Direct Cinema o la sensación de haber estado allí

http://www.a-desk.org/highlights/Direct-Cinema-o-la-sensacion-de.html

http://www.a-desk.org/highlights/Direct-Cinema-or-the-feeling-of.html

http://www.a-desk.org/highlights/Direct-Cinema-o-la-sensacio-d.html

La historia de Temporary Gallery en Colonia es bien curiosa. Surgió en el año 2008, por iniciativa de los galeristas Thomas Rehbein y Christian Nagel como espacio que, previo pago del alquiler, pudiera ser utilizado por galerías de todo el mundo para tener una presencia en Colonia. Esta necesidad de activar el panorama galerístico de la ciudad fue fruto de la pérdida del papel que Colonia había tenido en el mundo del arte durante la década de los 80 y los 90, debido entre otras razones a la nueva capitalidad, no sólo política sino también creativa, asumida por Berlín. Pero Colonia ya no era tan sexy como antes y la idea de la Temporary Gallery funcionó sólo durante un tiempo limitado. En el año 2012, el proyecto se reorienta y se transforma en un espacio sin ánimo de lucro dedicado a la investigación y la presentación de proyectos de arte contemporáneo. Dirigido por Regina Barunke, Temporary Gallery ofrece desde hace un año una programación que destaca por la colaboración de comisarios internacionales y también por una cierta inclinación hacia los formatos y los referentes cinematográficos.

Este es el caso de Roll Over. Reflections on documentary, after Richard Leacock, una muestra colectiva comisariada por Bianca Visser, en la que parte del trabajo del cineasta británico Richard Leacock (1921-2011), para investigar hasta qué punto sus ideas y contribuciones en relación al género documental han sido continuadas o rebatidas por los artistas contemporáneos. En otras palabras, en un momento en que los artistas contemporáneos se acercan, utilizan, fagocitan o diseccionan el formato documental, ¿hasta qué punto los logros técnicos y conceptuales de un documentalista como Leacock continúan teniendo vigencia en el ámbito artístico?

Bianca Visser resuelve el dilema no desde grandes digresiones teóricas sino simplemente haciendo convivir algunos films de Leacock junto a los trabajos de siete artistas actuales: Yto Barrada, Duncan Campbell, Jan Dietvorst/Roy Villevoye, Luke Fowler, Anna McLauchlan, Fernando Sánchez Castillo e Hirofumi Suda. Proyecciones y monitores se alternan en un montaje contenido, en el que sin sofisticados despliegues técnicos ofrece las condiciones necesarias para ver (y escuchar) los trabajos de la manera más adecuada.

La máxima aspiración de Richard Leacock fue la de acercarse lo más posible a la realidad, y para ello, a finales de la década de los 50 ideó un mecanismo para sincronizar imagen y sonido o, dicho de otra manera, ideó un dispositivo portátil silencioso que le permitía pasar desapercibido y poder grabar todo aquéllo que estaba ocurriendo. Su invento, que fue hecho realidad por sus socios Robert Drew y Otto Koppelka, hizo que desde ese momento fuera posible moverse libremente por calles y lugares y registrarlo todo de manera espontánea. De ahí el nombre de “direct cinema”. El objetivo era que el film pudiera transmitir en el espectador la sensación de estar allí.

Para Roll Over, Visser ha seleccionado tres trabajos que no son los más conocidos de Leacock, pero que por eso es relevante mostrar: Hickory Hill (1968), muestra el concurso anual de mascotas en la residencia de los Kennedy, que dejaban al perro del presidente en una situación un tanto incómoda, al ver como otros perros, gatos, pájaros o hamster ocupaban su espacio habitual; Community of Praise (1981), es un retrato de una familia media de la América profunda. A lo largo del film va adquiriendo importancia su religiosidad, acompañada de supersticiones y fanáticos rituales. El tercero de los documentales que se proyecta es Maidstone (1970), grabado durante el rodaje de un film del mismo título, escrito y dirigido por Norman Mailer y en el que Leacock ejercía de cámara. Maidstone se inicia con una relajada escena campestre que toma un giro extraño al desencadenarse una pelea entre el propio Mailer y uno de sus actores. De repente, ficción y realidad se entremezclan, se dejan de utilizar los nombres de los personajes y la sangre que mana de la oreja de uno de ellos es absolutamente real.

Fernando Sánchez Castillo también encuentra una situación y la filma con su iPhone. Durante su visita a Documenta el pasado verano le llama la atención una de las pancartas desplegadas por el colectivo Occupy Kassel, “Keep shopping while bombs are dropping”, decide comprar la pancarta y filmar las negociaciones del proceso. Se trata de una escena mínima que de repente evidencia las contradicciones entre las buenas intenciones y unas necesidades mucho más prosaicas.

“Estar ahí”, filmar de manera libre y espontánea, ¿qué queda de todo eso? Bastante, en el caso de Jan Dietvorst y Roy Villeroy cuando en After the Battle (2012) entrevistan a un historiador centrado en las batallas que durante la primera Guerra Mundial tuvieron lugar en Verdun, que se dedica a recoger, conservar y ordenar cada una de las reliquias y pistas que va encontrando (desde botellas hasta cascos) para recordar una serie de batallas poco relevantes que tuvieron lugar en dicha localización.

Luke Fowler y Anna McLauchlan se plantean filmar el corto viaje que va desde su apartamento hasta la calle. A priori nada complicado ni laborioso, pero que se convierte en casi imposible cuando la fijación en cada uno de los pasos y de los detalles se transforma en algo casi obsesivo. En Hand-Me Downs (2011), Yto Barrada toma material casero filmado en Super 8 y 16 mm, comprado en mercadillos e incorpora pequeños relatos de la memoria de su propia familia en Marruecos. La libertad que propugnaba Leacock es total en el caso de Hirofumi Suda, que registra todo aquello que llama su atención, de manera que crea un conjunto de imágenes no encadenadas por un hilo narrativo concreto, pero con capacidad para inspirar infinitas historias.

Como contrapunto, Duncan Campbell en Make it new John (2009) trabaja básicamente con material encontrado, aunque no tiene reparos en añadir alguna escena adicional filmada por él, para reconstruir una historia: la del emprendedor John DeLorean que ideó un doble plan: crear un automóvil futurista que, fabricado en Irlanda, podría -de paso- servir para solucionar los conflictos políticos y sociales. Un fantástico film que utiliza sólo aquellas convenciones del documental que le interesan y no tiene reparos en tomarse todas las licencias artísticas que necesita. Bien alejado de Leacock, pero precisamente por ello, bien significativo en este contexto.

De este modo, y sin forzar las confrontaciones, Roll Over explora “el giro documental del arte contemporáneo”, pero no con ánimo de generalizar sino de analizar un caso bien concreto: el impacto de uno de los pioneros del género en algunos artistas actuales. No sabemos si Leacock es un referente para los artistas que Bianca Visser ha seleccionado, pero lo que sí se evidencia es la naturalidad con la que la lógica de los hechos y la lógica de la ficción se confunden constantemente. Jacques Rancière ya lo dijo hace tiempo: “escribir historia y escribir historias se unen en el mismo régimen de verdad”.

(ENG)

The history of Temporary Gallery in Köln is a curious one. It was established in 2008, on the initiative of the gallerists Thomas Rehbein and Christian Nagel as a space that, having previously paid the rent galleries from all across the world could use to have a presence in Köln. This need to activate the gallery scene of the city was fruit of Koln’s diminishing role in the art world during the eighties and the nineties, due amongst other reasons to the new capital status, not just political but also creative, assumed by Berlin. But Köln was not as sexy as before and the idea of the Temporary Gallery only functioned for a limited time. In 2012, the project changed direction and transformed into a non-profit space dedicated to the research and presentation of contemporary art projects. Directed by Regina Barunke, Temporary Gallery has been offering for a year now a programme that stands out for its collaboration with international curators and also for a certain inclination towards cinematographic formats and references.

This is the case of Roll Over. Reflections on documentary, after Richard Leacock, a group show curated by Bianca Visser, which stemming from the work of the British filmmaker Richard Leacock (1921-2011) investigates to what extent his ideas and contributions regarding the documentary genre have been continued or rejected by contemporary artists. In other words, at a time when contemporary artists approach, use, gobble up or dissect the documentary format, to what extent are the technical and conceptual achievements of a documentary filmmaker like Leacock still valid in the artistic field?

Bianca Visser resolves the dilemma not through grand theoretical digressions so much as by simply causing a few films by Leacock to coexist alongside works by seven contemporary artists: Yto Barrada, Duncan Campbell, Jan Dietvorst/Roy Villevoye, Luke Fowler, Anna McLauchlan, Fernando Sánchez Castillo and Hirofumi Suda. Projections and monitors alternate in a restrained staging that without deploying sophisticated technical devices offers the necessary conditions to look at (and listen to) the works in a very suitable fashion.

Richard Leacock’s maximum aspiration was to get as close to reality as possible and for this, at the end of the fifties, he dreamt up a mechanism to synchronize image and sound, or to put it another way, he invented a silent portable device that enabled him to move around unnoticed, recording everything that was occurring. His invention, that was made reality by his associates Robert Drew and Otto Koppelka, made it possible from that moment to move freely through streets and places and record them in a spontaneous manner. Hence the name “direct cinema”. The aim was that film would be able to transmit to the spectator a feeling of being there.

For Roll Over, Visser has selected three works that aren’t the most well known by Leacock, but for this it’s relevant to show them: Hickory Hill (1968), shows the annual pet show in the Kennedy’s residence, that left the president’s dog in a rather uncomfortable situation on seeing how other dogs, cats, birds or hamsters occupied his usual space; Community of Praise (1981), is a portrait of an average family from deep America. Throughout the film their religiosity gains importance, accompanied by superstitions and fanatical rituals. The third of the documentaries projected is Maidstone (1970), recorded during the filming of a film with the same title, written and directed by Norman Mailer, for which Leacock was a cameraman. Maidstone begins with a relaxed country scene that takes a strange turn, developing into a fight between Mailer and one of his actors. Suddenly, fiction and reality intermingle, the names of the characters are no longer used and the blood, flowing from flowing from one of their ears, is totally real.

Fernando Sánchez Castillo also comes across a situation and films it with his iPhone. During his visit to Documenta last summer his attention was drawn to one of the banners unfurled by the collective Occupy Kassel, “Keep shopping while bombs are dropping”, he decides to buy the banner and film the negotiations of this process. It’s a minimal scene that suddenly evidences the contradictions between good intentions and much more prosaic needs.

“Being there”, filming in a free and spontaneous manner, what is left of all this? A fair amount, in the case of Jan Dietvorst and Roy Villevoye, when in After the Battle (2012) they interview an historian focussed on the battles that took place in Verdun during the First World War, who dedicates his time to gathering, conserving and ordering each relic and clue that he finds (from bottles to helmets) to remember a series of fairly irrelevant battles that took place in that place.

Luke Fowler and Anna McLauchlan set out to film the short journey that goes from their apartment to the street. A priori neither complicated nor laborious, but it becomes almost impossible when the capturing of each one of the steps and all the details transforms it into something almost obsessive. In Hand-Me Downs (2011), Yto Barrada takes homemade material filmed with Super 8 and 16 mm, bought at flea markets and incorporates small stories about the memory of his own family in Morocco. The freedom that Leacock advocated is total in the case of Hirofumi Suda, who records everything that captures his attention, in a way that creates a selection of images unconnected by any narrative thread, but with a capacity to inspire an infinity of stories.

As a counterpoint, Duncan Campbell in Make it new John (2009) works basically with found material, although he has no qualms about adding the odd scene that he has filmed, to reconstruct a story: that of the entrepreneur John DeLorean who thought up a double plan: to create a futurist automobile which manufactured in Ireland, could –in passing- serve to resolve the political and social conflicts. A fantastic film that only uses the documentary conventions that interest him and in which he has no qualms in taking all the artistic licence he needs. Far from Leacock, but for that alone, it is highly significant in this context.

In this way, and without forcing the confrontations, Roll Over explores “the documentary trend in contemporary art”, but without any desire to generalize so much as analyse a very specific case: the impact of one of the pioneers of the genre on some artists working today. We don’t know if Leacock is a reference for the artists that Bianca Visser has selected, but what is evident is how naturally the logic of facts and the logic of fiction are constantly confused. Jacques Rancière already said a while ago: “writing history and writing stories come under the same regime of truth”.

(CAT)

La història de la Temporary Gallery a Colònia és ben curiosa. Va sorgir l’any 2008, per iniciativa dels galeristes Thomas Rehbein i Christian Nagel, com a espai que, previ pagament del lloguer, pogués ser utilitzat per galeries de tot el món per tenir una presència a Colònia. Aquesta necessitat d’activar el panorama galerístic de la ciutat va ser fruit de la pèrdua del paper que Colònia havia tingut en el món de l’art durant la dècada dels 80 i els 90, degut, entre d’altres raons, a la nova capitalitat -no només política sinó també creativa- assumida per Berlín. Però Colònia ja no era tan sexy com abans i la idea de la Temporary Gallery va funcionar només durant un temps limitat. L’any 2012, el projecte es reorienta i es transforma en un espai sense ànim de lucre dedicat a la investigació i la presentació de projectes d’art contemporani. Dirigit per Regina Barunke, Temporary Gallery ofereix des de fa un any una programació que destaca per la col·laboració de comissaris internacionals i també per una certa inclinació cap als formats i els referents cinematogràfics.

Aquest és el cas de Roll Over. Reflections on documentary, after Richard Leacock, una mostra col·lectiva a cura de Bianca Visser, que parteix del treball del cineasta britànic Richard Leacock (1921-2011) per investigar fins a quin punt les seves idees i contribucions en relació al gènere documental han estat continuades o rebatudes pels artistes contemporanis. En altres paraules, en un moment en què els artistes contemporanis s’acosten; utilitzen; fagociten o disseccionen el format documental, fins a quin punt els èxits tècnics i conceptuals d’un documentalista com Leacock continuen tenint vigència en l’àmbit artístic?

Bianca Visser resol el dilema, no des de grans digressions teòriques, sinó simplement fent conviure alguns films de Leacock al costat dels treballs de set artistes actuals: Yto Barrada; Duncan Campbell; Jan Dietvorst/Roy Villevoye; Luke Fowler; Anna McLauchlan; Fernando Sánchez Castillo i Hirofumi Sua. Projeccions i monitors s’alternen en un muntatge contingut, en què sense sofisticats desplegaments tècnics, ofereix les condicions necessàries per veure (i escoltar) els treballs de la manera més adequada.

La màxima aspiració de Richard Leacock va ser la d’acostar-se el màxim possible a la realitat; i per això, a finals de la dècada dels 50, va idear un mecanisme per sincronitzar imatge i so; o dit d’una altra manera, va idear un dispositiu portàtil silenciós que li permetia passar desapercebut i poder gravar tot allò que estava passant. El seu invent, que va fer-se realitat gràcies als seus socis Robert Drew i Otto Koppelka, va fer que des d’aquell moment fos possible moure’s lliurement per carrers i espais; i enregistrar-ho tot de manera espontània. D’aquí el nom de «direct cinema». L’objectiu era que el film pogués transmetre a l’espectador la sensació de ser-hi.

Per a Roll Over, Visser ha seleccionat tres treballs que no són els més coneguts de Leacock, però que per això és rellevant mostrar: Hickory Hill (1968) mostra el concurs anual de mascotes a la residència dels Kennedy, que deixaven el gos del president en una situació una mica incòmoda, en veure com altres gossos; gats; ocells o hàmsters ocupaven el seu espai habitual. Community of Praise (1981) és un retrat d’una família mitjana de l’Amèrica profunda. Al llarg del film va adquirint importància la seva religiositat, acompanyada de supersticions i fanàtics rituals. El tercer dels documentals que es projecta és Maidstone (1970), gravat durant el rodatge d’un film del mateix títol, escrit i dirigit per Norman Mailer i on Leacock exercia de càmera. Maidstone s’inicia amb una relaxada escena campestre que pren un gir estrany en desencadenar-se una baralla entre el propi Mailer i un dels seus actors. De sobte, ficció i realitat s’entremesclen, es deixen d’utilitzar els noms dels personatges i la sang que brolla de l’orella d’un d’ells és absolutament real.

Fernando Sánchez Castillo també troba una situació i la filma amb el seu iPhone. Durant la seva visita a Documenta el passat estiu, li crida l’atenció una de les pancartes desplegades pel col·lectiu Occupy Kassel, «Keep shopping while bombs are dropping». Decideix comprar la pancarta i filmar les negociacions del procés. Es tracta d’una escena mínima que de sobte evidencia les contradiccions entre les bones intencions i unes necessitats molt més prosaiques.

«Ser-hi”, filmar de manera lliure i espontània; què en queda de tot això? Bastant, en el cas de Jan Dietvorst i Roy Villeroy, quan a After the Battle (2012) entrevisten un historiador centrat en les batalles que durant la primera Guerra Mundial van tenir lloc a Verdun, que es dedica a recollir, conservar i ordenar cada una de les relíquies i pistes que va trobant (des d’ampolles fins cascos) per tal de recordar una sèrie de batalles poc rellevants que van tenir lloc en aquesta localització.

Luke Fowler i Anna McLauchlan es plantegen filmar el curt viatge que va des del seu apartament fins al carrer. A priori, res complicat ni laboriós, però que es converteix en gairebé impossible quan la fixació en cada un dels passos i dels detalls es transforma en una quelcom gairebé obsessiu. A Hand-Em Downs (2011), Yto Barrada pren material casolà filmat en Super 8 i 16 mm, comprat en mercats de segona mà, i hi incorpora petits relats de la memòria de la seva pròpia família al Marroc. La llibertat que propugnava Leacock és total en el cas d’Hirofumi Suda, que enregistra tot allò que crida la seva atenció, de manera que crea un conjunt d’imatges no encadenades per un fil narratiu concret, però amb capacitat per inspirar infinites històries.

Com a contrapunt, Duncan Campbell a Make it new John (2009) treballa bàsicament amb material trobat, tot i que no té cap problema en afegir alguna escena addicional filmada per ell, per reconstruir una història: la de l’emprenedor John DeLorean, qui va idear un doble pla: crear un automòbil futurista que, fabricat a Irlanda, podria -de passada- servir per solucionar els conflictes polítics i socials. Un fantàstic film que utilitza només aquelles convencions del documental que li interessen, i no té objeccions a prendre’s totes les llicències artístiques que necessita. Ben allunyat de Leacock, però precisament per això, ben significatiu en aquest context.

D’aquesta manera, i sense forçar les confrontacions, Roll Over explora «el gir documental de l’art contemporani», però no amb ànim de generalitzar, sinó d’analitzar un cas ben concret: l’impacte d’un dels pioners del gènere en alguns artistes actuals. No sabem si Leacock és un referent per als artistes que Barbara Visser ha seleccionat, però el que sí s’evidencia és la naturalitat amb què la lògica dels fets i la lògica de la ficció es confonen constantment. Jacques Rancière ja ho va dir fa temps: «escriure història i escriure històries s’uneixen en el mateix règim de veritat».