Para un artista es tan importante que su trabajo sea conocido, reconocido y apreciado, como que sea debidamente contextualizado, que pueda formar parte de toda una genealogía, que se pueda trazar una continuidad en su trayectoria, enlazándola a artistas anteriores y también a artistas de generaciones posteriores. Cinco casos tomados de diferentes momentos y contextos pueden servir para evidenciar este hecho:
Caso 1: En Alemania, los profesores de las Escuelas de Arte acostumbran a ser artistas en activo que pueden acercar a sus alumnos a la realidad del mundo del arte. No sólo eso, sino que los futuros artistas especifican en sus curricula el nombre del tutor con el que han seguido sus estudios. No es casualidad, pues que se pueda hablar de una Escuela de Düsseldorf, con profesores como los Becher, entre cuyos alumnos se cuentan Andreas Gursky o Thomas Ruff, entre otros. Que a su vez, pueden ejercer de profesores en el mismo ámbito.
Caso 2: En el año 2004, Pierre Huyghe firma un artículo en un número especial de la revista Artforum dedicado al Pop Art, que titula “Garden Party”. En él, Huyghe se centra en The Factory, el estudio de Andy Warhol en Nueva York, un lugar de encuentros y colaboraciones. Huyghe subraya los aspectos más cercanos a las “estéticas relacionales” -los lugares de encuentro, intercambio y experiencia- categoría en la cual él mismo era incluido. De esta manera, la relación “Warhol y yo” quedaba establecida y nada menos que en una revista tan influyente internacionalmente como Artforum.
Caso 3: Gabriel Orozco conoce la importancia de hablar con otros artistas y durante mucho tiempo organizó tertulias y encuentros en su casa de México. Cuando en el año 2000 el trabajo de Gabriel Orozco empieza a tener una cierta visibilidad y le proponen presentar una exposición extensa de su trabajo en el Museo Tamayo de México, Orozco no busca un comisario de renombre para trabajar con él, sino que busca a un grupo de comisarios recién salidos de la universidad. Como a menudo le gusta comentar al artista Antonio Ortega a propósito de esta anécdota, no deja de ser una forma eficaz de asegurarse el agradecimiento y un lugar como referente para las generaciones posteriores.
Caso 4: Jorge Oteiza es el gran referente para los artistas vascos, a favor o en contra, como padre al que hay que seguir o como padre al que hay que matar, la mayoría de los artistas que trabajan en el País Vasco han analizado, debatido y discutido su trabajo y su legado.
Caso 5: En Catalunya cuesta establecer genealogías. Hablamos de grandes nombres aislados como Miró, Dalí o Tàpies. Miró quiso crear el Centro de Estudios Avanzados en la Fundació Miró pensando en generaciones más jóvenes. En cambio, una genealogía a partir de Tàpies resulta difícil de trazar. Con Muntadas o Aballí encontramos un inicio de actitud abierta y dialogante en relación a los artistas más jóvenes. Sin embargo, rastrear una genealogía que empiece en la segunda mitad del siglo XX es un problema todavía no resuelto.
A veces trazadas por la historiografía, en otras ocasiones desde la coetaneidad o por los propios autores para forzar la pertenencia a esa genealogía deseada o para discutir con sus antecesores más cercanos, lo que evidencian estas relaciones es su importancia en la trayectoria de los artistas y en la creación de contexto.