Que la realidad supera la ficción ya lo sabíamos, pero el guión de este año 2020 es dificil de asimilar: pandemias, crisis económica global, desigualdades, racismo, fascismo, psicópatas presidiendo algunos de los países más poderosos del mundo…
Entre la incredulidad, la gravedad yla impotencia, a menudo gana la necesidad de una cotidianedad rutinaria que estructure nuestro día a día. No somos los primeros ni seremos los últimos. El día 2 de agosto de 1914, Franz Kafka escribía en su diario: «Hoy Alemania ha declarado la guerra. por la tarde fui a nadar».
Estos meses de confinamiento hemos estado más conectados que nunca, con la finalidad de compartir una situación que nos sobrepasaba. Esta necesidad compulsiva de estar presentes por vía digital ha encontrado a muchas instituciones en un proceso de repensarse profundamente. ¿Qué papel juegan el arte y la cultura en todo esto? ¿Cómo puede contribuir a pensarnos en relación al mundo? ¿Cómo ser más horizontales y participativos? Y también, incorporar definitivamente el aspecto digital a los programas de las instituciones?
Mientras se mantenían cerrados, museos, galerías, instituciones culturales e iniciativas independientes han apostado, con más o menos fortuna, por ofrecer acceso a sus archivos audiovisuales, programar charlas para pensar y repensar sobre la situación y sus consecuencias o encargar obras desde el confinamiento a los artistas. Miramos, escuchamos, opinamos y compartimos las buenas intenciones y la voluntad de ser mejores, cuando, antes de finalizar el estado de alarma, ya vemos que las cosas no han cambiado demasiado, con prisas por abrir antes las terrazas de los bares que los museos y los teatros y que, aún el masivo consumo de cultura durante el confinamiento, a la hora de la verdad, el camino hacia la precarización sigue sin freno.
¡Qué fácil es hablar de repensar, redefinir y reinventarlo todo! ¡Qué rápidos a la hora de colgar en nuestros perfiles en redes sociales el eslógan de justo del momento! ¡Y qué brillantes algunos comentarios en twitter! Somos humanos y a lo largo del día nuestros sentimientos se mueven entre el meme y el drama, entre la ocurrencia y la gravedad del peso de la tragedia.
Como ha sucedido en otros momentos de la historia, hay situaciones en las que la realidad es tan dura, tan desconcertante e injusta, que sólo mediante la representación exagerada (las caricaturas de Honoré Daumier, para mostrar aquello que no le gustaba de la sociedad en la que vivía), satírica (los fotomontajes de John Heartfield de los años 30 y 40 con, por ejemplo, «Hitler tragando or y hablando chatarra», literalmente) o los agudos comentarios hechos con un dibujo muy esquemático («efímero pero dibujado con rotulador permanente», como dice Dan Perjovsch) se puede ser tan preciso como un bisturí de disección.
Dan Perjovschi, Virus Diary (Rich-Poor), 2020
Cortesia del artista y https://www.internationaleonline.org/