SUMI MARO. Masterpieces (ESP)

La minuciosidad es una de las características principales del trabajo de Sumi Maro (Gifu, Japón, 1954). El artista lleva a cabo empresas colosales que le llevan a copiar fielmente obras que se han convertido en hitos de la memoria colectiva, a las cuales agrega sutiles detalles e incorporaciones que actualizan los referentes y su lectura. Es el caso de La Batalla de Alejandro (1529) de Albrecht Altdorfer (1480-1538), una magnífica composición que recrea la mítica batalla de Issos contra el rey persa Darío, en tiempos de Alejandro el Grande (333 d.C.). La historia de esta obra maestra no está exenta de anécdotas: fue, por ejemplo, una de las obras predilectas de Napoleón, que la tenía colgada en su cuarto de baño. En la actualidad forma parte de la colección de la Alte Pinakothek de Múnich. Al igual que Altdorfer, Sumi Maro invirtió más de tres años en la reproducción minuciosa de los detalles de esta obra de unas dimensiones no demasiado exageradas (158,4 x 120,3 cm), en la que, como testimonio a su relevancia contemporánea (y también a sus coleccionistas), incorpora las imágenes del coleccionista, pianista y director de orquesta Christian Zacharias y del propio artista como protagonistas de la batalla.

De hecho, Christian Zacharias, impresionado desde su infancia por la maestría de esta composición y por su cromatismo, fue el verdadero catalizador que marcó el inicio de este trabajo al proponer al artista esa ambiciosa empresa. En la versión de Sumi Maro, Dedicated to Albrecht Altdorfer Sumi Maro Shifts A.A. Soul from the Battle of Alexandria to the Battle of Christian Zacharias , también titulada The Battle (1997-1999), el rostro de Christian Zacharias se reconoce en prácticamente todos los personajes de la escena. Pero La batalla de Alejandro representa además la pugna del artista consigo mismo. En estos tres años de labor, durante los cuales el artista completó una serie de collages , estudios y trabajos preparatorios, la pintura fue adquiriendo distintos significados y, al margen de los aspectos más técnicos, fue tomando connotaciones cada vez más contemporáneas.

La obsesión como copista y como retratista define otra vertiente del trabajo de Sumi Maro. El artista no sólo incorpora a personas cercanas en sus copias de cuadros de la historia, sino que también desarrolla infinitas series de retratos en los que los protagonistas son mujeres con las que mantiene una relación de amor platónico. Aoki o Fatiah son los nombres de algunas de sus musas, que protagonizan sucesivas series de cuadros, que constituyen auténticos devocionarios y determinan diferentes etapas de su trabajo artístico.

Aoki, vestida con su uniforme escolar, aparece en la cuadriga que Zacharias conduce en La Batalla . Es ésta una de las últimas apariciones de Aoki, musa platónica y presencia constante en muchos de los cuadros de Sumi Maro, a lo largo de trece años. En ocasiones, Maro la pinta como protagonista principal. En otras, el retrato de Aoki aparece en los lugares más insospechados (como imagen en el sello del anillo de uno de los personajes, como tatuaje en un brazo, como cuadro dentro del cuadro…).

La segunda de las obras maestras de Sumi Maro se basa en la célebre pintura de Jan van Eyck, El Altar de Gante (1432). Los diez pequeños dibujos y collages de la serie llamada Fatiah – Heiliger Ort in Gent I-X ( Fatiah – El lugar sagrado en Gante I-X ) (2003) son casi relicarios que capturan detalles de la pintura, conocida como “El Cordero Místico”, que se encuentra en la Catedral de Gante. Los collages son una muestra más de la relación tan personal y ciertamente radical que el artista mantiene con las obras maestras de la pintura occidental. Sumi Maro reproduce con gran fidelidad algunos detalles de la pintura y las pega en sobres de correos que han llegado a sus manos, junto a pequeños retratos de Fatiah, su musa, omnipresente a lo largo de toda la serie. Se evidencia, así, la actitud desprejuiciada de Sumi Maro, en relación a la obra que le sirve de referente.

Finalmente, la pequeña obra maestra Weg zu Fatiah V ( Camino hacia Fatiah ) (2001) es un devocionario, altar y, además, capilla que extrae el motivo del célebre cuadro de Leonardo da Vinci La Viegen de las Rocas (1483) para incorporar en la escena el retrato-aparición de Fatiah y que, con una cierta referencia al puntillismo, anuncia la introducción de otros “maestros contemporáneos” (Van Gogh, Gauguin , Lichtenstein, Klee …) que Maro explora en otras series, siempre, inevitablemente, con la presencia de unas musas que dan verdadero significado (y vida, como él mismo ha expresado en alguna ocasión) a sus obras .

Con una total libertad, Sumi Maro se acerca a las obras maestras de la pintura occidental, incorporando sus propias pasiones y obsesiones y sin renunciar a un cierto humor con el que conectarlas con nuestro presente.

Montse Badia
Octubre de 2004