Decía Andy Warhol que «un artista es alguien que produce cosas que la gente no necesita tener pero que él, por alguna razón, piensa que sería buena idea darles». Esta convicción es la que mueve a los artistas a exponerse, a asumir riesgos, a enfrentarse a la posibilidad del fracaso y también a aceptar la eventualidad del ridículo.
Esta idea se hace muy patente viendo estos días el magnífico vídeo «Untitled (Original orchestrated ersatz light version)» (2011) realizado por el artista portugués João Onofre para el Espai 13 de la Fundació Miró de Barcelona. En él, Onofre reúne a una orquesta sinfónica y se atreve a coger el micrófono para cantar una canción de la popular cantante portuguesa Adelaide Ferreira. Lo hace con más valentía que cualidades musicales hasta que aparece ella, la propia Ferreira, derrochando talento y saber estar en el escenario, mientras Onofre va quedando silenciado y en un segundo plano.
Peter Land también se filmaba en procesos obsesivamente repetitivos y condenados al fracaso: vestido como un showman de televisión pasado de moda que inútilmente trata de sentarse en un taburete mientras se cae una y otra vez («Pink Space», 1995); intentando pintar el techo de una habitación encaramado a una escalera de mano, sin poder evitar caerse una y otra vez («Step Ladder Blues,» 1995); precipitándose por una escalera sin fin (The Staircase, 1998) o hundiéndose con su barca en un lago («The Lake», 1999). Tal y como el propio artista declaró en una ocasión: “Supongo que en mi obra, a través de la grabación de actos y su repetición, intento reflejar algunas de las condiciones básicas de mi propia existencia y tal vez conferir una especie de sentido aparente a lo que carece de sentido. (…) Buena parte de mi obra se centra en la desilusión; la impresión de que el sentido se te escapa cuando más lo necesitas; cuando crees que has entendido el mundo tal como es y que has situado las cosas en la perspectiva correcta, de repente sucede algo que viene a arruinar esa sensación. Tu mundo se viene abajo y tienes que volver a empezar.”
En su trabajo «Commission» (2011), el holandés Erik van Lieshout también se expone y tampoco queda muy bien parado. Su «exponerse» se traduce en realizar un proyecto artístico en un centro comercial bastante degradado del sur de Rotterdam. El artista se sumerge en el mundo real y sin la protección que ofrece el marco del arte debe enfrentarse a la curiosidad, la incomprensión, la frustración y la ridiculización.
El artista se expone personalmente como objeto de estudio, con su cuerpo, su yo, sus temores y sus dudas. Al situarse personalmente en situaciones que evidencian diferencias respecto a las normas de la sociedad, revisa la percepción de sí mismo o el sentido social de su ocupación. Bruce Nauman lo dijo hace tiempo: “Se dice que el arte es una cuestión de vida y muerte. Suena melodramático, pero es verdad”.