Estamos en una situación de emergencia. Los valores y modelos sociales, políticos y económicos están cambiando y nos tememos que para peor. Hacer un balance de lo que ha sido el año 2013, ya no es un ejercicio inocente consistente en señalar lo que nos ha gustado y lo que no, sino que no puede aislarse del rumbo que están tomando las cosas. El año 2013 empezó mal, con una progresiva pérdida de libertades individuales y una voluntad de generar miedo e inseguridad. La cultura, “la opción política más revolucionaria a largo plazo” como dijo Montserrat Roig, está ahora en el punto de mira.
En el contexto del arte, lo peor han sido los recortes que han precarizado el sector. Las instituciones han visto reducidas sus fuentes de financiación, pero quienes han salido peor parados son artistas, críticos, comisarios, diseñadores y montadores que han visto disminuir dramáticamente sus perspectivas de trabajo. En lugar de buscar soluciones, las instituciones están desorientadas y paralizadas. La crisis y los recortes se han utilizado políticamente para hacer desaparecer iniciativas en las que no se creía, como el Espai Zer01 de Olot, el Centre d’Art de Tarragona o la Oficina de Difusión Artística de la Diputación de Barcelona, entre otros. Can Felipa se salvó, pero por los pelos.
Pero como por naturaleza tendemos más a ver la botella medio llena, hay que mencionar las cosas positivas de 2013. La principal, que hay gente capaz de decir NO y hacer cosas. Ha sido un año en el que han tenido lugar presentaciones, exposiciones, eventos, proyectos, intervenciones, festivales y encuentros en lugares poco habituales (estudios de artistas, las calles de la ciudad, espacios domésticos o la playa). Todas estas iniciativas a cargo de agentes independientes han demostrado que hay vida (y mucha) fuera de la institución. Mencionaremos algunas, como la exposición “A Place no cars go”, organizada por Quim Packard y presentada en su estudio, los festivales Lycra y Plaga, las propuestas de colectivos como Morir de Frío o Azotea, entre otros. Destacan también los espacios independientes que siguen al pie del cañón, defendiendo sus programas, como halfhouse o homesession, y otros como BAR, centrados en el intercambio.
Es muy positiva la celebración de los 35 años del Espai 13 de la Fundación Miró. Las galerías que se repiensan, como ADN que ha inagurado ADN Platform, un espacio para comisarios y artistas, con exposiciones, debates y presentaciones. O la Fundación Tàpies, pionera en hacer accesible su archivo, se ha enfrentado a una tarea que tenía pendiente, la figura de Tàpies. El resultado fue “Contra Tàpies”, comisariada por Valentín Roma.
Y acabamos con los “auguri” para el 2014, del que esperamos que reine una actitud más crítica, con más acción y menos cobardía, más riesgo, más compromiso y más honestidad.