Films, films, films y más films. Sobre 55. International Short film Festival Oberhausen

Nunca como ahora se había visto tanto cine, aunque no necesariamente en las salas de cine. Televisión, DVD, museos, galerías y centros de arte, Internet y también teléfonos móviles son espacios habituales de consumo cinematográfico. Ante este panorama cambiante, ¿qué papel puede desempeñar y qué reto debe asumir uno de los festivales más antiguos y especializado en vídeos y cortometrajes?

Se acaba de celebrar la 55 edición del International Film Festival de Oberhausen, un evento con una larga historia que, lejos de decaer, se va adaptando a la proliferación de festivales similares, por un lado, y a la vertiginosa evolución que la tecnología impone no sólo para producir, sino también para distribuir y visionar los filmes y vídeos de artistas.

Un festival de cine es un lugar en el que se va a presentar películas y vídeos, se compite por un premio, se proyectan los filmes, se intenta dar a conocer y distribuir los trabajos, se realizan multitud de contactos e intercambios y, ya que estamos en un contexto de experimentación, se debate sobre las diferentes y múltiples proyecciones que se van realizando a lo largo de los días. Como muy bien afirmaba Lars Henrik Gass, director del International Short Film Festival de Oberhausen, «el festival es el contexto que permite recuperar la idea de esfera pública, de espacio de discusión, más que de mercado o de mera votación, como sucede en la mayoría de foros cinematográficos en Internet». Por ello, desde el año 2006, el festival ha incorporado el valor añadido de un programa de mesas redondas, además de los debates con los directores que tienen lugar al término de cada bloque de proyecciones, encaminados a profundizar en temas relevantes en relación al programa.

Diversifica la oferta y vencerás. Este parece ser el lema del Festival de Oberhausen que, aunque se celebra en un único cine con cuatro salas de proyección, ofrece una gran variedad de apartados y secciones: competición internacional, competición nacional, tema central («Unreal Asia», en esta ocasión), vídeos musicales (también a concurso), competición de films infantiles y juveniles, perfiles que recuperan trayectorias de diversos cineastas (este año Matsumoto Toshio, Nicolás Echevarría, Herbert Fritsch, Factory of Found Clothes y Sarajevo Documentary School) y diferentes selecciones de distribuidoras (Electronic Arts Intermix, Video Data Bank, Lux) o centros de arte como Hong Kong Arts Centre, entre otros. Pero no vamos a detenernos aquí en un programa que ya es historia. Sin duda los organizadores están ya planeando la edición de 2010 que, por cierto, coincide con la Capitalidad Europea de la zona del Ruhr. Programa y premios se encuentran detallados en su página web: www.kurzfilmtage.de.

Entre tanta oferta siempre hay lugar para descubrir pequeñas joyas, que no necesariamente son las premiadas. Destacamos algunas: «Moruk», de Serdal Karaça, el devenir diario de dos hermanos turcos en el berlinés barrio de Kreuzberg, que parece que va a cambiar por momentos, para seguir permanentemente en un dejar pasar el tiempo con ecos de «Accatone» de Passolini, lleno de energía e intensidad. «Berlun» de Ezgi Killinçaslan, realizado a partir de imágenes captadas con el teléfono móvil que se convierten en un retrato personal y también social. «Marcher» de Jeanne Henry, narra el momento en que una mujer, la conocida actriz Miou-Miou, en la realidad y en la ficción, va a ser abuela. «Elefantenhaut» de Severin Fiala y Ulrike Putzer, con personajes reales que nos adentran en problemáticas sociales. «Plane Days» de Benjamin Kracun, centrado en un grupo de observadores que se instalan en los alrededores de Heathrow para registrar, inventariar aviones y quizá descubrir algo inédito al tiempo que componen una curiosa comunidad.

Pero no todo han sido alegrías, sino que también ha habido grandes decepciones. Mencionaremos también algunas: la imprecisión de un tema central, «Unreal Asia», en el que no queda claro su alcance geográfico, temático, cinematográfico o histórico. Las selecciones de distribuidoras como Electronic Arts Intermix o Lux, que parecen más compilaciones realizadas al azar que elecciones a partir de un criterio o una finalidad concretas. La presentación de la anunciada «première» del trabajo de Eija-Liisa Ahtila, en realidad una instalación ya mostrada anteriormente y presentada ahora en versión cinematográfica como pantalla dividida en tres partes que no acaba de funcionar…

Y este caso nos adentra en uno de los temas más delicados de todo este asunto. ¿Dónde están, si las hay, las fronteras entre cine y arte, entre artistas y cineastas, entre presentación en un contexto artístico y en un contexto cinematográfico? Si obviamos la solución exclusivamente formal con que Eija-Liisa Ahtila se plantea la cuestión, podemos recordar casos de artistas que realizaban presentaciones claramente cinematográficas en espacios de exposición, como Steve McQueen en Documenta XI, creando una sala cinematográfica en la que se impedía el acceso una vez iniciada la proyección. Curioso también que Steve McQueen se estrenara hace unos meses como director de cine, ya sin coartadas artísticas, en una película ambientada en la problemática de Irlanda del Norte. No cabe duda que la exhibición de imágenes en movimiento es un tema todavía no resuelto en las salas de exposiciones. Presentadas como videoinstalaciones, en monitor o monocanal, en espacios transformados en cajas negras o reconvertidos en salas cinematográficas, a menudo en los museos son objeto del mismo tipo de recepción que una fotografía, un dibujo o una pintura, esto es, ignorando la dimensión temporal que es su esencia y que determina una manera distinta de percibirlas. Sin duda, un tema todavía susceptible de reflexión y discusión. Por eso mismo, uno de los grandes placeres de este festival es tener la posibilidad de ver filmes y vídeos en una pantalla grande, en alta resolución, con buen sonido y sin visitantes entrando y saliendo todo el tiempo. ¡Qué básico, pero qué importante!