James Lee Byars lo escribió en el año 1968: «I founded a fictitious museum in New York in ’68 and collected 1,000,000 minutes of attention to show”. Ese mismo año, Andy Warhol hizo toda una declaración de principios en el catálogo de una exposición en el Moderna Museet de Estocolmo: «In the future, everyone will be world-famous for 15 minutes». Bruce Nauman es otro ejemplo de artista que continuamente ha demandado la atención del espectador, a veces mediante órdenes explícitas (Please/Pay/Attention/Please, 1973 y Pay attention, 1973). Aunque las intenciones en todos estos casos eran muy distintas, los tres apuntaban hacia algo que ya entrado el siglo XXI se ha convertido en un bien escaso: la atención.
Es curioso que mientras las formas de vida contemporánea nos obligan a ser multitareas (estemos o no capacitados para ello), cada vez hay más casos de diagnósticos infantiles de “síndrome de falta de atención”. No puede ser de otra manera. Nos hemos acostumbrado a hablar por teléfono mientras hacemos una búsqueda en google, al tiempo que tenemos abiertas varias pestañas en el navegador para ir consultando las diferentes redes sociales de las que formamos parte (y a las que tenemos que “alimentar” de alguna manera si no queremos desaparecer del mapa social-virtual). ¡Agotador! Y en el fondo, poco eficiente. Nuestra concentración está constantemente fragmentada.
Una de las primeras personas que introdujo el concepto de “economía de la atención” fue el economista y especialista en las ciencias sociales Herbert A. Simon, en su artículo «Designing Organizations for an Information-Rich World» escrito en 1971, refiriéndose a que la riqueza de información implica la muerte de otra cosa, esto es, de la atención de los receptores, de manera que la sobreabundancia de información crea una pobreza de atención y una necesidad de localizar ésta eficazmente.
Los publicistas lo descubrieron hace tiempo y por eso en sus estrategias consideran esencial captar la atención de un posible cliente que acabe adquiriendo un determinado producto o servicio. Pero hemos llegado a un punto en el que la finalidad buscada ya no es ese acto final de la compra, sino que atraer la atención se ha convertido en un fin en sí mismo y algunos estrategas económicos no sólo hablan de la “economía de la atención” sino también de “transacciones de atención”.
En arte, la necesidad de atención siempre ha estado ahí, en el anhelo de exponerse y de ser escuchados y apreciados. Ahora esta urgencia por estar presente se traduce en una multiplicación de eventos y actividades, de que pasen muchas cosas. El riesgo es pasar desapercibido o que los 2 segundos de visibilidad (que seguramente es en lo que se han convertido los 15 minutos de fama de Warhol) pasen demasiado rápido.