El 2 de agosto de 1914, Franz Kafka escribe en su diario: “Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde me he ido a bañar”. Hay una gran disparidad entre los hechos que Kafka expone: uno de gran impacto histórico, la Primera Guerra Mundial, y en el otro extremo, el de la vida privada de un desconocido al que la posteridad ha concedido la identidad de genio. No es casualidad que Enrique Vila-Matas comience su libro Hijos sin hijos con esta cita de Kafka. Hijos sin hijos es un singular repaso a algunos de los episodios de la historia de España en los que los protagonistas son “niños sin hijos”. En otras palabras, o mejor aún, en palabras de Vila-Matas, “cuando sucede una noticia de primera plana, los fantasmas errantes que protagonizan mis relatos sobre España, lo ven como una intromisión en sus vidas y esperan, como hizo Kafka, a que llegue la tarde para darse un baño. También ponen lo histórico y lo personal al mismo nivel”.

Pero ¿cómo se crea la memoria colectiva si no es a partir de relatos individuales? En realidad, ¿no son la memoria colectiva, la memoria individual y la memoria histórica facetas distintas de un mismo prisma? ¿No podemos considerar la ciencia como el resultado de la vinculación de numerosos experimentos y observaciones, o más bien, la suma de una multitud de pequeños ensayos y pequeños relatos que permiten confirmar intuiciones iniciales? También, en ocasiones, el punto de partida personal se convierte en el detonante de un cuerpo teórico de gran trascendencia. “Todo esto debe ser considerado como si lo hubiera escrito un personaje de novela”, escribe Roland Barthes en Roland Barthes par lui même (Roland Barthes por Roland Barthes), 1975, y, a partir de esa afirmación, el “yo” enamorado apela a sus propias experiencias y sentimientos y elabora un discurso plagado de referencias filosóficas y literarias titulado Fragments d’un discours amoureux (Fragmentos de un discurso de amantes), 1977. Poco después, un “yo” afligido que acaba de perder a su madre, busca en los álbumes familiares una fotografía que capte el verdadero espíritu de su madre, al tiempo que crea una reflexión conmovedora y a la vez severa sobre la fotografía como medio de representación, La chambre claire. Note sur la photographie (La cámara clara. Nota sobre la fotografía), 1980.

 

La voluntad de narrar, de compartir testimonios personales y hechos del mundo, su cohabitación y oposición a diferentes niveles, constituye el eje articulador de Historias Mínimas, un programa de vídeos que comparten la necesidad de contar, entendida como una forma de revelación, de la existencia y la creación del relato, como una actividad continua, participativa y permeable. Para definir colectivamente los nueve recorridos imaginarios que componen Historias Mínimas, podemos apropiarnos de las palabras de Vila-Matas al referirse a sus relatos: “Creo que de la combinación ha surgido una realidad rigurosa (esa gran verdad que cuentan las mentiras), diferente de la realidad oficial y posiblemente única. Al fin y al cabo, ¿qué somos nosotros, qué somos cada uno de nosotros sino una combinación diferente y única de experiencias, lecturas, imaginaciones”. Como afirma el historiador Marc Ferro, “película, imagen o no de la realidad, documento o ficción, intriga auténtica o mera invención, es historia. ¿El postulado? Que aquello que no ha sucedido, las creencias, las intenciones, el imaginario del hombre, tiene tanto valor de Historia como la Historia real”.

El título Historias Mínimas alude a la película homónima de Carlos Sorin (2002) y comparte con ella la voluntad de centrarse en los hechos narrados, a pesar de su efecto, desde una escala humana. Si en la película Historias Mínimas se compara la magnitud de las pequeñas historias individuales con el inmenso paisaje de la Patagonia, en el programa de vídeo Historias Mínimas los referentes individuales contrastan con el relato como telón de fondo, de tal manera que las narraciones individuales se comparan, contrastan, establecen relaciones irónicas o simplemente se suceden en paralelo con algunas de las referencias históricas de España: de Felipe II a Inditex, del “No a la guerra” a Julio Iglesias, a la Rendición de Breda de Velázquez, a Faemino y Cansado…

En Cada día paso por aquí (2004), Raúl Arroyo nos acerca a un paseo cotidiano, urbano, narrado en primera persona y utilizando chapas, carteles y otros elementos de señalización como elementos visuales. Pero en ese caminar subjetivo se cruzan otros elementos (frases como “el odio genera odio” o “vota, idiota” plasmadas en grafitis) que nos sitúan en otras esferas políticas y sociales.

 

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Luis Cerveró también trabaja a partir de referencias imaginarias individuales y colectivas para fabricar su propia realidad. Death / Rock & Roll (2005), una de las obras de la trilogía Love, Death and Rock & Roll, crea su propio mapa sentimental a partir de fragmentos de música e imágenes emblemáticas de la cultura pop (desde Bob Dylan hasta modelos fotografiadas por Richardson) que, recortadas y recombinadas, parecen cobrar vida.

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La voz en off nos acerca a las vivencias de Daniel Cuberta en El hombre invisible (2004), metáfora del individuo que ve pero no puede ser visto, testigo tan insólito como impotente de los hechos, la historia y la cultura de su propia biografía.

Contando con los dedos de una mano (1996), de Josu Rekalde, se basa en la potencialidad de un relato en constante construcción, enfatiza el poder de la palabra por encima del de la imagen y muestra diversos hechos relacionados con la historia más reciente de España, utilizando la distancia fija y las propias manos del artista para narrar, sin mostrar imágenes concretas.

Patricia Esquivias también se refiere explícitamente a la historia de España y lo hace desde una narrativa muy personal que relata hechos y personajes distantes en el tiempo de forma absolutamente subjetiva, entre los que el artista establece una serie de conexiones más que evidentes. Si en Folklore (2006), Esquivias teje un hilo que une a Franco con Jesús Gil, y lo vincula con las fiestas de la cultura rave en Valencia (con todas las consecuencias que ello conlleva), en Folklore II (2008), el artista traza las similitudes entre el rey Felipe II (1527-1598) y el cantante Julio Iglesias, como representantes de imperios globales distantes en el tiempo, pero asombrosamente paralelos.

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Determinación de personaje (2000), de Antonio Ortega, también hace referencia directa a un hecho histórico, al cuadro de Velázquez La rendición de Breda, pero lo hace desde una perspectiva inédita para centrar la atención en otros aspectos. Antonio Ortega toma un monólogo de los cómicos Faemino y Cansado para explorar las teorías del determinismo biológico que relacionan determinadas características físicas con una personalidad concreta. En este caso, el crítico de arte David G. Torres y el artista Óscar Abril Ascaso representan los papeles de Faemino y Cansado, que no son más que una versión contemporánea de los tradicionales payasos Carablanca y Auguste. El monólogo que ofrecen alude a la creación, a su dependencia del poder, e incluye otras referencias a la cultura española.

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Social Sculptures (2005) comparte con Determinación de personaje una forma inusual de abordar la realidad. En Social Sculptures, Manuel Saiz toma como punto de partida la famosa frase de Joseph Beuys “todo el mundo puede ser artista” para su reformulación multidireccional. Tres actores repiten y dan distintas versiones de esta declaración de principios en distintas situaciones y con distintas intenciones. Así, el “todo el mundo puede ser artista” con el que Beuys aludía a la necesidad de que todas las personas pudieran desarrollar su propia creatividad se convierte en “me gustaría ser artista” o “no todo el mundo puede ser artista”.

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No todo el mundo puede ser artista, pero sí puede participar activamente en un proyecto artístico. En Huelga secreta. Inditex (2006), la artista Alicia Framis explora las relaciones interpersonales en el entorno laboral. Lo hace con la colaboración de las empresas e instituciones donde graba sus vídeos. En este caso, utiliza Inditex, el imperio gallego de la moda. Alicia Framis propone la realización de una acción mínima (detener toda actividad durante varios minutos) que hipotéticamente puede tener un impacto enorme (reducción de los índices de producción de las empresas). Alicia Framis nos recuerda así el gran impacto que pueden tener las pequeñas acciones personales.

El círculo de relatos se completa y amplía con Todas las historias (2001) de Dora García, un vídeo que documenta la actuación de una narradora dispuesta a recitar “todas las historias del mundo”. Para la grabación seleccionó 40 historias de las 3000 que había recopilado hasta entonces (y que siguen aumentando en Internet en http://www.doragarcia.net/insertos/todaslashistorias/). El vídeo, lejos de ser una obra cerrada, resuena con la esencia de un proyecto inacabado y abierto: “Un hombre, una mujer recitan todas las historias del mundo. Cuando hayan terminado, todas las historias, todos los hombres y todas las mujeres, todos los tiempos y todos los lugares habrán pasado por sus labios”.

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[Historias mínimas es un programa de video mostrado en diversas sedes del Instituto Cervantes, 2009]