La necesidad de archivar, de ordenar y de estructurar el conocimiento, como forma de aprehender la realidad son intrínsecas a la naturaleza humana. La biblioteca de Alejandría o la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert son ejemplos paradigmáticos tanto del intento de elaborar registros objetivos y exhaustivos como de su imposibilidad, de su fracaso. Fue Michel Foucault quien introdujo la noción de archivo en el espacio de la reflexión filosófica para evidenciar la no existencia de un espacio que recoja ordenadamente todo cuanto hay que saber, porque todo cuanto hay que saber excede cualquier límite y tiene tantos itinerarios, recorridos y bibliotecas posibles como individuos interrogan la tradición. Jacques Derrida llamaba a la conciencia de esta imposibilidad de acotar el conocimiento “el mal de archivo”.
Mucho más cercano nos resulta el caso de Stanley Kubrick, que sufría una verdadera fiebre coleccionista, llegando a crear archivos inmensos. Por ejemplo, no sólo llegó a entusiasmarse con la figura de Napoleón, sino que se obsesionó con la idea de recopilar información sobre todos y cada uno de los días de la vida del emperador francés como material para una película que nunca llegó a rodarse. “El problema de Stanley es que lo guardaba todo”, comentaba su viuda Christiane Kubrick. Al parecer guardaba el correo en sacos con intención de leerlo más adelante. Pero lo que hacía más adelante era colocar otras cosas sobre esos sacos, con lo que terminaban convirtiéndose en muebles…
Una visita a la exposición de Peter Piller en ProjectSD vuelve a poner en primer plano el interés de muchos artistas contemporáneos por la información y los sistemas que conlleva un trabajo relacionado con prácticas de inventariado o colección o bien la utilización de material de archivos y colecciones para configurar la base de su trabajo artístico. Para muchos artistas, y Dora García lo ejemplifica a la perfección en su intervención en el catálogo “Registros Imposibles. El mal de archivo” (XII Jornadas de Estudio de la Imagen, Comunidad de Madrid) al afirmar: “un archivo comienza a ser interesante cuando se hace inabarcable o empieza a descomponerse. La ambición enciclopédica de clasificar y archivar el mundo está condenada desde el principio a ser indescifrable, incomprensible, inabarcable, infinita, inútil y entrópica”.
El archivo como obsesión, como acumulación, como absurdo, como contradicción de la idea de economía del tiempo, como deseo de orden o como voluntad de crear falsas expectativas son algunas de las infinitas aproximaciones de los artistas: los Atlas de Gerhard Richter y de Fischli & Weiss; los centenares de diapositivas de Reykjavík de Dieter Roth; las investigaciones factográficas de Hans Haacke; la recuperación de “la pequeña memoria” por parte de Christian Boltanski mediante los listados o retratos de personas anónimas para contradecir la idea de que morimos dos veces, primero cuando morimos y después cuando nadie nos reconoce en una fotografía; el registro casi detectivesco de trayectos en la esfera pública de Vito Acconci; los registros de situaciones arbitrarias que se convierten en rituales de Sophie Calle; “todas las historias” o los listados infinitos de “todas las cosas posibles” de Dora García; el “archivo de la gente”, “the folkarchive” de Jeremy Deller; el archivo como colección de Hans-Peter Feldmann; el archivo anónimo y sin palabras de Ohio; el registro de lo infra-ordinario de Ignasi Aballí; la naturaleza subjetiva del conocimiento de Emma Kay; el absurdo de las taxonomías de Claude Closky… El inventario no se acabaría nunca…
Siguiendo una corriente imaginaria que uniría a Dieter Roth, Fischli & Weiss, Jeremy Deller, Hans-Peter Feldman y Ohio, Peter Piller colecciona imágenes fotográficas procedentes de medios impresos y digitales. Piller declara buscar la no-imagen, aquella que no tiene intención o función. Su ámbito de interés es el de lo familiar o trivial, de manera que otorga a los momentos triviales la categoría de acontecimientos, de alguna cosa que es digna de ser fotografiada y recordada.
El archivo como obsesión, como acumulación, como absurdo, como contradicción de la idea de economía del tiempo, como deseo de orden o como voluntad de crear falsas expectativas…
Fotografías, postales, recortes de periódicos y fotografías personales de estética amateur son encontradas, coleccionadas, archivadas, apropiadas, recontextualizadas, yuxtapuestas y contrapuestas. Sus estructuras narrativas son fragmentarias y no comportan un significado único. Piller ofrece un conjunto de fragmentos no jerarquizados con los que el espectador puede elaborar su propia narración. Es precisamente a través de esta nueva presentación de unas imágenes que apelan directamente a las experiencias y las memorias individuales del espectador, que podemos interrogarnos sobre nuestros códigos perceptivos y plantearnos nuevas lecturas.
“Arrows”, la serie de imágenes de Peter Piller que actualmente puede verse en ProjecteSD, consiste en una selección de imágenes aparecidas en prensa que tienen en común la presencia de flechas, de elementos que señalan o llaman la atención sobre algo. La ausencia de comentarios, subtítulos o pies de foto abre todo un universo de posibilidades de interpretación y a la vez introducen una cierta sensación de inquietud y de absurdo al mismo tiempo: ¿qué terrible suceso habrá ocurrido en aquel apartamento cuyo balcón aparece señalado por una brutal flecha roja? ¿qué hallazgo se habrá hecho en aquel descampado señalado por una flecha que ocupa casi todo el terreno? El detonante de esta serie fue una imagen aparecida en la prensa en la que se daba la noticia del hallazgo de la urna que contenía las cenizas de Charlie Chaplin en un descampado suizo. Naturalmente, en la imagen adquiere un gran protagonismo la flecha que señala el lugar exacto en el que se encontraron los restos del actor. Esta imagen, de pequeño tamaño, esta vez con pie de foto, también forma parte de la exposición.
Lejos de los archivos que se toman demasiado en serio y sobrevaloran la disponibilidad del espectador para leer en el espacio expositivo, es decir, de aquellos trabajos de investigación con voluntad pseudo-sociológica o pseudo-antropológica que convierten las paredes y el espacio de exposición en áridos tratados tridimensionales, los archivos de Peter Piller se acercan, utilizan y reflexionan sobre la noción de archivo, entendido siempre desde su imposibilidad y, por tanto, enfatizando sus connotaciones más subjetivas, arbitrarias y triviales para cuestionar las jerarquías en relación a qué imágenes merecen formar parte de un archivo y, al mismo tiempo, para liberar nuestra mirada de ideas preconcebidas.