Sobre el tiempo y la experiencia. A partir de «Retrospectiva» de Xavier Le Roy en la Fundación Tàpies

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Muchos artistas se proponen explorar los límites del museo, cuestionar la institución o redefinir la práctica artística. Pero, a menudo, no es desde las grandes visiones, sino desde la simplicidad como se pueden poner en entredicho todas las categorías que a priori parecen inamovibles. Xavier Le Roy en la Fundació Tàpies se acerca a varias preguntas clave sobre la experiencia artística.

Bruce Nauman lo intentó creando pasillos imposibles que ponían al espectador en situaciones de gran incomodidad; Dan Graham confrontó al público con su propia imagen; Abramoviċ/Ulay obligaron al visitante a entrar en la sala de exposición por el estrecho pasillo que permitían con sus cuerpos desnudos. Si algo tienen en común todas estas experiencias es el hecho de que en cierta medida modificaban la experiencia del espectador y le obligaban a comportarse de una manera diferente a la habitual en un museo. Unos años más tarde, Rirkrit Tiravanija, Philippe Parreno y otros también crearon situaciones nuevas en las instituciones, cocinando u organizando charlas. De nuevo, el cambio en el tiempo y la experiencia del espectador modificaban completamente el rol y la percepción de la institución.

Xavier Le Roy nos ofrece estos días la posibilidad de experimentar la Fundación Tàpies de una manera totalmente diferente tanto temporal como espacialmente. La “Retrospectiva” que propone viene de la experiencia retrospectiva de los intérpretes en relación a algunos solos de sus coreografías. Sin vídeos, objetos ni documentos desactivados (a excepción de uno de los espacios), las salas vacías de la Fundación están ocupadas por seis intérpretes que recrean fragmentos, entablan una conversación con el visitante y le explican aspectos de su experiencia personal en relación a la pieza. En realidad, la simplicidad esconde un mecanismo un poco más sofisticado en el que la puesta en escena contempla no sólo las tipologías de los solos que se evocan y lo que se cuenta, sino también las entradas y salidas de los intérpretes en relación a la entrada de nuevos visitantes o el equilibrio entre los aspectos más interactivos y los performáticos.

Como visitante o espectador, los códigos están claros tanto en un espacio de exposiciones como en un teatro. Pero ¿qué ocurre cuando los códigos se intercambian? Pues que tiempo y espacio se ven totalmente alterados. No existen cartelas, ni textos explicativos, es únicamente la vivencia de lo que se nos cuenta y el cómo lo incorporamos a nuestra experiencia lo que genera una nueva percepción en relación al trabajo de Le Roy y en relación a la propia institución. Despojados de teorías, prejuicios o corazas, el visitante se ve confrontado a una experiencia real. Y, en ese sentido, no puede dejar de aparecer la referencia a Tino Sehgal, de quien en A*DESK hablábamos ya hace tiempo y quien, por cierto, formó parte de la compañía de Le Roy en diversos proyectos. En las “situaciones construidas” de Sehgal puede pasar que los guardias de seguridad del museo realicen extrañas coreografías, que diversas parejas vayan recreando besos célebres de la historia del arte o que el visitante sea preguntado por un niño acerca de lo que cree que es el progreso.

En “Retrospectiva” podemos saber lo que hacían los diferentes intérpretes en el momento en que Xavier Le Roy presentaba alguna de sus coreografías y podemos dialogar acerca de nuestra propia experiencia. La obra termina haciéndose a partir de las interpretaciones, el tiempo y el propio espectador, es el resultado de la interacción entre público e intérprete. Desde la simplicidad y el contacto directo se redefine qué es la obra y cuáles son los papeles de artista, espectador e intérprete.

Puede sonar a tópico, pero es cierto que vivimos un cambio de paradigma. Existe un conflicto entre la visión patrimonialista del arte, de aquéllos objetos y documentos que hay que preservar y otra aproximación que responde a un cambio en los modos de producir, distribuir, presentar, percibir y, por supuesto, preservar y coleccionar. Tino Sehgal está presente en el circuito artístico, pero no permite que sus trabajos se comercialicen de manera tradicional. Prima la experiencia presente por encima de la memoria. Desde la coherencia, redefine las convenciones del mercado para evitar caer en la misma trampa que los conceptuales. Xavier Le Roy presenta sus coreografías en teatros y también en el circuito artístico. Da peso a la presencia, la experiencia y la representación. Los registros documentales son eso, documentos para ser consultados, no comercializados. Las preguntas están en el aire: ¿cuál es el papel de la institución?, ¿del espectador?, ¿de la obra/la pieza/el trabajo?. Propuestas como la de Le Roy y otros ponen en juego todos estos interrogantes.

(ENG)
Many artists propose exploring the limits of the museum, questioning the institution or redefining artistic practices. However, often it is not through grand visions, so much as through simplicity, that one can call into question all the categories that a priori seem immovable. Xavier Le Roy at the Fundació Tàpies considers various key questions about the artistic experience.

Bruce Nauman tried to do it by creating impossible corridors that placed the spectator in very uncomfortable situations; Dan Graham confronted the public with the image of itself; Abramoviċ/Ulay obliged the visitor to enter the exhibition space through the narrow passage permitted by their nude bodies. If all these experiences have something in common, it is the fact that they have modified the experience of the spectator to a certain extent and obliged the spectator to behave in a way that was different than usual in a museum. A few years later, Rirkrit Tiravanija, Philippe Parreno and others also created new situations in institutions, cooking or organising talks. Once again, the change in time and experience of the spectator completely modified the role and perception of the institution.

At the moment Xavier Le Roy offers us the possibility of experiencing the Fundació Tàpies in a totally different way, temporally as much as spatially. The “Retrospective” that he proposes comes from the retrospective experience of the interpreters in relation to some of the solos in his choreographies. Without videos, objects or deactivated documents (with the exception of one of the spaces), the empty rooms of the Fundació are occupied by six interpreters, who recreate fragments and strike up conversations with the visitor, to whom they explain aspects of their personal experiences in relation to the piece. In reality, the simplicity hides a slightly more sophisticated mechanism in that the setting of the scene contemplates not just the typologies of the solos that are evoked and what they recount, but also the entrances and exits of the interpreters in relation to the entrance of new visitors, or the balance between the more interactive and more performatic aspects.

As a visitor or spectator, the codes are clear, in an exhibition space as much as in a theatre. However, what happens when the codes are interchanged? Well then time and space are seen totally altered. There are no labels, nor explanatory texts, it is solely the experience of what we are recounted and how we incorporate it that generates a new perception in relation to the work of Le Roy and to the institution itself. Stripped of theories, prejudices or cuirasses, the visitor is confronted with a real experience. And, in this sense, one can’t avoid referring to Tino Sehgal, to whom A*DESK dedicated an article a while ago and who, incidentally, formed part of Le Roy’s company in diverse projects. In the “constructed situations” of Sehgal it can happen that museum security guards can carry out strange choreographies, different couples can recreate famous kisses from the history of art or the visitor can be asked by a child about what he thinks progress is.

In “Retrospective” we learn what the different interpreters were doing when Xavier Le Roy presented some of his choreographies and we can discuss our own experience. The work ends up taking shape out of the interpretations, time and the spectator, it is the result of the interaction between the public and the interpreters. The simplicity and direct contact redefine what the work is and what are the roles of the artist, the spectator and the interpreter.

It may sound trite, but it is true that we are living a change in paradigm. There exists a conflict between the patrimonial vision of art, those objects and documents that have to be preserved and another approximation, one that responds to a change in modes of production, distribution, presentation, perception and of course, preservation and collection. Tino Sehgal is present in the art circuit; however, he doesn’t allow his works to be commercialised in a traditional manner. Experience takes precedence over memory. With coherence, he redefines the conventions of the market, in order to avoid falling into the same trap as the conceptualists. Xavier Le Roy presents his choreographies in theatres and also in the art context. He lays the emphasis on presence, the experience and representation. The documentary recordings are just that, documents to be consulted, not commercialised. Questions hover in the air: what is the role of the institution? Of the spectator? Of the act/the piece/the work? Propositions such as that of Le Roy and others set all these questions in motion.