1.
«El futuro será aburrido», escribía J.G. Ballard en su libro «Autopsia del nuevo milenio».
Un extenso y fascinante recorrido por el universo del escritor J .G. Ballard puede verse estos días en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (http://www.cccb.org). Ballard es un escritor de culto. Existe una manera de mirar el mundo típicamente ballardiana. Existe una mirada ballardiana que es capaz de penetrar, con agudeza premonitoria en la cara sórdida del cambio, en el lado siniestro de la historia, a partir de una lectura implacable de la lógica de los acontecimientos.
«Vivimos en un mundo gobernado por ficciones de toda índole», escribe Ballard en el prólogo a «Crash»,»la producción en masa, la publicidad, la política conducida como una rama de la publicidad, la traducción instantánea de la ciencia y la tecnología en imaginería popular, la confusión y confrontación de identidades en el dominio de los bienes de consumo, la anulación anticipada,en la pantalla de TV, de toda reacción personal a alguna experiencia. Vivimos dentro de una enorme novela. Cada vez es menos necesario que el escritor invente un contenido ficticio. La ficción ya está ahí. La tarea del escritor es inventar la realidad».
Su infancia en Sanghai, su niñez y adolescencia en el campo de internamiento de Lunghua, tras la invasión japonesa y el estallido de la Segunda Guerra Mundial; la articulación de su voz como escritor; la influencia del surrealismo; el encuentro con la ciencia-ficción; la catástrofe como elemento de transgresión; la tecnología, los accidentes y la pornografía; la amenaza interior… son algunos de los momentos claves de este recorrido por la trayectoria de este escritor que, como define Jordi Costa, comisario de la muestra, «es un poeta que escribe como un forense. Alguien que recuerda, narra y trenza una ficción como quien realiza la autopsia de sí mismo». Alguien que en alguna ocasión afirmó que el único futuro que le interesaba eran los próximos cinco minutos.
2.
Otra manera de agitar las percepciones y las consciencias: los fotomontajes de los años 30. El Museo Ludwig de Colonia (http://www.museum-ludwig.de)se sumerge en los fotomontajes políticos de los años 30, tanto de autores conocidos como John Heartfield como de otros recién descubiertos, como es el caso de Jacob Kjeldgaard (1884 – 1964), que trabajó bajo el pseudónimo de «Marinus» para el periódico francés «Marianne». A comienzos de la década delos 30, Heartrfield realizaba ácidos fotomontajes que mostraban a un Hitler que «tragaba oro, pero hablaba chatarra», a un águila luciendo la esvástica, o a un Hitler estrangulado por una figura cadavérica de nombre «crisis». Unos años más tarde, y fuertemente influenciado por los fotomontajes que Heartfield realizara para AIZ (Arbeiter-Illustrierte-Zeitung), Jacob Kjeldgaard firmaba como Marinus sus colaboraciones en Marianne, un periódico quincenal editado en Francia, cuya portada tenía un marcado acento crítico. Entre 1932 y 1940, Marinus publicó cercade 200 fotomontajes en los que el ácido humor se veía reforzado por la utilización de referentes de la historia de la literatura y la pintura (Leonardo, Delacroix, Rodin), el cine (Ben-Hur) o la ópera («Tristán e Isolda»), para convertir a Hitler en el estúpido enamorado de la ópera de Wagner, en un poco eficiente pintor de paredes, en uno de los náufragos de «La Balsa de la Medusa»(junto a Goering y Goebbels) o en uno de los protagonistas de Laocoonte. No deja de resultar curioso (y preocupante también) que algunos de estos fotomontajes bien podrían actualizarse y serían pertinentes comentarios del presente, simplemente cambiando los rostros de sus protagonistas por los de los políticos de turno, tanto de ámbito local, nacional como mundial. Aunque quizás los verdaderos herederos de los fotomontajes de los años 30 no están en el mundo del arte, sino en otros ámbitos (y la televisión puede ser uno de ellos) que se centran en la sátira política. En ese sentido, algunos gags de «Polònia» están bien cerca del espíritu subversivo y crítico de Heratfield o Marinus.
3.
Un humor muy parecido, tan extraño como mórbido preside los monotipos que David Shrigley presenta en el mismo museo. Shrigley trabaja con dibujos, animaciones, instalaciones,fotografías, libros, posters, discos, postales, esculturas,múltiples y camisetas… Una gran variedad de medios y formatos para jugar con elementos que nos resultan muy familiares, incorporar lo inesperado y revelar así el absurdo. Otra forma de crítica, de crear extrañeza, incomodidad, de despertar los sentidos y las percepciones.
En octubre, Shrigley expondrá en el Centro de Arte Santa Mónica de Barcelona. Una fatal (pero oportuna) casualidad que su humor ácido y profundamente desencantado coincida con el final (abrupto) de una etapa del centro.
4.
«El futuro será aburrido», escribía Ballard en»Autopsia del Nuevo Milenio».