Necesitamos relatos. Nuestro imaginario colectivo funciona a partir de narraciones que, ya desde los cuentos que nos explican de niños, antes de acostarnos, nos ayudan a distinguir nuestras emociones y a superar nuestros miedos. Los relatos nos acompañan durante toda la vida. La política también crea relatos, como herramienta de comunicación política que permite construir una novela del poder, en la que hay héroes y villanos, el bien y el mal, la luz y el lado oscuro, mitos ancestrales, que no dejamos de revisitar constantemente, desde la mitología griega, hasta Star Wars o El Señor de los Anillos.
La producción de sentido pasa muchas veces por la construcción de una narración. Y un relato también es el aspecto diferencial de un proyecto. Un restaurante es un restaurante, pero si le añadimos una historia, se convierte en algo más. Ferran Adriá es un buen ejemplo, con su historia de experimentación y experiencia única. O los hermanos Iglesias y Messi con el restaurante Bellavista del Jardín del Norte. Estamos en un restaurante que a su vez es un pueblo con el bar, el casino, la barbería, el quiosco y la fuente.
Un museo y una colección también necesitan un relato que defina su ruta. El Museu Nacional d’Art de Catalunya explica la expresión artística catalana, desde la pintura mural románica hasta el modernismo y el MACBA se explica desde el presente, como el espacio de ensayo de una microutopía sobre cuestiones que tienen que ver con vínculos emocionales e intelectuales de las personas. Toda colección privada se articula también a partir de una historia que es biográfica, es un viaje y un recorrido, que evidencia las experiencias, las vivencias, los encuentros y también los errores, las dudas y los descubrimientos.
Hay artistas que han entendido muy bien la necesidad de contar. Francis Alÿs tuvo claro que sus trabajos, a menudo acciones o recorridos, debían funcionar también como una pequeña historia que podía ser fácilmente explicada y recordada: el artista que empuja un bloque de hielo hasta que se derrite; el artista que consigue reunir a 500 voluntarios que se congregan en una duna en Lima y a base de trabajar todo un día con sus palas, consiguen mover unos centímetros la duna.
Más relatos, esta vez muy tiernos. En Mataró estos días tiene lugar un proyecto piloto El relat d’una exposició en Can Palauet, comisariada por las niñas y niños de 5º de Primaria de las escuelas Angeleta Ferrer y Montserrat Solà de Mataró. Las y los comisarios, de 10 años de edad, han decidido lo que querían contar con la exposición, han escogido las obras y han escrito las cartas de petición de préstamo a los artistas, han decidido cómo disponerlas en el espacio, han redactado las cartelas, las hojas de sala y han definido las actividades educativas. En definitiva, ellos han escrito el relato de la exposición y con ello, sus mecanismos y, con ello, a cultivar una mirada más crítica para analizarlos en el futuro.