Hasta su incorporación como nuevo director de Canòdrom, el suizo Moritz Küng va y viene con regularidad a Barcelona para empezar a concretar su programa de actuación y también para familiarizarse con el contexto y con sus agentes. Responsable del programa de exposiciones de deSingel en Amberes desde 2003, Küng ha trabajado a partes iguales con artistas y arquitectos. En el transcurso de la entrevista que mantuvimos en Barcelona, dejó patente la distancia natural que tiene en relación a toda la controversia que ha rodeado al Canòdrom así como una actitud abierta y dialogante.
Montse Badia – ¿Cuáles son las principales directrices de tu proyecto para Canòdrom?
Moritz Küng – Yo puedo hablar de intenciones pero no de programa. A finales de marzo presentaremos las primeras líneas. Las intenciones no son nuevas, en el sentido que yo cuento ya con una trayectoria que tiene un sentido. En el caso del Canòdrom y Capella -porque van juntos- para mi significa seguir la dirección que he ido definiendo en los últimos años. Me interesa mucho la condición espacial. Las del Canòdrom o La Capella no son condiciones estándar. Son dos lugares con unas funciones originales que poco tienen que ver con el arte. Esta es una constante en mi trabajo. La primera exposición que hice, en 1992-93 fue en una asociación de arquitectura, en Zúrich. El espacio de exposiciones estaba en un sótano, con una superficie de 30 metros cuadrados y un pequeño auditorio, sin luz diurna y muros muy crudos. Eran condiciones anti-exposición. Empecé con el proyecto «Denkraum Museum», algo así como el «espacio para pensar el museo». Coincidió con el boom de nuevos museos en Europa y me interesaba interrogarme acerca de la futura tipología del museo como lugar de exposición. Invité a dos artistas, Andrea Fraser, que presentó una performance, una guía del Museo de Filadelfia, que mostramos en vídeo. Se titulaba «Museum Highlights: A Gallery Talk” de 1989. Invité también a Heimo Zobernig, que hizo un segundo espacio de 480 x 480 x 300 cm dentro del espacio. Era un espacio vacío y neutro. Un espacio perfecto dentro del espacio no perfecto. Lo que generó fue que se leyeran las cosas que no eran perfectas en el espacio, es decir, el suelo irregular, la condición de la luz, la ubicación de las columnas, etc. Paralelamente se organizaron mesas redondas con historiadores del arte, directores de museo, críticos de arte, artistas, filósofos (entre otros Bice Curiger, Jan Debbaut, Helmut Federle o Beat Wyss) . No había arquitectos en los paneles, porque estos eran básicamente el público.
En un proyecto siempre hay dos aspectos que me interesan: el arte y la arquitectura, sus paralelismos. Un ejemplo más reciente: deSingel, en Amberes, es un centro con una programación de artes performativas. Tiene dos grandes auditorios con una capacidad para 1000 y 800 personas respectivamente. Este es el foco principal de la institución. Además presentan exposiciones cuyo tema principal es la arquitectura. A mi me interesó introducir un programa de exposiciones en estas condiciones particulares de deSingel, sin una sala de exposiciones propiamente dicha. Mi programa consistió en que cualquier lugar del edificio pudiera ser un espacio de exposición. La primera exposición con un artista fue con Dominique Gonzalez-Foerster, que hizo unas intervenciones en todo el campus. Esta fue una exposición importante porque por primera vez la exposición como tal desaparecía. El trabajo se integraba totalmente en el sitio. Las intervenciones terminaban generando un valor añadido al espacio. Todo esto fue posible porque el director general de deSingel me dio libertad para poder hacerlo.
Considero que esta experiencia previa es fundamental para mi proyecto respecto a Canòdrom. Algo fundamental es que hay dos espacios, Capella y Canòdrom, ambos «anti-white cube». La Capella, central al lado de la Ramblas, y Canòdrom en una periferia bien comunicada. El público del Canòdrom debe hacerse el propósito de ir, mientras que el de La Capella simplemente «pasa por allí». Uno es un como un “restaurante” (Canòdrom) y el otro es como un “bar” (Capella). En mi proyecto, en los dos sitios habrá la misma programación pero los énfasis serán distintos. En La Capella quisiera un programa que progrese más activamente, con conferencias, presentaciones, proyecciones de películas, performances y también un programa de exposiciones pero pequeño.
MB – ¿Y que pasa con el programa que hasta ahora ha desarrollado La Capella?
MK – Para mí en estos momentos no está claro. Pronto me reuniré con su director, pero creo que todo se puede resolver. De momento, lo que te puedo explicar es mi propuesta de intenciones. En el Canòdrom, que no es tan céntrico, las exposiciones serán el punto más fuerte. El hecho de que existan dos lugares es muy interesante porque se podrán atraer públicos diferentes.
En este momento, en el que me muevo en el terreno de las intenciones, una primera regla es «back to the basics». El entorno de la cultura se ha pervertido. Existen demasiados mediadores de la cultura, hay más mediadores que artistas y esto es extraño. Así que una de las intenciones es hacer las cosas de manera pragmática. No es una respuesta a la crisis. Claro que estamos en un momento de crisis, pero también en un proceso de curación, de volver a poner los pies en la tierra. El edificio del Canòdrom es una buena personificación de todo esto. Se puede ver como el opuesto al Pabellón Mies van der Rohe. Mi intención es posicionar el Canòdrom como «el otro Pabellón de Barcelona». Cuando comparas ambos edificios puedes ver que son opuestos. Por un lado, tienes el icono arquitectónico absoluto, el pabellón de Mies van der Rohe. Es un edificio bello y fantástico, pero es muy autoritario. El Canòdrom es un edificio de ingeniería. Es muy sofisticado, ligero, elegante como estructura, que juega con las tensiones. Tiene un acabado muy básico. Esto es muy interesante en relación a la identidad del Canòdrom. Trataré de posicionarlo de esta manera y el programa también contemplará este aspecto. Me interesa ponerlo en el mapa no sólo como centro de arte, sino también como icono arquitectónico a descubrir. Quiero hacer visible este potencial.
MB – ¿Cuando tienes previsto iniciar tu programa? ¿Cuando estarán las obras acabadas?
MK – Es una renovación muy profunda y siempre hay retrasos. Los arquitectos quieren terminar el exterior del edificio en marzo o abril. El interior del edificio puede estar listo a finales del 2010 o principios de 2011. Todos queremos que se haga bien aunque eso signifique inaugurar más tarde.
MB – Canòdrom iniciará su andadura con «Canòdrom 00:00:00» ¿cuál es tu implicación en el proyecto que, si no me equivoco, ha sido una convocatoria pensada y lanzada con anterioridad a tu elección como director?
MK – «Canòdrom 00:00:00» es un proyecto de transición. Parte de un acuerdo de la Consejería de Cultura con el sector artístico y que ha implicado al CONCA en su ejecución. A este deseo responde el proyecto «Canòdrom 00:00:00». El CONCA convocó el concurso y se me invitó a participar en el jurado, en el que además estaba el arquitecto Xavier Monteys, el artista Vicenç Viaplana, la comisaria Neus Miró y Pilar Parcerisas, como miembro del CONCA. El jurado revisó 75 propuestas y tuvimos mucho tiempo para discutir. Finalmente escogimos nueve proyectos. A mi me gusta mucho el título «Canòdrom 00:00:00» porque es como el número cero de una revista. Crea expectativas. Es una buena idea para comunicar que estamos aquí, trabajando. De momento, el CONCA es mi interlocutor básico hasta que no esté creado el Consorcio, aunque también mantengo relaciones con el Ayuntamiento de Barcelona y con otros actores culturales.
MB – Has trabajado en contextos muy distintos (Amberes, Venecia,…) y en una ocasión en el 2004 en Barcelona en la Sala Montcada… ¿estás familiarizado con el contexto español, catalán, barcelonés? ¿lo sigues de cerca? ¿has visto como ha ido evolucionando?
MK – Cada exposición tiene su historia. La Caixa tenía la idea de invitar a cuatro comisarios al año. La idea era que cada uno hiciera una exposición en la que invitara a un artista español y otro internacional. A mi me parecía una idea cuestionable e intenté darle la vuelta. Mi propuesta consistía en invitar solo a un artista, la norteamericana Ann Walsh. Su concepto ‘Art After Death’ consistía en hacer entrevistas a artistas muertos (Yves Klein, Joseph Cornell) a través de un medium. Ann visita lugares en los que ha estado el artista o lugares donde están sus obras y el medium contacta con su espíritu. Es un trabajo especulativo. Para Montcada, yo quería que ella contactase con un artista español y ella propuso una entrevista a Remedios Varo. El proyecto implicaba viajes a Méjico, Londres y otros lugres donde había obras suyas. Pero a La Caixa no le gustó y como en ese momento yo estaba obsesionado con la idea de exponer en España, pensé en otra propuesta. Invité a Lara Almarcegui (E) y a Adrian Schiess (CH). Con perspectiva, yo creo que el proyecto de Lara fue fantástico. A mi me gusta la idea de re-cuestionar las cosas. Cuestionando y replanteando las cosas generas producción cultural. Mostrar lo que se sabe es algo aburrido, no es interesante. En el caso de Lara y Adrian fue una propuesta muy conceptual. Lara propuso levantar todo el suelo de la Sala Montcada para ver que había debajo. Esto se hizo durante el período de desmontaje y montaje. A mí esto me pareció el momento más significativo, el tiempo de trasgresión. Al final se mostró la documentación del proceso en una proyección de diapositivas. Adrian trajo planchas de pintura que se instalaban en el suelo, cubriendo la performance de Lara, como un eco, una reflexión espacial.
MB – También has trabajado en proyectos de largo recorrido como «Curating the Campus» y «Curating the Library» ¿podrías explicar en qué consisten y si te planteas algún proyecto de este tipo para Barcelona?
MK – Para mi es muy importante iniciar cosas, proyectos que se van produciendo con el tiempo. Si inicias algo ahora, no tendrá un éxito inmediato. Se necesitan por lo menos tres años, o mejor cinco. El tiempo es una herramienta fundamental en mi trabajo. Por eso hay una serie de artistas con los que trabajo desde hace años. No porque no conozca a más o no sepa que hacer, sino porque me interesa, desde el punto de vista curatorial, la evolución de estos artistas en relación al tiempo. Un caso es Matt Mullican, con el que desde 1993 he colaborado ocho veces. Esto explica la importancia que tiene el tiempo en mi trabajo. Los proyectos «Curating de Library» y «Curating the Campus» empiezaron cuando llegué a deSingel. Curating de Library fue la primera y consistía en una idea muy simple: invitar a gente con un bagaje distinto (artistas, arquitectos, escritores, coleccionistas, científicos, diseñadores, etc) y darles 400 Euros para que compren libros que han sido importantes para ellos. La cantidad de libros no importa. Puede ser un sólo libro de 400 Euros o 80 libros de 5 Euros. Luego esa persona viene a Amberes y explica el por qué estos libros son importantes para él o para ella. «Curating the Library» es una biblioteca que no para de crecer. Es un proyecto pequeño pero tiene una fuerte identidad. Es casi un proyecto artístico.
Respecto a «Curating the Campus», como deSingel se ubicaba en el cinturón de la ciudad, la idea era anunciar y hacer visible todas las actividades que se hacían. Hacerlo explícito con palabras no parecía una buena idea, porque la gente lo veía mientras conducía, así que le propuse al director pedir a artistas que hicieran esta labor. Se lo pedí a Matt Mullican y él hizo dos logos, uno que consistía en un globo terráqueo para aludir al término «internacional» y otro en el que se ven unos espectadores ante un rectángulo negro (que puede ser un escenario, un monitor o una proyección). Se trata de banderas de 10 x 10 metros. Este fue el contexto inicial para empezar «Curating the Campus». Cada año incluimos uno o dos trabajos. Es un formato progresivo que implica las artes visuales en el funcionamiento del centro. Itziar Okariz, por ejemplo, fue invitada y realizó una performance en la que orinaba. Esta intervención es una marca de la artista. Y creo que deSingel fue la primera institución que la invitó a hacer esta performance. Porque la institución es sobre todo el terreno de los artistas y no solo del público. Si se unen los dos elementos es perfecto.
MB – Hablando de instituciones, ¿cómo ves el mapa institucional en Barcelona? ¿qué sabes de él?
MK – Por el momento no mucho. Conozco a gente, claro, directores de instituciones, galeristas, comisarios, críticos, pero no tengo implicaciones directas. Ahora me dedicaré a conocer más, a hablar con ellos, conocer artistas. En toda comunidad todos los actores tienen el mismo objetivo, formar parte de algo. Las opiniones, ideas y direcciones pueden ser distintas pero al final el objetivo es común. Una institución debe tener una dirección clara y precisa. Una institución, o un director debe saber lo que se está haciendo. Creo que es importante para una comunidad cultural dinámica y creo que Barcelona lo es. Es importante que el visitante sienta cuál es el objetivo, la dirección de la institución. Una institución no puede ser para todo el mundo. Cuando intentas complacer a todo el mundo, al final no complaces a nadie.
MB – ¿Y a quién te diriges tú? ¿A quién se dirigirá Canòdrom-La Capella?
MK – A veces digo cosas que no son populares. Un vez participé en un simposio internacional de comisarios en Suiza, muy interesante, nos tuvieron tres días en un monasterio, discutiendo y debatiendo. En un momento dado apareció la pregunta: «¿para quién estamos trabajando?». Yo dije, y todavía lo creo, que básicamente lo hago para mí mismo. Mis colegas no daban crédito cuando lo escucharon. «¿Y el público?», preguntaron. Yo tengo que estar totalmente convencido para hacer algo en lo que me comprometo y una vez estoy convencido, entonces puedo compartir la convicción, defenderla y convencer a los demás. Por eso afirmo que lo hago básicamente para mi. El punto inicial es siempre mi propia curiosidad, no la curiosidad de los demás.
MB – ¿Cuál crees que es el papel del arte y del artista en nuestra sociedad?
MK – Hay muchos artistas y no hay una verdad. Hay modas. Yo sólo puedo responder de una manera muy personal. El trabajo que a mi me fascina es difícil, es el que no entiendo a primera vista, tiene un enigma. Entonces me interesa porque me lleva a querer descubrir algo. Si el trabajo es capaz de provocar un momento de curiosidad, no deja indiferente, entonces es interesante. El arte no puede ser amable o bonito. El arte es algo que provoca una opinión, que irrita, que es un obstáculo. ¿Por qué? Porque sólo a partir de un obstáculo puedes ser consciente de tu propia situación. Claro que el arte puede ser confortable, pero ese no es el tipo de trabajos que me interesa.