Si el siglo XX fue el siglo de las utopías y de la creencia en la condición humana, el siglo XXI parece que se nos presenta descreído, cínico y superficial. En su libro «El Estilo del Mundo. La vida en el capitalismo de ficción», Vicente Verdú describía la evolución del capitalismo desde la generación de productos a la creación de sensaciones o, en sus propias palabras, «si en el capitalismo de producción, desde finales del siglo XVIII hasta la Segunda Guerra Mundial, la importancia recaía en los productos, el capitalismo de consumo, desde la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín, centró su interés en los símbolos, en la significación de los productos. En el actual capitalismo de ficción, lo más importante es provocar sensaciones. Dicho de otra manera, si la primera y la segunda formulación del capitalismo generaron la realidad con los productos de consumo, la tercera formulación mejora la realidad creando una nueva».
Crear sensaciones, ofrecer bienestar psíquico, otorgar valor emotivo a los productos… Vivimos en una sociedad adolescente, de definición de la identidad a partir de referentes, de búsqueda más que de logros, de gusto por el hedonismo materialista. Tal como escribía Rolf Jensen en su libro «The Dream Society», «los productos del futuro tendrán que apelar a nuestros corazones, no a nuestras cabezas. Cuando esto ocurra el modelo de las sociedades ricas no será la sociedad de la información, sino la Dream Society». Sólo hay que echar un vistazo a algunas revistas de tendencias o a las campañas publicitarias de todo tipo de productos (desde perfumes a automóviles, pasando por accesorios o bebidas) para observar como la publicidad y los medios de comunicación encuentran en la adolescencia y la juventud una de sus herramientas de marketing más efectivas.
Sólo hay que echar un vistazo a algunas revistas de tendencias o a las campañas publicitarias de todo tipo de productos (desde perfumes a automóviles, pasando por accesorios o bebidas) para observar como la publicidad y los medios de comunicación encuentran en la adolescencia y la juventud una de sus herramientas de marketing más efectivas.
Estas reflexiones surgen a raíz de la visita a dos exposiciones bien diferentes (aunque con más puntos en común de lo que podría parecer a simple vista): «Shroud» de Muntean/Rosenblum en el Centro de Arte Santa Mònica de Barcelona (Muntean/Rosenblum también presentan su trabajo estos días en el MUSAC de León) y «The Last Riot» de AES + F en la Galería Salvador Díaz de Madrid.
En ambos casos los protagonistas de pinturas y vídeos son jóvenes y adolescentes, modelos o bailarines profesionales que perfectamente podrían ser los protagonistas de cualquier campaña publicitaria de Calvin Klein. En ambos casos las composiciones o «la puesta en escena» presentan claros referentes a iconografías clásicas y a la historia de la pintura. En ambos casos, predomina el artificio y la estetización de las situaciones. En ambos casos, la pintura (entre otros) es el medio utilizado para pensar y representar nuestro presente. A pesar de estos puntos de contacto, las intenciones de ambos son bien distintas…
AES + F es un colectivo de artistas rusos formado por Tatiana Arzamasova, Lev Evzovich, Evgeny Svyatsky y Vladimir Fridkes. Algunos de sus trabajos anteriores tuvieron una cierta repercusión mediática, como las fotografías «The Suspects, Seven Innocent, Seven Sinners» (1997-98) en las que los retratos de catorce adolescentes ponen al espectador ante la diatriba de distinguir la maldad en los rostros de unas niñas. Pero no cabe duda que su trabajo más mediático (y visionario) fue «The Witnesses of the Future: Islamic Project» (1996-97), una serie en la que llevaron al extremo las teorías del choque de civilizaciones y presentaron visiones de ciudades occidentales en el entonces lejano año 2006 bajo la ocupación islámica.
Desde la incorporación del fotógrafo Vladimir Fridkes al grupo, sus trabajos se han acercado al mundo de la moda y los media. «The Last Riot» adopta la forma de tondos y frisos para mostrar escenas de luchas y batallas protagonizadas por bellos y bellas adolescentes que más que luchar parecen posar con sus ropas de camuflaje y accesorios de inspiración bélica. Sus luchas son tan reales como las guerras que surgen por causas fictícias y que se retransmiten por televisión con apariencia de videojuego. No cabe duda que la estetización de la violencia la convierte en un objeto más de consumo masivo, trivializado por los medios de comunicación. AES + F presentan un nuevo mundo en el que «los héroes tan sólo tienen una identidad: la identidad del rebelde de la última insurrección. La última rebelión, en la que todos luchan contra todos y contra sí mismos, donde ya no hay diferencia entre víctima y agresor, masculino y femenino. El nuevo mundo celebra el fín de la ideología, la historia y la ética».
«Un día, cuando no esperamos que pase nada, cuando todo lo que está muy por encima va discurriendo, igual que todo lo que está muy por debajo, en algún punto del camino nos perdemos» (…). Con estas palabras se inicia el vídeo «Shroud» de Muntean/Rosenblum en el que unos jóvenes de aspecto andrógino vagan como sonámbulos por un tiempo y un lugar imprecisos. Representantes de la adolescencia como momento de construcción pero también de desorientación, se convierten en una metáfora de la sociedad occidental. De ahí la presencia de múltiples referentes que van desde el arte clásico hasta el comic o la televisión, sin olvidar algunos guiños a films claves como «Caravaggio» de Derek Jarman.
«El cielo era pálido. A lo lejos podíamos ver el tenue perfil de las montañas. Si al menos tuviéramos nuestros propios recuerdos. Pero, ¿quién los tiene?», reza el texto que aparece en el óleo que también forma parte de la exposición. Entre la poesía y la épica, entre la profundidad y la nada, entre el sentimiento de pérdida y el de esperanza, en los trabajos de Muntean/Rosenblum se mezclan los referentes y las sensaciones: el ánsia de recuerdos de los replicantes de «Blade Runner», los silencios y los tiempos muertos de los films de Antonioni, la desgana de los modelos de alta costura…
Tanto AES + F como Muntean/Rosenblum parten del artificio para expresar el vacío de nuestra sociedad. Para ello, crean realidades fictícias cuya ambigüedad no permite establecer claramente los límites entre la representación crítica y la fascinación por las apariencias. Arcadia es el paraíso perdido, la edad dorada que trata de recuperarse, pero también es un «memento mori». Como en la célebre pintura de Poussin, quizás la nostalgia por la Arcadia se refiere más que a los pastores, a la persona enterrada en la tumba que un día disfrutó de los placeres de la vida en la tierra…