Los libros siempre han estado relacionados con el saber y con la transmisión de conocimiento. La pérdida y destrucción de libros (la desaparición de la Biblioteca de Alejandría, la quema de libros por los nazis o como argumento de la novela de Ray Bradbury, Farenheit 451, entre otros) se ha identificado con el final de una civilización o con un futuro distópico. Fetichismo y libertad siempre han estado cerca de los libros, desde las instrucciones de la resistencia francesa, que se transmitían ocultas en libros o el fetichismo connaiseur del inquietante personaje de Josep María Pou en la serie Nit i Dia de TV3.
Desde que en 1994, el diseñador gráfico David Carson profetizara The End of Print el debate sobre la desaparición de los libros no ha hecho más que reforzar su presencia, su aura y maneras más libres de autogestionarlos. Las publicaciones vuelven a ser un espacio de recuperación del control, para los artistas más jóvenes, exactamente como sucedió en los años 60 y 70, paralelamente al énfasis puesto en las ideas, en el proceso y en la desmaterialización del objeto artístico. Al igual que Ed Ruscha, Muntadas, Matta-Clark o Baldessari, por citar sólo algunos, la publicación es para los artistas de estos inicios del siglo XXI un medio más de expresión artística que les permite plasmar metodologías de investigación heterodoxas, procesos de trabajo que siguen una lógica propia, aparentemente desordenada en un proceso de prueba-error en el que el artista es creador, editor, comisario y gestor al mismo tiempo.
Las publicaciones realizadas por artistas y las ediciones varias, que incluyen insertos en libros o revistas, posters, pegatinas, vinilos y mil formatos definidos y por definir, adquieren así categoría de obra y pueden funcionar como exposiciones impresas que se mueven por canales de distribución que no son únicamente los institucionales o comerciales. Hablamos de autoedición y de editores independientes, de apasionados de los libros que crean su propia línea editorial, como el diseñador Alex Gifreu con Cru, para quien más que de libro de artista hay que hablar de publicaciones concebidas como pieza, en el sentido que la obra no existe en otro formato físico que no sea una publicación. Existen librerías especializadas como Múltiplos, con Anna Pahissa, una estructura de distribución y difusión de publicaciones de artista que, como ella misma ha definido en alguna ocasión, “trabaja con un material –publicaciones y personas-, que tiene un gran potencial de generación de otras cosas y que va mucho más allá del objeto y de su circulación comercial”.
No es casualidad que ahora que las grandes corporaciones se comen –literalmente- el mundo proliferen las iniciativas de autogestión y empoderamiento, de recuperar el control y de dar valor a la idiosincrasia desde el formato publicación, tan amplio y versátil como cada uno quiera que sea.