«El espectáculo de lo cotidiano». Así se titula la décima edición de la Bienal de Lyon que acaba de inaugurarse hace sólo unas semanas. Recientemente también se clausuraba Photoespaña’09 en Madrid dedicada a «Lo cotidiano». Si, como decía Harald Szeeman, los artistas son los sismógrafos de los cambios que se producen en la sociedad, no cabe duda que el interés de los artistas (y de los comisarios, las exposiciones/ bienales y otros eventos) por la vida diaria puede ser un reflejo de las preocupaciones, los intereses, las dinámicas y las necesidades del momento presente.
CAMBIOS DE PARADIGMA. El comisario de «El espectáculo de lo cotidiano», Hou Hanru parte de la premisa de que vivimos en un mundo en el que todo es espectáculo, desde una imagen, hasta una revista, pasando por una exposición y que, de manera paralela, existe lo que llamamos «la vida diaria», en la que intentamos no dejarnos arrastrar irremisiblemente por la lógica del consumo que acompaña al espectáculo. La idea de la bienal se centra en dibujar el contexto de esta «sociedad del espectáculo» para resaltar precisamente el mundo menos visible de lo cotidiano, con todo su potencial de autonomía y de creación. Salvando las distancias, son premisas que no están tan alejadas del poema Preguntas de un obrero ante un libro de Bertold Brecht «(…) Una victoria en cada página. ¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria? / Un gran hombre cada diez años. ¿Quién paga sus gastos? (…)».
Vivimos en un cambio de paradigma en el que el individuo aparece de nuevo en el centro. Las ciudades son nodos de relaciones. La comunicación es en tiempo real y también bidireccional. Todos podemos ser emisores y receptores a la vez. (Otra cuestión es de qué manera la acumulación de información hace que sea muy difícil seleccionar, desarrollar criterios y crear una opinión propia).
GESTOS MÍNIMOS, GRAN IMPACTO. Las nuevas formas de relacionarnos actualmente hacen que los «yo» que hablan sean casi tantos como individuos y que su discurso haga referencia a su entorno más cercano. A veces, la idea de lo cotidiano, omnipresente en facebook, youtube y en los blogs, se identifica con lo anodino e intrascendente, en los 15 minutos de fama que preconizó Andy Warhol, en los reality shows o en la prensa amarilla. En otras ocasiones, lo más próximo y personal, los gestos mínimos, pueden convertirse en acciones de mayor impacto capaces de cambiar las cosas, aunque sea mínimamente. En ese sentido, y volviendo a la Bienal de Lyon, la mirada crítica e irónica de los dibujos de Dan Perjovski, las performances de Dora García que se confunden con la realidad, la farola de Eulàlia Valldosera invadiendo un espacio interior o las acciones mínimas de Leopold Kessler en el espacio público no son más que gestos de baja intensidad, cuyo potencial se basa en su capacidad para reconocer ciertos mecanismos y hacernos cambiar nuestra percepción y concepción de las cosas. Y ese puede ser sólo el primer paso que conduzca a otros cambios más profundos.