«El hecho ocurrió en el mes de febrero de 1969, al norte de Boston, en Cambridge. No lo escribí inmediatamente porque mi propósito fue olvidarlo, para no perder la razón». Con estas palabras empieza Jorge Luis Borges su relato El Otro , en el que explica su «encuentro» casual en un banco del parque con un hombre más joven. Ambos empiezan a entablar una conversación, en el transcurso de la cual se desvela que el banco en el que están sentados se encuentra en Cambridge y en Ginebra al mismo tiempo y en dos momentos cronológicos distintos. En realidad, el encuentro entre un hombre de veinte años y otro de más de setenta, no es más que el encuentro del autor consigo mismo. Mientras el primero atribuye el encuentro a un sueño, para el segundo la escritura es la única manera de olvidarlo. El «otro» con el que se encuentra Borges no es más que una versión joven de él mismo y, por eso, precisamente, se trata de dos personas diferentes. El banco junto al río (el río Charles, para uno y el Ródano, para otro) y una alusión a Heráclito nos recuerda que nada permanece, que todo está cambiando constantemente y que el reencuentro con uno mismo que ya creíamos pasado no puede ser sino difícil y traumático, una realidad que parece absurda. En El Otro, Borges se mira en su alter ego como en un espejo. La propia escritura se transforma en un espejo. «Medio siglo no pasa en vano. Bajo nuestra conversación de personas de miscelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos. Éramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el diálogo. Cada uno de los dos era el remedo caricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy» .
Al igual que Borges, Dostoyevski, Auster, Cronenberg y tantos otros, los hermanos MP & MP Rosado (Miguel Pablo y Manuel Pedro Rosado) exploran con sus trabajos el tema de la identidad. Ellos no necesitan de recursos literarios para establecer paralelismos a partir de la figura del doble, del otro o del doppelgänger. No es necesario encontrarse con su alter ego en un banco junto al río, ni hacerse mala sangre ante la visión de una versión de uno mismo que se comporta como uno nunca lo haría, ni hacerse pasar por un detective privado con nombre de escritor en respuesta a una llamada telefónica equivocada. MP & MP Rosado son hermanos gemelos y, en sus trabajos exploran esta circunstancia («jugamos con ello, pero es evidente que nos interesa. Hemos leído mucho sobre el tema, porque nosotros, como todo el mundo, tenemos muchas cosas que resolver cada uno consigo mismo y frente a los otros. Aunque también es verdad que hay hermanos con más confianza e intimidad que nosotros que, en realidad, no tenemos ninguna»). Para hablar de su relación en el proceso creativo, ellos mismos aluden a uno de los episodios de la película Coffee and Cigarrettes (2003) de Jim Jarmusch, titulado Twins en el que la conversación entre los gemelos, protagonizados por Cinqué y Joie Lee, sentados tomando café y fumando cigarrillos, evidencia un perfecto entendimiento que, sin embargo, constantemente oscila entre el estar totalmente de acuerdo y el tener opiniones y gustos bien distintos. La irrupción del camarero, interpretado por Steve Buscemi, que les explica la curiosa historia del hermano gemelo secreto de Elvis Presley (el que le suplantó en algunos momentos y, por supuesto, el que engordó y vistió aquellos exagerados trajes blancos de pata de elefante) no sirve sino para reforzar su sincronía llegando incluso a remover el café del otro (aunque con leche y azúcar en un caso y negro en el otro).
La dinámica de MP & MP Rosado se basa en un trabajo en equipo, en una colaboración en la «uno dibuja y el otro borra. Mientras uno hace el otro deshace. Él destruye muchas cosas que yo planteo y otras yo se las destruyo. Y la mezcla de todo es lo que hace que nos quedemos con algo». Se ven como un solo artista y responden a las entrevistas con una sola voz. Al igual que en otros casos de artistas hermanos, como Jane y Louis Wilson, Jake y Dinos Chapman, Liesbeth y Angelique Raeven o Mike y Douglas Starn, entre otros, la presencia del doble o la alteridad se convierten en hilos articuladores de su investigación artística.
Presencias duplicadas
Identidad y alteridad son construcciones sociales que se confirman en su carácter relacional. Para el antropólogo francés Marc Augé, hemos aprendido a dudar de las identidades absolutas, simples y sustanciales, tanto en el plan colectivo como en el individual. La identidad se construye en el nivel individual a través de las experiencias y las relaciones con el otro. No hay identidad sin la presencia de los otros. ¿Quiénes somos? ¿Qué nos hace únicos? ¿En qué se basa nuestra individualidad? ¿Somos lo que creemos ser? Son preguntas que sólo pueden obtener respuestas en relación con el otro, y a la vez están condicionadas por la pertenencia a un contexto, a un espacio y un tiempo determinados. Cualquier biografía sólo puede ser completa si junto a los datos personales, los que pertenecen al entorno privado, aparecen los hechos «históricos» que igualmente nos determinan y nos condicionan. Así lo explicaba el artista Félix González-Torres al hacer referencia a sus «retratos»: «Pensamos que somos quienes somos, habitualmente pensamos en un sujeto unitario. En el presente (…) No somos lo que creemos que somos, sino una compilación de textos. Una compilación de historias, pasado, presente y futuro, siempre, siempre, eliminando, añadiendo, restando, sumando».
Y así terminaba siendo un fragmento de su propio autorretrato:
Red Canoe 1987 Watercolours 1964 Paris 1985 Supreme Court 1986 Blue Lake 1986 Our own Apartment 1976 Rosa 1977 Güaimaro 1957 New York City 1979…
En el caso de MP & MP Rosado la aparición de autorretratos o la representación de sus presencias duplicadas en sus trabajos ha sido recurrente. En sus obras utilizan una gran diversidad de medios y materiales, como fotografía, pintura, escultura y, especialmente, instalaciones, en las que a veces conjugan los medios anteriores para crear unos entornos de un fuerte carácter escenográfico. Sus instalaciones (especialmente entre 2003 y 2008), nos adentran en escenas ilusorias, llenas de trampas ópticas que evidencian todo el artificio, la tramoya de la representación a la que estamos asistiendo. La ambigüedad entre lo que se representa y los mecanismos de su representación, entre la fantasía, la imaginación y el artificio entroncaría directamente con las fuentes del barroco.
En su instalación Para acabar (2004), presentada en la Bienal de Pontevedra al igual que Limbo (2004), expuesta en el Centro de Arte Santa Mónica de Barcelona, unos personajes, que parecen alter egos de los propios artistas, quedan atrapados, camuflados entre las tablas de madera del suelo, en el caso de Pontevedra o dentro del muro y tapados por falsos ladrillos, en el caso de Barcelona. En ambos, se genera una atmósfera extraña, en la que realidad y ficción se superponen. En Limbo, los artistas aluden a la expresión «estar en el limbo», es decir, en un estado en definición y más concretamente siguiendo la observación del antropólogo Manuel Delgado sobre lo liminar, sobre las personas que más que estar en el borde son el borde, el tránsito hacia algo. Ser el borde implica estar en una zona difusa, tener una identidad difusa. Los personajes de Limbo están en el límite, parcialmente dentro y fuera del muro a la vez, en el límite y en ninguna parte en realidad. No «son» porque todavía no se han encontrado con algo en relación a lo que definirse. Los falsos ladrillos, en realidad papel de pared con estampado de muro de ladrillos, y la no ocultación de que se trata de una construcción, de que hablamos, en definitiva, de una escenografía, nos acerca a esta idea de ilusionismo, de artificio, de ficción. En realidad, los Rosado trabajan con objetos y situaciones cotidianas, muy reconocibles, pero con pequeñas diferencias respecto a la realidad y esto es lo que los hace inquietantes, lo que nos adentra en una realidad con fisuras, que nos acerca a otra dimensión, la que no se ve, ni se nombra, el conflicto, la indeterminación, la indefinición, la ambigüedad, lo que se desconoce, lo que no se sabe con certeza.
Lugares fronterizos
Las figuras humanas, realizadas en cera o resina policromada, herederas tanto de la tradición de la imaginería religiosa en Andalucía, como del trabajo de otros artistas de la escena internacional con los cuales los Rosado se sienten vinculados, como Bruce Nauman, Paul McCarthy, Robert Gober o Thomas Schutte, desaparecen progresivamente de sus trabajos. No significa esto, sin embargo que la exploración de la identidad se haya resuelto o detenido, sino más bien de una necesidad de ahondar en la fragilidad de esa misma identidad y, al mismo tiempo, de no ser tan explícitos o dar demasiadas pautas de interpretación al espectador sino de permitirle más bien la identificación con sus propias experiencias y referentes.
En Ventanas iluminadas, una exposición comisariada por José Lebrero en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo en el año 2005, los Rosado transforman el espacio expositivo en una especie de bosque en el que cada árbol representa un bloque de pisos de una ciudad anónima, de los que cuelga una especie de cubos con una o varias ventanas. Algunas de las ventanas parecen inaccesibles y cegadas, otras presentan espejos o cortinas, mientras otras están totalmente abiertas. Las ventanas iluminadas se convierten en fragmentos de una ciudad sin nombre, y se inspiran en un texto de Roberto Arlt, titulado Aguas porteñas, en el que el autor observa la ciudad como el lugar en el que tienen lugar multitud de vivencias, de experiencias, de situaciones y de infinitas historias que uno nunca podrá abarcar. “Nada más llamativo en el cubo negro de la noche que un rectángulo de luz amarilla.», escribía Arlt (y nos recuerda Enrique Vila-Matas en «La ventana sonámbula» ), «¿Quiénes están ahí adentro? ¿Jugadores, ladrones, suicidas, enfermos? ¿Nace o muere alguien en ese lugar? Ventana iluminada en la madrugada. Si se pudiera escribir todo lo que se oculta detrás de tus vidrios biselados o rotos se escribiría el más angustioso poema que conoce la humanidad”.
Asimismo, las ventanas son esos lugares fronterizos, los límites ambiguos entre dentro y fuera, entre lo que se muestra y lo que se oculta, entre lo público y lo privado, el umbral en el que nuestra identidad entra en relación con el otro. Una vez más, el carácter escenográfico de la instalación, la evidencia del material, sobretodo papel y madera, del que están hechas las casas, su factura en forma de bloques y cajas subraya de forma muy evidente la idea de representación y de infinita potencialidad de imaginar historias, personajes y situaciones. Quizás las palabras de Italo Calvino, también citadas por Vila-Matas, definen mejor que nadie el potencial de la instalación: «En el instante previo al momento en que empezamos a escribir, tenemos a nuestra disposición el mundo, un mundo dado en bloques, sin un antes y un después, el mundo como memoria individual y como potencialidad implícita».
El mundo como memoria individual y como potencialidad implícita
Los árboles, esta vez en forma de restos ennegrecidos vuelven a aparecer en un trabajo posterior de MP & MP Rosado. En el 2008 presentan la instalación Spleen en la Galería Pepe Cobo en Madrid. En esta ocasión, aparecen restos de árboles realizados en terracota, distorsionados, retorcidos y convertidos en receptáculos de objetos. Los árboles están «abrazados» de un modo asfixiante o atrapados por cuerdas. Junto a ellos aparecen distintos elementos como deportivas, libros o sillas, todos ellos desmembrados o desubicados aunque fácilmente reconocibles. Aparece aquí un elemento inquietante que es lo truncado en lo cotidiano, lo familiar, que nos sitúa en un universo irreal, turbador y desconocido. Spleen, explicaban los Rosado en una entrevista mantenida con Javier Hontoria , «es el humor tétrico que produce el tedio de la vida… La búsqueda de sensaciones lleva al hastío o la melancolía. Existe un profundo sentimiento de insatisfacción de la condición humana en la actualidad que provoca un hondo sentimiento de soledad y vacío, a partir de aquí surge la angustia, el pesimismo, la melancolía…». Nuestra sociedad es la del consumo. Nuestra identidad, individual y colectiva se define no por lo que somos, sino por lo que consumimos. El índice de consumo es el índice de salud de un país. Pero la acumulación de cosas lleva al sinsentido, a la desidia, al desgaste, al agotamiento.
MP & MP Rosado no han dejado de moverse en un espacio indeterminado, marginal en el sentido de tránsito y de búsqueda, de lugares expuestos al fracaso. A diferencia de trabajos anteriores, en los que las situaciones reflejaban escenarios vacíos, en Spleen y otras obras posteriores, hay un despojamiento de la puesta en escena, ya no asistimos a una representación o a los elementos que configuran una representación, sino que nos encontramos con una serie de restos, de ruinas, que parecen responder a un estado interior de memoria, de recuerdos y de contemplación quizá más desencantada que meditativa.
Cuarto Gabinete, una de sus intervenciones posteriores (2009) continúa el hilo iniciado en Ruinas menores, un trabajo expuesto en las salas de Arqueología del Museo de Cádiz (2009) formado por pequeños objetos presentados como restos. En Matadero de Madrid, lugar que acogió Cuarto Gabinete, los artistas presentan una instalación con un tono post-apocalíptico, cuyos restos se asemejan más bien a los de un naufragio. Amigos de citas y referencias literarias, cinematográficas o musicales son los propios artistas los que nos dan la clave para entender su punto de partida: el capítulo V del libro La poética del espacio (1957) del filósofo y crítico Gaston Bachelard, dedicado a las conchas. En dicho capítulo, la aproximación fenomenológica de Bachelard escribe sobre la concha-casa del ceramista francés Bernard Palissy (1510-1589): «El cuarto-gabinete de Bernard Palissy es una síntesis de la casa, de la concha y de la gruta». Palissy quería erigir como refugio una concha enroscada por la que, al avanzar, el visitante se sintiese confuso, extrañado y vacilante. La concha como casa donde habitar, llena de recuerdos e imágenes, contactos y pérdidas, es el lugar donde nuestra identidad se construye desde dentro, como una concha.
Cuarto Gabinete consiste en una serie de cortinas creadas a partir de conchas, caracolas, palos y otros objetos encontrados en la playa, que van dividiendo el espacio. El carácter manufacturado de las cortinas unido al espacio crudo en el que se encuentran, en el que no se disimulan tuberías y en el que las paredes permanecen sin pintar, contribuye a crear una atmósfera de naufragio, de huellas, de memoria, quizás de la pérdida de la identidad, no tanto individual, sino colectiva. Aunque el entorno no sea ahora tan escenográfico como en trabajos anteriores, sigue existiendo un juego entre realidad y ficción, realidad y simulacro, aunque resuelto ahora de una manera mucho más sutil, puesto que junto a las conchas, o mejor dicho, camufladas entre ellas, se encuentran sus réplicas, imposible de distinguir de las reales.
El entorno creado en Cuarto Gabinete no pertenece al sueño ni a la vigilia, a lo conocido ni a lo extraño. Se parece al futuro desencantado y decadente plasmado en el film Blade Runner, en el que los animales han sido sustituidos por su réplica y en el que la alta tecnología convive con una cotidianeidad desgastada, poblada de objetos, restos y reliquias. Como en The Road, la novela de Corman McCarthy, parece que nos adentramos en un entorno post-apocalíptico, en el que lo importante no es el cataclismo sucedido que ha destruido la civilización y prácticamente toda forma de vida, sino la desolación ante el devenir de una sociedad que se va despojando de sus valores y de su propia conciencia para terminar completamente deshumanizada y «extrañada». Finalmente, la «colección» de ruinas y fragmentos de Cuarto Gabinete, de restos encontrados que se convierten en memoria, parecen aludir también a la posibilidad de un nuevo inicio, a la necesidad de un replegarse en si mismo para volver a la esencia, para reflejar lo humano, para poder construir un nuevo yo, individual y colectivo.
En estos trabajos más recientes de MP & MP Rosado se ha diluido cualquier rastro de humor. Ya no es posible el equívoco, ni la lectura superficial. Hay algo en la gravedad de la atmósfera que evidencia una voluntad de toque de atención por parte de los artistas. Es una crítica y mucho más que una crítica. MP & MP Rosado señalan que no podemos seguir así. Hemos llegado al límite de la sobreexplotación, estamos llegando al agotamiento, al fin de los recursos y a una pérdida de conciencia, a una progresiva deshumanización. Los Rosado nos acercan al paisaje después del naufragio. El camino hacia el mar era, en la novela de McCarthy, el único camino hacia la esperanza que, aunque frustrada, terminaba con una posibilidad (mínima, eso sí) de un nuevo comienzo. En el caso de Cuarto Gabinete la esperanza está en replegarnos en nuestra concha, en mirar hacia dentro para construir una nueva identidad, un nuevo entorno.
Con sus trabajos, MP & MP Rosado exploran la construcción del yo, «como un inmenso espejo en el que nos reconocemos» . De este modo, su búsqueda puede verse como una banda de Moebius, con una sola cara y un solo borde infinitamente conectados, una superficie en la que las dos dimensiones (la identidad individual y la identidad colectiva) están comunicados, de modo que para pasar de un lado a otro no hay que cruzar ningún borde.
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