En un momento de “Luces de Bohemia”, Valle-Inclán habla en boca de su protagonista, Max Estrella: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”.
David Shrigley La sátira, la burla, la ironía o la amargura son algunos de los recursos del arte para comentar, criticar o denunciar una realidad determinada. Honoré Daumier realizaba caricaturas en las que exponía todas aquellas situaciones que le desagradaban de la sociedad en la que vivía. William Hogarth elaboraba “modern moral subjects” que eran parodias de aquello que quería poner en evidencia. Peter Land utiliza el humor, lo grotesco, la caricatura extrema y la repetición obsesiva para reflexionar sobre las condiciones básicas de la existencia. Dan Perjovschi hace dibujos que podríamos definir como “caricaturas sociales” que toman la historia como un contínuo de eventos y que precisan de una auto-recontextualización personal permanente.
Los dibujos de David Shrigley aluden a los aspectos más oscuros de la existencia cotidiana. Son directos, sin concesiones y muestran los aspectos más absurdos de nuestra sociedad. Para él, “el humor es sólo el azúcar con el que se adorna el mensaje para hacerlo más dulce”.
Con una estética “do-it-yourself”, absolutamente personal y “low tech”, Shrigley utiliza múltiples formatos (dibujos, animaciones, esculturas, posters, páginas web, fotografías, camisetas y publicaciones) para hacer más accesibles sus trabajos. Artista, músico y cineasta, Shrigley utiliza el texto –tachaduras incluídas- para añadir significado a sus dibujos.
Los protagonistas de sus obras acostumbran a ser personajes extraños, sociópatas, crueles y entrañables a la vez, que experimentan situaciones que evidencian lógicas extrañas y en las que hacen acto de presencia el miedo, las fobias, el amor, la crueldad y también la ternura. Es el caso de Pete, el desequilibrado protagonista de la animación “Who I am and what I want”, realizada en colaboración con Chris Shepherd. Pete nos habla acerca de su vida, sus deseos y sus sueños. Nos cuenta la historia de una vida de excesos que le ha llevado a alejarse de la feroz competitividad y exiliarse en el bosque, donde convive con los animales. Lo extraño se convierte en habitual, lo ordinario da paso a lo extraordinario.
Katrina M. Brown lo explica muy bien en el texto que ha escrito para el catálogo de la exposición de David Shrigley en el CAB de Burgos, que presenta una selección de dibujos, monotipos, esculturas y fotografías y que, dicho sea de paso, es la primera exposición individual de este artista en nuestro país: “En la obra de Shrigley encontramos un humor ineludible. Sin embargo, no se trata de un ingenio ligero, brillante, sino antes bien, marcadamente siniestro y con una inclinación hacia lo que hay de inferior en la vida”. Los insectos, los fluidos, la suciedad, lo que se esconde aparece en primer plano. Como los seres apelotonados de ojos sorprendidos de su obra “The Contents of the Gap between the Refrigerator and the Cooker”, o lo que es lo mismo, todos los gérmenes, animalitos, basuras, restos de comida y demás elementos imaginables e inimaginables que con los años se acumulan en espacios tan invisibles como el hueco que queda entre la nevera y la cocina.
Precisamente en este espacio es en el que se mueve Shrigley, en el “gap”, en los intersticios invisibles –u olvidados- que tenemos delante nuestro pero que no vemos. Así son las sutiles intervenciones que realiza y que registra mediante fotografías: un pequeño letrero escrito a mano en el que se puede leer “For sale” junto a un río; una etiqueta con las palabras “Drink me” en un frasco cuyo contenido presenta un color no demasiado atractivo, pero que no puede dejar de fascinarnos por la referencia directa a la Alicia de Lewis Carroll. Sin embargo, no todas sus intervenciones son tan tiernas como el globo con la cara sonriente que aparece entre las sábanas de la cama desecha. El gato disecado sin cabeza o el diente lleno de caries frente al espejo (“What Decay Looks Like”) nos acercan al Shrigley más ácido y más amargo, que no es cínico porque precisamente lucha contra el cinismo que se está apoderando de nuestro presente.
Un presente que el artista comenta semanalmente en una viñeta en “The Guardian Weekend Magazine” y mensualmente en “Frieze”. Mediante la sátira, el humor, la anécdota y el ingenio, Shrigley ridiculiza los defectos sociales e individuales, para realizar una verdadera crítica social que, lejos del fundamentalismo o el moralismo, hace aflorar todas las dudas e inseguridades, nos muestra reflejados –y deformados- en espejos cóncavos, para sacar a la luz aspectos tremendamente humanos.