En nuestro presente cada vez más estandarizado y mediatizado, el espacio de acción y de definición individual es cada vez más restringido y está sometido a códigos estrictos. Existe sólo el espejismo de un espacio de presentación individual, que en realidad permite una actuación más como consumidores que como individuos o ciudadanos. En este contexto, la noción de obsesión se entiende como un valor que, precisamente por potenciar una definición de valores absolutamente personal, adquiere connotaciones negativas, asociadas a una fascinación desmedida (por ideales, afinidades, convicciones, objetivos o satisfacciones artificiales y sustitutivas).
Sin embargo, la noción de obsesión puede tener también otro aspecto más positivo y creativo. Así lo entendía, en la década de los setenta, Harald Szeemann cuando proponía la creación de un Museo de las Obsesiones que debía ser un espacio en constante evolución y alejado de cualquier sistema rígido y preestablecido. Esta es, precisamente, la aproximación que propone el ciclo de exposiciones de esta temporada en el Espai 13: la noción de obsesión relacionada con los gestos y las mitologías individuales que definen universos particulares y que, desde la autenticidad, el convencimiento y el entusiasmo (nos referimos, pues, a una obsesión no enfermiza, pero si tozuda y que no desfallece), es capaz de generar nuevas maneras de ver las cosas, de estimular aproximaciones productivas y creativas que pueden ayudar a comprender mejor nuestro el mundo o, cuando menos, de presentar maneras personales de abordarlo, de oponerse a él o de evadirse.
Los artistas de Obsesiones se plantean esta noción (que forma parte de su actitud personal y artística) desde distintas perspectivas: la obsesión entendida como la necesidad de poseer un objeto de deseo (Francesc Ruiz), como copia minuciosa del pasado para, de ese modo, actualizar su sentido y relevancia (Sumi Maro), como necesidad de realizar proyectos imposibles (Joost Conijn), como minuciosidad y detallismo extremos (Thorsten Goldberg) o como repetición incesante de las mismas preguntas o de las mismas acciones para alcanzar un sentido más trascendente (Peter Land) . Se trata, pues, de cinco universos muy particulares que, precisamente por su singularidad, terminan por involucrarnos, al tiempo que evidencian la uniformidad y estandarización que se va apoderando de nuestro presente y de la totalidad de nuestra existencia.
Montse Badia