llevaron a cabo (desde la escultura monumental del pañuelo del arquitecto de Claes Oldenburg y Coosjie van Bruggen hasta el carrusel de feria medio subterráneo de Gabriel Orozco pasando por el reloj ilegible en la fachada de la catedral de Ayse Erkmen o la “Square depression” de Bruce Nauman que no fue posible realizar en 1977 pero podrá hacerse realidad en esta edición del 2007). Fuera del marco protector del museo/espacio de exposiciones (donde „/”casi“ todo está permitido), el trabajo en el ámbito de lo público, del espacio compartido, se convierte en objeto de todo tipo de discusiones, negociaciones, objeciones y posibles cancelaciones.

Lejos de la escala monumental, muchos de los proyectos para el espacio público que se desarrollan en la actualidad parten de la voluntad de plantear interrogantes, que pueden ser incómodos, sobre nuestro presente. Algunos de ellos abogan por la colaboración activa de los ciudadanos, como es el caso de Thomas Hirschhorn en “Monumento a Bataille”, en el que integró a la comunidad turca de la ciudad de Kassel durante la celebración de Documenta 11, o de Andreas M. Kaufmann con “No agreement today, no agreement tomorrow”, un pabellón circular situado en una rotonda de la ciudad alemana de Bergkamen que proyecta una veintena de imágenes de personas procedentes de los mass media, de las que una se renueva cada año, durante los próximos veinticuatro, y para ello contará con la participación de diferentes colectivos de la ciudad de Bergkamen.

La invisibilidad es uno de los riesgos que conllevan las intervenciones en el espacio público. En ocasiones, puede ser una opción voluntariamente asumida. Recordamos los “Turkish Jokes” de Jens Haaning, una intervención en una plaza de Oslo, consistente en unos altavoces que emitían chistes explicados en turco y que, por tanto, daba un giro radical a las nociones de pertenencia y exclusión, o la participación de Susan Phillipsz en Manifesta 3, que consistió en una grabación a capela del himno de la Internacional cantada por la propia artista y que en una ciudad del antiguo bloque comunista, como es Ljiubliana, parecía casi de ultratumba.

Algunos proyectos de Münster’07 apuntan en la misma dirección: “Beggar´s Opera” de Dora García toma a Bertold Brecht como punto de partida para plantear una obra de teatro en tiempo real y en el espacio público, sin un claro principio ni final y, por tanto, indistinguible de la vida real. Pawel Althamer ha preparado un carril de bicicleta que llevará al visitante fuera de la ciudad de Münster y terminará de repente en medio del campo para sorpresa y desorientación del visitante.


Ver en línea : http://www.a-desk.org/15CAST/claes.php

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