Una feria de arte no es sólo mercado puro y duro, sino que implica muchas cosas más. De hecho, entre una feria y una bienal de arte se establecen multitud de confluencias. Como muestra, un ejemplo: en el año 2007 coincidieron en Europa cuatro eventos de primera magnitud: el Skulptur Projekte Münster, Documenta, la Bienal de Venecia y Art Basel. El mes de junio se inició con la feria de arte de Basilea y a continuación se fueron sucediendo las inauguraciones de los otros eventos en un lapso de tiempo de dos semanas. La visita sucesiva a Basilea y Documenta fue reveladora de la ambigüedad de las atribuciones y funciones de ambos eventos. Mientras que en la sección Unlimited de Art Basel se exhibían arriesgadas instalaciones, en Documenta se presentaban obras que sin problemas hubieran podido incorporarse al stand de cualquier feria.

Las ferias cumplen un papel importante en el panorama del arte actual, pero no todas las ferias son Art Basel ni Frieze. Una feria es un momento de encuentro entre profesionales, de calibración del mercado y de presentación galerística. Las dinámicas del mundo del arte han cambiado radicalmente, desde las prácticas artísticas, hasta la manera de presentar, comunicar, distribuir, coleccionar y, por supuesto, comercializar. El papel de las ferias se ha vuelto mucho más complejo. Y a ello debemos añadir su proliferación. La competencia es feroz.

Las ferias que funcionan son las que tienen una larga historia y un peso específico importante, como la mencionada Art Basel o las de creación más reciente que han sabido definir su especificidad y posicionamiento, como Frieze. Otras se han reinventado como Artissima. Huelga decir que corresponden a contextos que cuentan con un tejido artístico y cultural consolidados.

De lo que no hay duda es de que el modelo ARCO había quedado obsoleto, y los enormes pasillos vacíos de hace un año lo retrataban a la perfección: una estructura monumental (pero sin el peso museístico de Basel), una laxa selección de galerías participantes, unos programas comisariados discretos y un balance económico que se cuadraba a partir de compras institucionales que se formalizaban durante los días de la feria… Carlos Urroz, su nuevo director, declaraba nada más ser nombrado que lo primero que iba a hacer era reducir espacio y número de participantes.

Dinamismo, nuevas ideas, mejor comunicación, agilidad, fluidez de visitantes y profesionales, encuentros, foros. Pero todo en su justa medida. La gran escala ya no sirve ni los públicos mayoritarios tampoco. Una feria puede ser el lugar ideal o debe contribuir a crear la situación ideal para comprar, para tomar el pulso a la actualidad del arte, para descubrir, para confirmar, para recoger elementos de reflexión, para encontrarse, para ver, para dejarse ver, para debatir, para salir y, last but not least, para convertirse en una cita ineludible que nos lleve anualmente a una ciudad determinada, para revisitarla y disfrutar de su oferta cultural y de ocio.