PENSA/PIENSA/THINK (Exposición colectiva)

TIEMPO

Los Ángeles, 2019
En la azotea del edificio Lloyd, Roy Batty, el jefe del grupo de replicantes rebeldes que ha vuelto a la tierra para conocer el sentido de su existencia, está a punto de aceptar su final: “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. He visto atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhäuser. Todos estos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.
El policía Rick Deckard se convierte en testigo y aliado, a pesar de que su misión inicial era bien distinta: “No sé por qué me salvó la vida. Quizás en esos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca. No sólo su propia vida, sino la de todos. Mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos. ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Cuánto tiempo me queda?”.

Tiempo. La noción de tiempo nos conduce a una gran cuestión filosófica. La certeza de su finitud aboca a un interrogante existencial. Memento Mori. No olvidéis que vuestro tiempo no es eterno y se acabará algún día.
Y claro, el arte puede convertirse en una manifestación de las ideas, “en un caballo de Troya”, como lo definió en una ocasión la artista Ceal Floyer.
Tere Recarens preparó dos grandes contenedores, cuyo contenido sólo podrá ser desvelado el 19 de marzo del año 2014.
Kris Martin hizo una edición de diez esferas doradas cuyo interior alberga un artefacto explosivo que se activará dentro de cien años, en el año 2104.
James Lee Byars coleccionaba “esferas perfectas”, “momentos perfectos”, “frases perfectas”, todo aquello que merece perdurar y que sintetiza la esencia de las cosas, de la existencia.
Las pinturas y los vídeos de Muntean and Rosenblum muestran la nostalgia de una Arcadia que también nos recuerda lo efímero de la vida.
Felix Gonzalez-Torres deja que la pila de caramelos equivalente al peso de su amante enfermo vaya diezmando a medida que los visitantes a la exposición se los van llevando. Montañas de caramelos o pilas de posters van desapareciendo, dispersándose, como la vida.
Con canciones por todos compartidas, cantadas a capela, Susan Philipsz transforma un espacio común en un espacio que de repente podemos hacer nuestro, que vemos de una manera distinta, porque los temas que canta con su voz frágil y desnuda forman parte de nuestra propia biografía.
On Kawara nos recuerda constantemente que sigue vivo.
Kris Martin nos invita a que nos miremos en un espejo en el que, como si se tratara del final de una película están escritas las palabras “The End”.

Tiempo suspendido
Suspender el tiempo. Expandirlo. Para eternizarlo, pero también para evidenciar sus mecanismos. Para poner de manifiesto su sinsentido.
En Sleeping, Andy Warhol filma una noche de ocho horas de sueño del poeta John Giorno. La última imagen de la película es un plano congelado. También registra el Empire State Building durante ocho horas. Tiempo real y tiempo cinematográfico se superponen.
Martí Anson realiza una road movie que muestra todo aquello que una road movie nunca mostraría, esto es, los momentos en los que no sucede nada relevante, los tiempos muertos.
En 24 hours Psycho, Douglas Gordon ralentiza el film Psicosis de Alfred Hitchcok de manera que su duración coincide con las 24 horas en las que se desarrolla la trama de la película. No sólo enfatiza la negación de la narrativa, sino que convierte el suspense de la intriga en una narración suspendida.
Jeff Wall, Gregory Crewdson y otros artistas que trabajan “staged photographies” detienen la acción, pero para hacerla perdurar y para que lo ordinario del momento escogido nos haga ser conscientes de ciertos elementos perturbadores. En definitiva, para hacernos sospechar de lo que vemos.
Alicia Framis también detiene el tiempo, o mejor dicho, las personas que forman parte de diversas empresas e instituciones se mantienen completamente inmóviles durante unos minutos. Su gesto tiene consecuencias pero sobretodo sirve para recordarnos que cualquier acción individual puede tener un impacto extraordinario.

Economías del tiempo
Tiempo es dinero. El uso eficiente del trabajo responde a un sistema mental y económico en el que tiempo equivale a dinero. Nuestro devenir diario está completamente programado. No hay espacios para el imprevisto ni para el encuentro fortuito. El flâneur de Baudelaire, los paseos de los dandies acompañados de tortugas para marcar un ritmo lento; el deambular parisino de Breton en busca de Nadja y también de la poesía; los recorridos a la deriva de los situacionistas… han dejado de ser posibles o se han convertido en actos de resistencia o de asocialización, en intentos de readueñarnos de nuestro tiempo. Hay muchas formas de usar el tiempo y también de perderlo. La respuesta a la efectividad es una apuesta por la individualidad y un posicionamiento contra la estandarización. Es la búsqueda de unos resultados diferentes a los esperados.
El arte puede crear estos marcos de pensamiento. Permite plantear las cosas de otro modo. Permite aproximarse a la realidad desde perspectivas inéditas, desde el absurdo, desde el cuestionamiento de los valores predeterminados, desde la duda.
Francis Alÿs propone viajar de Tijuana a San Diego, pero no a través del camino que cruza la frontera mejicana-estadounidense, sino siguiendo otra ruta, vía Panamá, Santiago, Sydney, Singapur y Bangkok, que tardará treinta y cinco días en completar. También observa algunas “paradojas de la praxis”. Sometimes making something leads to nothing. El artista arrastra un bloque de hielo por las calles de Ciudad de Méjico hasta que se derrite, dejando únicamente un rastro húmedo. No cabe duda, se trata de una estimación absolutamente subjetiva de la economía del tiempo.
Claude Closky se recrea en esfuerzos improductivos, en conocimientos fútiles. Hace inventarios: los primeros mil números por orden alfabético. Colecciona frases hechas ordenándolas de la más larga a la más corta. Enumera los cuadritos de un bloc cuadriculado o hace un listado extraído de la guía de teléfonos de Dôle de 8633 personas de allí que no conoce.
Ignasi Aballí también hace listados extraídos de los periódicos: de personas, de artistas, de obras, de muertos… Malgasta botes enormes de pintura. Construye paredes sin utilidad o rectifica una superficie negra cubriéndola totalmente con tippex.
Para poner una rueda de bicicleta alrededor de una farola, Andreas Slominski hace levantar la farola, deposita la rueda en el suelo y luego vuelve a colocar la farola. Para enviar una carta, hace que una jirafa del zoo lama el sello.

David Hammons lo decidió hace tiempo. “Cuanto menos hago, más artista soy. La mayor parte del tiempo me dedico a estar en la calle y andar”. En 1983, en Cooper Square en Nueva York, David Hammons puso a la venta bolas de nieve, ordenadas según su tamaño sobre una alfombra de colores.
Nos queda la imagen de Hammons con abrigo, sombrero y guantes, en una esquina nevada y delante de una cincuentena de bolas de nieve perfectamente agrupadas, sosteniendo en su mano una de ellas y esperando. Mirando hacia un lado con una expresión entre taciturna, burlona y resignada. Vendiendo bolas de nieve y esperando. Esperando una reacción, una respuesta, un sentido. Simplemente esperando. Tiempo.

Montse Badia
Primavera 2008

(Pensa/Piensa/Think es una exposición co-comisariada por Frederic Montornés, Jacob Fabricius, Ferran Barenblit y Montse Badia)