El ser humano necesita confiar en la realidad, aferrarse a ella, aunque seamos conscientes de que vivimos en la no-realidad. En otras palabras, que lo que en los medios de comunicación se llama realidad no deja de ser una construcción. Dos exposiciones recientes, la Bienal de Berlín y Antifotoperiodismo, en la Virreina Centro de la Imagen, en Barcelona, abordan el tema de la realidad, aunque poniendo el énfasis en aspectos distintos.
Was draußen wartet (Lo que espera ahí fuera) es el título elegido por Kathrin Rhomberg, comisaria de la Bienal de Berlín. Su planteamiento parte de la idea de que vivimos en la no-realidad, conocemos las mentiras públicas (que van desde las armas de destrucción masiva hasta la crisis económica) pero a la vez necesitamos tener referentes «reales». Los trabajos que ha seleccionado se mueven en dos vertientes: los destinados a evidenciar los mecanismos de construcción de la realidad, por un lado y aquellos que exploran una realidad cotidiana que pasa por la experiencia personal. Entre los primeros destaca el vídeo de Renzo Martens, Episode 3 (2008), un film de 90 minutos que se desarrolla en el Congo. A partir de preguntas aparentemente inocentes (¿por qué todas las bolsas que proporciona Unicef a los refugiados y que estos utilizan para cubrir los techos de sus casas tienen logo? o ¿la avioneta que viene a recoger muestras de oro y minerales, trae medicinas en el viaje de ida?) se va evidenciando una «realidad» en la que las tropas de la ONU protegen a las empresas que extraen el oro y cuando éstas terminan su labor y se trasladan, lo hacen también las tropas y, en consecuencia, deben hacerlo las ONGs. Pero Martens no cae en maniqueísmos. La realidad es mucho más compleja. No permite que el espectador deje de pensar y se sienta «tocado» por las fotografías de niños hambrientos, sino que explicita los códigos de construcción de las imágenes de la pobreza. Todo el film gira en torno a una idea: la explotación de la pobreza por parte de agencias y ONG’s, entre otros. En unas escenas que no pueden dejar(nos) indiferentes, Martens intenta convencer a los fotógrafos de un estudio local de fotografía, que si reconvierten su negocio y en lugar de fiestas y celebraciones registran todo lo negativo (miseria, muerte y violencia), pueden ganar un poco de dinero. Y les acompaña y alecciona en la manera en que deben retratar a niños famélicos desnudos enfatizando su desnutrición, tal y como hacen los fotógrafos de las agencias. Por supuesto, nadie compra los trabajos de los fotógrafos locales. Nada cambia y el film de Martens (al igual que las fotografías de la pobreza) no son para «ellos», para los habitantes del Tercer Mundo, sino para nosotros, para los consumidores del Primer Mundo.
Este film también está presente en Antifotoperiodismo, la exposición comisariada por Carles Guerra y Thomas Keenan que analiza la puesta en crisis del fotoperiodismo tradicional y la apertura a posiciones menos hegemónicas y miradas más críticas. Exposiciones como éstas y trabajos como el de Martens nos reconcilian con la idea de que desde el arte todavía es posible cambiar la percepción de algunas cosas.