En un momento de “Luces de Bohemia”, Valle-Inclán habla en boca de su protagonista, Max Estrella: „Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada“.

Los dibujos de David Shrigley aluden al lado más oscuro de la existencia cotidiana. Son directos, sin concesiones y muestran los aspectos más absurdos de nuestra sociedad. Para él, “el humor es sólo el azúcar con el que se adorna el mensaje para hacerlo más dulce”. Con una estética “do-it-yourself”, absolutamente personal y “low tech”, Shrigley utiliza múltiples formatos (dibujos, animaciones, esculturas, posters, instalaciones, páginas web, fotografías, múltiples, postales, portadas de discos, libros y camisetas) para hacer más accesibles sus trabajos. Artista, músico y cineasta, Shrigley utiliza el texto –tachaduras incluídas- para añadir significado a sus dibujos.

El universo Shrigley (del cual da buena cuenta su página web: http://www.davidshrigley.com) está presidido por una crueldad casi infantil y una fascinación por aspectos no vinculados al mundo de los adultos, es decir, a un mundo regido por normas y convenciones. De este modo, suciedad, fluidos, animales, insectos, monstruos o personajes absolutamente asociales pueblan sus trabajos. Así lo explicaba Katrina M. Brown en un texto sobre el artista: “En la obra de Shrigley encontramos un humor ineludible. Sin embargo, no se trata de un ingenio ligero y brillante, sino antes bien, marcadamente siniestro y con una inclinación hacia lo que hay de inferior en la vida”. Los insectos, los fluidos, la suciedad, lo que se esconde aparece en primer plano. Como los seres apelotonados de ojos sorprendidos de su obra “The Contents of the Gap between the Refrigerator and the Cooker”, o lo que es lo mismo, todos los gérmenes, animalitos, basuras, restos de comida y demás elementos imaginables e inimaginables que con los años se acumulan en espacios tan invisibles como el hueco que queda entre la nevera y la cocina. Todos ellos son producto de la fantasía, o mejor, de la pesadilla, y evocan todo un mundo ajeno a normas y convenciones, ajeno al control y a las apariencias.

Los protagonistas de sus obras acostumbran a ser personajes extraños, sociópatas, crueles y entrañables a la vez, que experimentan situaciones que evidencian lógicas extrañas y en las que hacen acto de presencia el miedo, las fobias, el amor, la crueldad y también la ternura. Es el caso de Pete, el desequilibrado protagonista de la animación “Who I am and what I want”, realizada en colaboración con Chris Shepherd. Pete nos habla acerca de su vida, sus deseos y sus sueños. Nos cuenta la historia de una vida de excesos que le ha llevado a alejarse de la feroz competitividad de la ciudad y exiliarse en el bosque, donde convive con los animales. Lo extraño se convierte en habitual, lo ordinario da paso a lo extraordinario.

Existe un David Shrigley tierno y sutil, como cuando realiza la fotografía de un globo con la cara sonriente que aparece entre las sábanas de una cama desecha. Sin embargo existe también un Shrigley más ácido y amargo, que presenta un gato disecado sin cabeza, una ardilla disecada que sostiene su cabeza entre sus manos como si fuera una nuez o un diente lleno de caries frente a un espejo (“What Decay Looks Like”).

Los dos trabajos que David Shrigley presenta en el Centro de Arte Santa Mónica no muestran de una manera evidente el lenguaje de este artista. Tanto en la animación «Sleep» como en la instalación «Insects», el humor no es el elemento más destacado. En esta ocasión, Shrigley prescinde del azúcar que podría hacer más dulce el mensaje. «Sleep» no tiene un inicio ni un final claros. Durante los ocho minutos que dura la animación, la acción se reduce a un hombre (de físico no precisamente agradable) tumbado en su cama que duerme, respira profundamente, a veces mueve levemente las manos, cambia la posición de su cabeza y modifica su expresión en función de sus sueños. Quizá sus sueños aparezcan poblados por un universo extraño, el que encontramos en la segunda planta, poblada por un ejército de insectos y otros elementos, de factura muy casera, con cuerpos de metal y mil formas imaginables. De nuevo, el sueño y los insectos, escapan a las normas, al control y a las convenciones, se mueven en un territorio de no consciencia, en el reino de lo latente, de lo oculto, en un espacio asocial, en el que afloran todos los miedos, dudas e inseguridades. Se reflejan y nos reflejan en espejos cóncavos que no hacen sino sacar a la luz aspectos tremendamente humanos.

Montse Badia
Septiembre 2008