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"Reflexiones y análisis sobre arte contemporáneo y cultura."

La necesidad de contar historias no es ajena a los artistas contemporáneos, ya sea para investigar las relaciones entre real y fictício, entre público y privado, para poner en escena sentimientos muy personales o para evidenciar arquetipos sociales. Las influencias del cine y la literatura, o las referencias explícitas a ellos, aparecen bien presentes en estos trabajos. A continuación, proponemos un recorrido por siete ejemplos puntuales y paradigmáticos de artistas contemporáneos que asumen el papel de narradores.

Joseph Beuys
Cuenta la leyenda que un joven Beuys, voluntario de las fuerzas armadas alemanas fue destinado a Crimea y participó en diferentes unidades de bombardeo. En 1944, su avión se estrelló y más tarde fue llevado a un hospital militar donde fue atendido. Pero Beuys siempre puso énfasis en el momento del rescate, cuando fue encontrado por una tribu de tártaros que cubrieron su cuerpo con grasa animal y fieltro hasta que se recuperó. Este y otros hechos documentan su voluntad de ficcionalizar su propia vida. Las historias, las ceremonias, los rituales desempeñan un importante papel en la biografía artística de Joseph Beuys. En su primera exposición individual en una galería, en el año 1965, Beuys realizó una performance mítica, Cómo explicar cuadros a una liebre muerta, en la que los distintos materiales y acciones tenían un valor simbólico. El artista era visto a través del cristal de la galería. Su rostro aparecía cubierto con miel y hola de oro. Una pieza de hierro se acopló a su bota. Beuys sostenía en su regazo una liebre muerta, en cuyo oído murmuraba diversos sonidos así como explicaciones a los dibujos que colgaban de las paredes.
Vito Acconci
Vito Acconci empezó siendo poeta, pero en 1969 abandonó, literalmente, la página por la calle. En Following Piece, una vez al día, fuera cual fuera el lugar en el que se hallaba, Acconci escogía al azar a una persona de la calle y la seguía hasta que desaparecía en algún lugar privado, como podía ser un despacho, una casa, etc. La duración de estas salidas podía ser de unos minutos o de varias horas, en función de las ocupaciones de las personas seguidas (una comida en un restaurante, una sesión de cine, etc.). El seguimiento era cuidadosamente registrado por Acconci con detalladas anotaciones del tipo: „ a las 7:28 entra en Italian Kitchen, 124E. 14th Street“ o „a las 8:10 entra en la Academy of Music Movie Theatre, 126E. 14th Street“. Acconci empezó a enviar por correo las anotaciones mecanografiadas de sus seguimientos a diferentes personas del mundo del arte. Acconci invadía, así, el espacio „público“ de los individuos con el mismo efecto que si hubiera invadido su espacio privado. De esta manera, el artista penetraba el espacio privado aunque se estuviera moviendo en las esfera pública. Asimismo, en algunas de sus performances, registradas en vídeo, Acconci utiliza el primer plano para establecer una relación con el espectador, al que habla directamente. En Theme Song, por ejemplo, Acconci rememora canciones de los Doors, Bob Dylan o Van Morrison que introduce con envolventes monólogos.

Sophie Calle
Sophie Calle fotografía y escribe a pesar de que no es fotógrafa ni escritora. Crea dispositivos ficcionales como en El detective (1981), para el que pidió a su madre que fuera a una agencia de detectives, y contratara a uno para que la siguieran e informara puntualmente de sus actividades. Era una forma de aportar un testimonio fotográfico de su existencia y a la vez evidenciaba dos registros distintos de una misma actividad (la de la artista y la del detective). En otros trabajos, Calle provoca situaciones arbitrarias que adoptan la forma de un ritual. Es el caso de Los Durmientes (1979), en el que pide a varias personas que le concedan horas de sueño, que vayan a dormir a su cama y que se dejen fotografiar. Los documentos fotográficos, las entrevistas y los comentarios se convierten en las pruebas de este recorrido.

Pero sin duda la relación más directa de Sophie Calle con la literatura es la colaboración, o mejor, el intercambio realizado con el escritor Paul Auster. Para su novela Leviathan, Auster se inspiró en Calle, en su vida, manías y rituales, para el personaje de Maria Turner, una fotógrafa que hacía fotos de personas a quienes seguía, se colaba de camarera en hoteles o bares o que una noche actuó en un “strip-tease” de Times Square y pidió a una amiga que le hiciese fotos mientras actuaba. Unos años más tarde, realiza la exposición Double Game, que divide en tres secciones: la vida de María y su influencia en la vida de Sophie, la vida de Sophie y su influencia en la vida de María y «una de las muchas maneras de mezclar ficción con realidad o cómo intentar convertirse en un personaje ficticio», para lo que propone a Auster que cree un nuevo personaje fictício que guie su vida durante un año, oferta que Auster rehúsa, aunque le ofrece una serie de instrucciones para mejorar la vida en la ciudad de Nueva York (entre otras, sonreir a los desconocidos).

Ignasi Aballí
El trabajo de Ignasi Aballí comparte muchas inquietudes con el universo del escritor Georges Perec. Al igual que Perec, Aballí analiza con precisión, ironía y de una manera exhaustiva todo lo que nos rodea, la vida cotidiana y sus aspectos más anodinos e imperceptibles, lo que podríamos definir como infra-ordinaire, y que a menudo nos pasa inadvertido. La referencia a Perec no es casual. El trabajo Desapariciones parte de los trabajos cinematográficos del escritor francés Georges Perec y consiste en veinticinco carteles relacionados con cada uno de los diferentes proyectos cinematográficos con los que Perec estuvo vinculado, tanto los que llegaron a realizarse como de los que no. Muchas de las imágenes que aparecen en los carteles están recuperadas de obras anteriores o en proceso de Ignasi Aballí. Por ello, suponen una mezcla de ficción y realidad a la vez, un territorio intermedio entre la obra literaria de Perec y la obra plástica de Aballí. El vídeo Desaparición fue realizado a partir de la interpretación de un guión escrito por Perec para una película titulada Signe Particulier: néant que no llegó a producir. Perec se autoimpuso como tema o condición previa que durante la película nunca se vería la cara de los actores. Para él era el equivalente de su novela La disparition escrita sin la letra e. En su versión actual aparece ante el espectador una larga sucesión de imágenes reales (fotografías) extraídas de diferentes medios de comunicación, revistas, etc, en las que, por diferentes motivos, no se ve la cara de los personajes que aparecen en ellas. Como si fueran subtítulos, se puede leer a lo largo de toda la proyección, el listado de las 68 situaciones en las que no se ve la cara de los personajes y que Perec proponía como base para su proyecto de película.

Emma Kay
Su proceso de trabajo se inicia con una selección de obras claves de la literatura o del conocimiento universal y en su reelaboración a través de la memoria personal. La artista reconstruye obras históricas, geográficas o ficciones épicas reescribiéndolas a partir de su memoria y siguiendo unas normas personales que le impiden consultar la fuente original. Es el caso, por ejemplo, de Shakespeare from memory. En otras ocasiones, la artista sí consulta la fuente original, para extraer una sistemática relación de objetos de obras como la Biblia (2717 objects in order of appearance, 2000), o Guerra y Paz (2117 objects in order of appearance, 1997), por poner dos ejemplos. Al igual que en sus ejercicios memorísticos anteriores, las normas que rigen la selección de los objetos son tan personales como arbitrarias.

Jill Magid
A Jill Magid le gusta contar historias y le fascinan las personas que cuentan historias. “Digamos que soy la protagonista de la novela de otra persona”. Jill Magid extrae citas de las novelas de Jerzy Kosinski, un escritor de origen polaco que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y cuya biografía parece sacada de una de sus novelas. Magid escribe novelas, como Lincoln Ocean Victor Eddy (L.O.V.E. según el alfabeto secreto de los policías). En ella, Jill Magid vuelve a su ciudad tras haber vivido cinco años en el extranjero. Como vive en Brooklyn coge el metro a menudo y no sale de su asombro cada vez que escucha por megafonía el anuncio de que “por razones de seguridad” cualquier pasajero puede ser objeto de un registro. Sin dudarlo, Jill se acerca a un oficial y le pide que la registre. La negativa del policía deriva en un acuerdo: la posibilidad que la artista lo acompañe durante sus rondas de vigilancia nocturna. Dos mundos opuestos (una joven artista independiente y emprendedora y un policía de Staten Island que sólo una vez en su vida salió de Nueva York y fue para visitar Disneylandia) que despiertan mutua fascinación.

Dora García
Dora García selecciona historias. Dora señala, actúa como una directora de cine que cuenta historias, desencadena una situación, nos sitúa en un escenario o nos hace partícipes de un juego cuyas reglas se parecen mucho a la realidad y por eso mismo nos permiten cuestionarla. En 1991, Dora García realiza Contes Choisis una instalación en la que el retrato de Guy de Maupassant se contrapone a dos enigmáticas esculturas que definen su interés por la narración y la ficción. En el año 2001, Dora García inició un trabajo, todavía en proceso, que se titula Todas las historias, cuya ambición es la de reunir “todas las historias del mundo. El lector que decida leerlas en voz alta se convierte en performer de Todas Las Historias y, cuando haya terminado, todos los hombres y mujeres, todo el tiempo y todos los lugares, habrán pasado por sus labios. La dificultad estriba en que casi cada día nuevas historias se añaden a esta lista”.

Recientemente, Dora realizó The Beggar’s Opera, un proyecto presentado en el Skulptur Projekte Münster’07 y que consistió en una serie de performance realizadas por un actor que interpreta a un mendigo, Filch, inspirado en el aprendiz de mendigo de la ópera de John Gay, que a su vez inspiró a Bertolt Brecht en La Ópera de Tres Peniques. Filch es un personaje que se mueve libremente por las calles de Münster. Sus aventuras, encuentros y observaciones eran anotados en el cuaderno de bitácora www.thebeggarsopera.org así como una serie de monólogos que fueron representados en el Metropolis Kino de Münster y que aparecen ahora recogidos en una publicación.

“Siempre he considerado el arte, no sólo como una forma
magnífica de preguntar, sino también como un puente
sobre el cual los demás puedan pasar”

Una conversación con Jaume Plensa

Jaume Plensa es un artista de una sólida y reconocida trayectoria internacional. Nos encontramos en su taller, en las afueras de Barcelona en una calurosa y tranquila mañana de verano, en un impasse en los numerosos preparativos para los proyectos que está realizando en lugares tan diversos como Londres, Málaga o Cincinnati, por citar sólo algunos. Tal vez sea la libertad que proporciona el saberse no unido a un único lugar, sino que cualquier lugar del mundo puede ser el destino de su próximo proyecto, lo que hace que, en su caso, la sabiduría de la experiencia se mantenga en perfecto equilibrio con el entusiasmo por cada una de las propuestas e ideas que desarrolla. Fascinación es una de las palabras que más a menudo acude a su discurso: la fascinación por algunos escritores y poetas, por las palabras, por las contradicciones y las dualidades, por la fragilidad del ser humano… La fascinación, o la obsesión, parece ser el motor que le va impulsando a desarrollar y profundizar en sus ideas. Es, precisamente, esta aproximación la que le permite la utilización de los más variados medios y soportes (escultura, dibujo, grabado, sonido, texto, luz, obra gráfica…), así como el trabajo y la colaboración en ámbitos distintos a los tradicionalmente artísticos -museos, galerías y centros de arte-, para desarrollar escenarios para ópera o proyectos para el espacio público, entre otros.

Durante nuestra conversación repasamos algunos de los aspectos centrales de su trabajo, como la luz, el sonido, el silencio o las palabras, pero sobre todo, hablamos de su visión de las cosas, de su concepción de la escultura como el mejor medio para plantear cuestiones, de la importancia de mantener una actitud y saber reconocerla en los otros y de la necesidad de acercarse a la esencia de las cosas y no quedarse en aquellos aspectos cambiantes o “periodísticos”, como él mismo los llama.

Montse Badia: Me gustaría que, para empezar esta conversación, me explicaras cuáles son los principales ejes temáticos de la exposición que presentas en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga

Jaume Plensa: Esta exposición llega cinco años después de la que hice en el Centro de Arte Reina Sofía. Han pasado muchas cosas durante estos cinco años de trabajo, pero la principal ha sido la de poder definir con mayor claridad la estrecha relación del cuerpo humano con el “todo”. No me refiero a un cuerpo periodístico, es decir, al cuerpo en su día a día, sino más bien a la idea del cuerpo como extensión y representación del mundo y la naturaleza. Esta aproximación al cuerpo es muy parecida a la utilización de textos en mi obra. Un texto está compuesto de palabras y estas palabras a su vez de letras, que como pequeñas células vivas, distintas unas de otras, van creando relaciones hasta formar entes más complejos que a su vez se relacionan con otros, y así sucesivamente, expandiéndose sin interrupción. Un cuerpo es muy parecido, formado también por fragmentos inconexos con vida propia que, como contenedores cargados de memoria que pueden actuar separadamente, deciden relacionarse con otros llegando a crear organismos muy complejos. Es fascinante su falta de coherencia en las partes y la increíble unidad en su asociación. Si pensamos en una nariz, un pie, una oreja, etc. aparentemente sin ningún parentesco, no se parecen en nada, pero en colaboración se transforman en una unidad compleja, en un fragmento del “todo” al que llamaremos cuerpo, naturaleza, mundo, cosmos…
La exposición de Málaga llega en un momento en que mi trabajo habla de la fusión entre lo simple y lo complejo, entre lo pequeño y lo grande, entre lo particular y lo general.

MB: Acabas de mencionar algunos aspectos que son esenciales en tu trabajo. Me refiero a los referentes literarios, al juego de opuestos… Vamos a hablar un poco acerca de estos temas. Empecemos con una de estas piezas, un autorretrato en el que aparecen grabados en el cuerpo los nombres de escritores que han tenido un significado especial para ti

JP: Yo he crecido entre textos, entre palabras. Nunca tuve una cultura visual. Me formé entre libros. Mi familia estaba más próxima a lo escrito y a lo musical que a lo visual. Muchos de los autores que, por suerte, conocí de muy joven, para mí han sido, no sólo grandes autores, sino compañeros de viaje, amigos que han ido confirmando mis intuiciones. Ha habido gente maravillosa que me ha ayudado en este camino: William Blake, Elias Canetti, Baudelaire, Dante, Goethe, Vicent Andrés Estellés, que era un poeta de Valencia extraordinario… A unos los descubrí muy joven, a otros más recientemente, como a William Carlos Williams, un poeta que me ha impresionado profundamente.
Nunca he pretendido ilustrarlos, en cambio he utilizado todo este bagaje, esta información como material de trabajo. Aún me sorprende cuando oigo a la gente hablar de escultura en términos como “es un escultor en madera” o “ es un escultor en hierro”. Parece que todo quede resumido en la superficie formal cuando a mi entender el material es simplemente un vehículo. La verdadera materia de la escultura son las ideas. Y estas ideas están, son energía que emana de los objetos, de los espacios, de las personas… Creo que estos compañeros de viaje, estos escritores y su mundo de la palabra me han ayudado a entender que la escultura no es un problema de peso, medida o volumen, sino más bien un problema de energía. En palabras de Blake: ”Un pensamiento llena la inmensidad”. Creo verdaderamente en este principio y en la poesía como herramienta de trabajo. Me parece que el poeta es quien manifiesta una actitud verdaderamente radical. Los poetas saben de antemano que nunca vivirán de su obra y esto en un mundo cultural tan comercializado en el que el actor económico y el mercado se han vuelto tan presentes, es como una luz a seguir, como un faro en la noche, un referente de libertad intelectual. Muchas de mis obras son pequeños homenajes a la actitud del poeta ante las cosas. El poeta es uno de los principales motores de la sociedad.

MB: Y tu escritura personal, publicada o no, ¿forma parte también de tu proceso de trabajo?

JP: He escrito muy pocos textos. Respeto demasiado a los escritores para escribir mucho, pero hay momentos en los que un texto es necesario y es solo entonces cuando escribo. Aunque siempre son muy cortos y muy condensados, les doy mucho valor, son parte de mi obra. Todo participa de un mismo proceso.

MB: Aunque los referentes que tú mismo citas acostumbran a ser literarios, cuando hablas de escultura como de un vehículo para comunicar ideas, y observando los diferentes medios con los que trabajas en función de esta idea, por similitud en cuanto a actitud y aproximación no puedo dejar de pensar en un artista como Bruce Nauman. No sé si para tí Nauman es un referente, pero sí que me gustaría que me dieras algunas pistas de artistas que te interesan o con los que te identificas

JP: Me alegro mucho de que Nauman exista, o de que exista Richter, porque confirman intuiciones. Aunque nuestros orígenes culturales o generacionales son distintos, creo que tanto ellos como yo bebemos de las mismas fuentes. De niño me fascinaban Miró y Calder por su extrema pureza. Poco a poco Duchamp me mostró un territorio anti-picassiano en donde las obras eran como icebergs ocultos en la profundidad, En todo caso, con los años, me gusta imaginar el arte y los artistas como una constelación de islas autónomas que como gotas de lluvia van fertilizando el suelo.
Cuando hace años expuse en el Jeu de Paume, en París, recuerdo que había una comisión pedagógica para explicar las exposiciones a escuelas y profesores. Hicimos una reunión y me preguntaron sobre mis fuentes de inspiración a nivel literario. Yo les propuse que nos reencontráramos una semana más tarde, ellos con el material que consideraran que eran mis fuentes y yo con las mías. Y así lo hicimos. El jueves de la semana siguiente, lo recuerdo muy bien, ellos llegaron cargados de libros de filosofía y yo traje mis libros de poesía. Fue muy interesante porque habíamos llegado a las mismas conclusiones pero partiendo de puntos muy distintos. Es en esta potencial diversidad donde encuentro la justificación y el alimento.

MB: No sé si estarás de acuerdo en que la práctica artística es una forma de interrogación sobre el mundo. ¿Crees que la escultura es el mejor medio para plantear cuestiones, para agitar conciencias, estimular el pensamiento o hacernos conscientes de ciertos valores o dinámicas?

JP: Lo digo desde hace muchos años, incluso he utilizado el signo de interrogación en mi obra.
La escultura es la mejor forma de plantear una pregunta. Si el arte puede tener algún valor, por supuesto, es el de plantear permanentemente las grandes cuestiones. Los científicos nos han ayudado mucho en este aspecto, su búsqueda metódica les ha llevado cada vez más lejos pero cuando creen atisbar un final vuelven de nuevo al principio, como Sísifo, a las mismas grandes preguntas. Creo que durante el siglo XX los científicos llegaron más lejos que los filósofos. Si relees a Einstein estarás de acuerdo conmigo en la sencillez de sus planteamientos, en su magisterio, en la claridad con que comunica sus ideas. Te pega una bofetada clarividente que te ayuda a crecer, con razón fue declarado el hombre más influyente del siglo pasado. Los científicos han utilizado las ideas como materia y la materia como idea, con mucha más humildad que los filósofos, han planteado de nuevo situaciones que potencian la duda positiva. No la duda protectora, no la duda cobarde, sino la duda como un motor.
Si durante tu vida logras plantear una o dos preguntas correctamente, puedes darte por satisfecho. La respuesta…no es tan importante.
Tanto poetas como científicos han ido muy lejos durante el siglo XX en comparación con el mundo del arte que a veces parece un pollo sin cabeza.
Este siglo que empezamos promete ser interesante en cuanto al replanteamiento de valores, redefinir el significado de palabras demasiado gastadas por el uso y sobre todo revisar de nuevo las actitudes. Si decíamos que el arte es una forma magnífica de preguntar, también lo es su función de puente sobre el que otros puedan pasar. Es una suerte vivir entre dos siglos.

MB: Te veo muy optimista refiriéndote al siglo XXI y pienso que estamos viviendo momentos muy complejos a todos los niveles…

JP: Bueno, estamos hablando de arte

MB: Sí, pero decíamos que es una forma de interrogación sobre el mundo… Mi cuestión también va en esa dirección, ¿el arte es un mecanismo para recordar valores y principios? Y en estos momentos vemos que de una manera muy cínica se utiliza la coartada de la seguridad para camuflar formas implacables de control, etc etc

JP: En los años 80 ya pedía una transformación profunda, no de las formas, sino de las actitudes. Se malentendía, como algo obsoleto, reivindicar una ética ante las cosas.
Si te dejas cortar un trocito de dedo y después otro, y otro, y otro, al final sólo tienes muñones. Fíjate que esto ha pasado con la mentira. La mentira se ha instaurado en nuestra sociedad como una forma de valor. Sí, hablamos de lo político, pero ¿y artísticamente?
Siempre he creído que el arte y la vida son lo mismo, no me preocupa crecer como artista, me preocupa crecer como hombre, formarme como persona. El arte debe ser la consecuencia de la vida.
No nos engañemos, el arte es un reflejo de la sociedad en que vivimos. Aunque parezca una paradoja, soy muy positivo con el arte y muy negativo con el mundo del arte (con este mundo del arte réplica o clon del mundo político en el que se ha instaurado, también, la mentira)
Los cambios de siglo son épocas de grandes errores. Creo que los dirigentes del mundo del arte actual están cumpliendo perfectamente su función histórica, que es equivocarse.

MB: Tu trabajas en espacios de exposición y en museos, pero también en el espacio público. Este es quizá un ámbito en el que puedes liberarte de estos tics y condicionamientos que se relacionan con este mundo del arte que te incomoda. ¿Cuáles son las premisas cuando te enfrentas a una intervención in situ, en un contexto muy específico?

JP: Una exposición en un museo o en una galería podría ser como editar un libro después de pasar años escribiéndolo. En ello hay un trabajo personal e íntimo, en principio dirigido a ti mismo, que de pronto alguien considera interesante mostrar a los demás.
El espacio público es muy distinto, en él se suele invitar al artista a aportar soluciones a un lugar que aún no está resuelto o no existe. Esta aproximación que en muchos casos es imperfecta se ha ido mejorando con la experiencia.
La relación arquitecto-artista se está normalizando y cada vez es más fluida. No hay competición posible entre ambos, y esto está dando sus frutos.
Si el arquitecto crea cuerpos de gran belleza formal, el artista puede insuflar vida y crear el alma.
El político está entendiendo lentamente la importancia de esta aportación que como decía el poeta es un arma cargada de futuro, combinando el mundo práctico del arquitecto con el mundo espiritual del artista.
Para penetrar en este espacio llamado público y articularlo, se debe pensar en quién, como y porqué van a utilizarlo.
El espacio es un paisaje y la obra del artista, la última pincelada de un trabajo global. Siempre he pensado que la obra en el espacio público ha de tener la función de fijar, como la base de un perfume, esos olores más fugaces y frágiles que genera la sociedad. La sociedad como cuerpo complejo y dinámico en transformación donde los individuos nacen y mueren permanentemente creando información que luego tiende a desaparecer con ellos.
La información personal es el perfume de la sociedad y una obra en el espacio público ha de ayudar a conservar este perfume, a ser la memoria de todos estos individuos en permanente transformación.

MB: Ya que hablamos de proyectos en el espacio público, podríamos hablar en términos más concretos, por ejemplo, de tu intervención en Chicago, The Crown Fountain en el Millennium Park, que es bastante emblemática y ya lleva un tiempo instalada. ¿Cómo ha sido el proceso y la recepción de este trabajo? ¿Cómo ha sido la reacción del público y cómo la vive en el espacio público?

JP: The Crown Fountain ha sido como un resumen de todos los proyectos que he hecho a lo largo de los años. Cuando la ciudad de Chicago me invitó a hacer este proyecto, mi principal interés fue crear un lugar para la gente. El espacio público no es un museo, por eso intenté desarrollar la idea mediterránea de la plaza como lugar de encuentro. Quería que mi trabajo fuera una excusa para que la gente tuviera un lugar donde estar y encontrarse. Básicamente, el proyecto consiste en una gran superficie plana de 2200 m2, de granito negro, en cuyo centro hay una gran lámina de agua, creando un contraste entre el mate de la plaza y el brillo del agua. Quería cumplir un viejo sueño, andar sobre el agua y compartirlo con la gente. La lámina de agua es de 3 milímetros y sobre ella la gente puede caminar cómodamente. En cada extremo de esta lámina de agua hay dos torres hechas con bloques de vidrio, que alojan en el interior de cada una de ellas y mirándose cara a cara, unas pantallas LED en las que van apareciendo 1000 caras filmadas en vídeo de habitantes de la ciudad. Estos rostros vivos en un momento dado, sacan agua por la boca. Esto se relaciona con otro de mis sueños u obsesiones, que era recuperar la idea de gárgola en el espacio público, la gran fuente urbana. Las fuentes naturales transmiten la idea de la vida. Cuando se empezaron a hacer fuentes en lugares públicos, siempre se intentó representar esta vida natural con caras mitológicas, de divinidades, por cuya boca manaba agua, la idea más primaria de dar vida a través de la boca. Esto aparece en todas las mitologías y religiones. Yo quería recuperar esta idea en el espacio público actual, pero utilizando a la propia gente que vive en la ciudad como mitología. Ya no es necesario buscar a dioses, los dioses somos nosotros y es la gente anónima la que hace crecer una ciudad, le da tono y carácter. He estado trabajando en el proyecto durante cuatro años y medio y de este tiempo, casi dos años, los hemos empleado filmando caras. Con mi equipo hicimos un casting para encontrar el mosaico más amplio de razas, colores, edades o posiciones sociales, es decir, todos los registros que forman la sociedad. El casting no se basaba en la belleza del rostro, no hay rostros más bellos que otros, la gente es incomparable. Fue una experiencia extraordinaria. El día de la inauguración hubo una especie de euforia popular, la gente adoptó mi escultura en segundos. Nunca me había pasado de una forma tan directa. La pieza se ha convertido en un icono de la ciudad. Es tal vez la primera vez que en el espacio público el agua es un elemento natural que se puede utilizar, sentir la humedad y por eso me gustó titularlo „Fuente“, The Crown Fountain. Crown es el nombre de la familia que ha financiado la pieza. Me gustó dejarlo clarísimo, como en los encargos que se hacían en el Renacimiento. El espacio público nunca es un problema de uno solo, es necesario al menos un segundo personaje que haga posible tus ideas y me gustó fundir, en esta ocasión, mi obra y su nombre en el título. Aunque ellos eran muy reticentes, al principio, me gustaba la idea del nombre de una familia más las mil caras de gente de la ciudad.
Ha sido una pieza que ha tenido un éxito popular enorme. Y esto me satisface mucho porque creo que esta es una de las funciones prioritarias cuando trabajas en el espacio público. Nunca he querido participar en competiciones o en encargos para monumentos a muertos. Prefiero celebrar la vida, la muerte ya está implícita en ella.
The Crown Fountain nunca será un memorial. La tecnología quizá quede obsoleta con los años, la gente envejecerá o desaparecerá. Creo que es el efímero gran homenaje a la vida. Su éxito popular ha sido espectacular, se ha llenado de gente en busca de la humedad, igual que las abejas, las aves o las libélulas. Es verdaderamente como una representación de la naturaleza en el espacio urbano. Siendo todo virtual, es quizá la pieza que me ha salido más física, la que transmite de una manera más directa todas las emociones que siempre intento plasmar en mi obra.
Es una pieza muy compleja a nivel técnico, que requirió la ayuda de una gran equipo con el que he trabajado durante estos años. La obra ha recibido varios premios internacionales, pero la mejor recompensa, sin duda, ha sido la reacción de la gente absorbiendo la obra como parte integrante de su vida cotidiana.

MB: Muy diferente imagino es Breathing, el proyecto que preparas para Londres, para el edificio de la BBC

JP: También la función es muy distinta. Estructuralmente, el proyecto ya está instalado, pero por razones técnicas de construcción, el edificio se inaugurará en la primavera del 2006. Es un proyecto de luz y de vidrio. La función de esta pieza, que está situada en el techo del edificio, es la de un faro. Como la luz en la noche que orienta a los barcos que se acercan a la costa. Yo lo concebí así y la BBC aceptó el proyecto inmediatamente. Es una luz que en la noche de Londres recordará que el silencio es muy importante. Breathing (Respirar) se apoya en la idea poética de rozar con el dedo húmedo el borde superior de una copa y arrancarle un sonido, una vibración, la vibración de la propia materia; giras y giras alrededor del vaso y el sonido crece y se expande. Mis trabajos con gongs y címbalos rozan también principios similares. Esta obra habla del silencio, del sonido ausente. Es un cono invertido de vidrio y acero inoxidable clavado en el techo del edificio, alrededor del cono, grabado en espiral ascendente se puede leer un texto que escribí sobre el silencio. Al caer la noche desde el interior del cono se proyecta un haz de luz blanca vertical de 2 km de altura creando un puente simbólico entre la tierra y el cielo. La BBC es una fábrica de palabras y conocen bien el silencio, por ello he dedicado esta obra al silencio, al espacio entre las palabras.

MB: El silencio es muy importante en estos momentos en relación a un presente tan ruidoso y con tanta contaminación de información

JP: Sí, he hablado de ello muchas veces. Todas las obras llamadas Wispern, que he trabajado con címbalos –en Málaga incluyo una gran instalación- vienen de esta voluntad de producir silencio. Vivimos un momento tremendamente ruidoso a nivel de ideas. Es muy difícil estar solo. Wispern es como la representación del metrónomo de la naturaleza en el que regularmente una gota al caer percute en el un címbalo provocando un sonido. Es curiosa la reacción de silencio profundo que provoca en el espectador, frente a esta pieza, se da cuenta de lo ruidoso que es, él y su cuerpo, y entonces intenta adoptar actitudes silenciosas en sus movimientos y en sus pensamientos. Cuando esto sucede, se abre un camino maravilloso entre los objetos que forman la escultura porque se perciben los sonidos con gran nitidez creando una especie de sinfonía musical. Este es mi pequeño homenaje a Blake. He utilizado sus Proverbios del Infierno grabándolos en los címbalos. Cada proverbio cambia el sonido del címbalo porque al grabar en el metal, se pierde materia, alterando la cantidad de metal del címbalo, y de una forma muy sutil cambia también el sonido que este címbalo produce. De alguna manera es el sonido de la ausencia de las palabras. Es una pieza que genera una emoción muy profunda y también es un trabajo en progreso. Hace muchos años que hice la primera versión, con una pieza, en Italia, en la Fundación Gori. La segunda, con siete címbalos, la hice en la Kestner Gesellschaft de Hannover. La tercera, con veintiún elementos, la hice en el Centro de Arte Reina Sofía y la repetimos en el Museo de Ljubljana en Eslovenia. En la siguiente, ya fueron cuarenta y una piezas y la presenté en la Iglesia de Santo Domingo de Pollença. La instalación de Málaga tiene cuarenta y cuatro piezas. Sólo he añadido tres más, pero al final, cuando la pieza esté completa, tendrá setenta y tres címbalos, el mismo número que los Proverbios del Infierno de Blake.

MB: En este trabajo, y creo que en tu obra en general, son muy importantes los opuestos, representar las cosas mediante su opuesto. Blake es obviamente la referencia para esta forma dialéctica de comprensión de lo real. ¿Cómo entiendes la utilización de opuestos o de contradicciones?

JP: Los opuestos son los motores que crean la fricción. Y de la fricción nacen las cosas. Si yo quiero hablar del silencio, no dejaré la sala oscura y en silencio. Me parece una banalidad. Para trabajar con el silencio, lo mejor es trabajar con su opuesto. Siempre que puedo intento rehuir de los aspectos más periodísticos del arte, de la descripción del día a día. Por supuesto, me interesa lo cotidiano, pero en lo cotidiano también están las cosas que siempre están. Lo cotidiano evoluciona y se transforma pero hay algo más, un substrato que permanece. Me preocupa más esto que lo que se va transformando con el gusto, con la época.
Me interesan los opuestos que siempre están en fricción. No me interesa por ejemplo, el juego de oposición en los partidos políticos. No es esta la oposición que yo busco. La oposición entre el mundo musulmán y el mundo occidental está demasiado manipulada, me interesan las contradicciones personales del ser humano. Me fascina el sonido de la sangre y te aseguro que la sangre de un musulmán, de un judío, de un católico o de un protestante suenan igual Los opuestos están por encima del gusto de la época. Utilizo opuestos de concepto más amplio, general, quizá universal como amor-odio, día-noche, luz-oscuridad, padre-madre, materia-espíritu, deseo-sueño… es algo implícito en nuestra propia naturaleza y desde que el hombre es hombre estamos intentando desentrañar este misterio que a mí tanto me fascina. Estos opuestos me ayudan a crecer. Por ejemplo, que una pieza pese mucho y no te des cuenta, me fascina. Que una pieza pese mucho y te des cuenta, es una vulgaridad. Esta falta de sutileza en el mundo del arte creo que es la representación de una falta de sutileza en el mundo de las ideas y de la política. Aunque tampoco me parece bueno insistir mucho en ello. Quiero recordar que hay cosas que siempre serán importantes y que es necesario que alguien las mantenga entre algodones, porque son de una gran fragilidad. Pienso que los opuestos son uno de estos grandes temas. Sin opuestos no existiríamos. A veces, en estos proyectos que he hecho de ópera me preguntaban porque había situado la acción de La Flauta Mágica en el cerebro. Creo que el cerebro es el lugar más salvaje de nuestro cuerpo. Es donde todo ocurre fuera de nuestro control. Por mucho que tú te esfuerces, si dos ideas se quieren encontrar, se encuentran, a pesar de ti. Me fascina esta contradicción. Todo el mundo piensa que el cerebro es la parte más racional, pero en realidad es la más irracional. Por ejemplo, me divierte que la gente se acerque a Duchamp considerándolo un artista muy intelectual. Creo, al contrario, que es uno de los artistas más emotivos, impulsivos e intuitivos. Esta imperfección, este proceso mental es lo que nos hace humanos y crea estas contradicciones. Los opuestos para mí representan la fragilidad del ser humano.

MB: Y en ese ser humano, en el cuerpo humano, a menudo grabas palabras (nociones como Fe, Integridad, Prudencia, Orden), tatúas estas palabras para que permanezcan. ¿Es necesario volver a grabar estos valores para no olvidarlos?

JP: Creo que ha habido una pérdida muy fuerte de contenido en las palabras. Pero las palabras serían como la punta del iceberg de toda la sociedad. Cuando se instaura la mentira, es una consecuencia de toda una forma de actuar y de progresar. Pérdida de contenido no significa que la palabra mienta, sino que significa otra cosa. No hay un contenido moral en esto. La idea del tatuaje siempre me ha fascinado. Aunque me parezca una obviedad tatuarse, porque la vida es el gran tatuador. En uno de mis textos digo algo así como “Tengo todo el cuerpo tatuado ¿Te gustan mis tatuajes? ¿Te gustan aunque estén hechos con tinta transparente?” Este es el quid de la cuestión. Todos llevamos el cuerpo tatuado, pero con tinta transparente. La vida nos va tatuando y de pronto encuentras a alguien que sabe leer en tu cuerpo este tatuaje. He utilizado mucho la idea del tatuaje, como en la serie de esculturas El hombre de Tel Aviv. La cultura judía, se basa en la palabra, en un punto, en una coma. Mueves una coma de sitio y cambia el sentido de todo, del mundo, del universo.
También la he trabajado en la serie de los Tattoos, figuras silenciosas y replegadas sobre ellas mismas en las que escribo cosas que me parecen importantes. Ahora he terminado una con todas las enfermedades mentales; en Málaga muestro mi autorretrato grabado con nombres de escritores; he cubierto Tattoos con preguntas escolares de geografía, con El Cantar de los Cantares, con todos los conceptos de la frenología…

MB: Y también has grabado palabras en Las Tres Gracias, en las que partes de las cartas que Oscar Wilde escribió al editor del periódico Daily Chronicle, hablando de la precariedad de la situación en la cárcel, a partir de sus experiencias en Reading y proponiendo reformas carcelarias relacionadas con las necesidades básicas del cuerpo y la mente

JP: Uno de estos escritores que siempre me ha tenido enganchado es Oscar Wilde. No sé porqué pero me interesan más sus cartas que sus obras literarias. Como Blake, Wilde tuvo la facultad de fundir lo popular y lo culto, y en sus cartas encuentro esta ansiedad de volar muy alto intelectualmente y a la vez estar muy próximo a la gente. Las cartas de Wilde son fantásticas, especialmente alguna de las que escribió desde la cárcel de Reading, porque pese a querer ser periodísticas, no lo consiguen, fue más allá, fue a la esencia de las cosas. Desde hacía años estas cartas estaban en mi mesilla de noche, pero nunca había encontrado el momento adecuado para utilizarlas y finalmente lo hice para la exposición de este año en Londres. Utilicé la idea de las tres gracias, que es un clásico de la escultura y tomé los tres conceptos que Wilde describe como los tres problemas fundamentales de la cárcel: el insomnio, el hambre y la enfermedad. Si lo lees atentamente te preguntas ¿de qué cárcel habla Wilde?. Uno puede acabar siendo la cárcel de si mismo y Oscar Wilde es un buen ejemplo de ello. Wilde buscó la belleza de una forma tan radical que acabó destruyéndole. Él fue su propia cárcel y allí murió de hambre, pero ¿de qué hambre?, murió de insomnio, ¿de qué insomnio?, de enfermedad, ¿de cuál? Siguiendo este hilo, he utilizado conceptos que no son dualidades, como hablábamos antes, sino tríos de palabras: el mudo, el ciego, el sordo; el cielo, el infierno, el purgatorio… que son muy parecidos a la idea de la enfermedad; el hambre y el insomnio, en boca de Oscar Wilde se convierten en iconos.

MB: Es un regalo que en el catálogo de esta exposición en la Albion Gallery de Londres reproduzcas estas cartas de Oscar Wilde y a la vez se hace muy evidente que tu propuesta no las ilustra

JP: Me parecía importante que el espectador pudiera descubrir estas cartas, porque a veces a la gente le da pereza el apartado epistolar de un escritor. Y a veces encuentras tesoros escondidos. Ahorré al espectador el trabajo de descubrirlas y reproduje aquellas que sentía más cercanas. También una frase aislada muy bella que Wilde escribió: “vivamos como espartanos, pero hablemos como atenienses”. Wilde era un hombre que perseguía la belleza, pero no como forma sino como inquietud. La estética no es un problema formal sino un problema de actitud. Siempre lo he vivido así. Por eso, cuando empecé a leer a Oscar Wilde no me influyó, sino que constaté que era posible mi manera de ser. Por esto lo valoro como valoro a Blake o Baudelaire… Baudelaire hizo un viaje increíble a la isla de la Reunión. Cuando en una ocasión el gobierno francés me pidió un proyecto para la Isla de la Reunión, no me lo podía sacar de la cabeza. Cuando Baudelaire era joven, quería ser escritor y quería triunfar en París. No tenía padre y su tío, un militar convencido de que los intelectuales eran blandos y no servían para nada, se propuso “hacerle un hombre”. Lo embarcó en el puerto de Burdeos en un barco mercante a conocer mundo, a formarse con los marineros. El barco iba a la isla de la Reunión y tardó tres meses en llegar. Cuando llegó, Baudelaire no quiso bajar del barco, ni conocer la isla. El barco volvió a Francia y Baudelaire bajó en el puerto, se fue a París y nunca más volvió a ver a su tío ni a nadie más de su familia. Es decir, que su tío hizo un trabajo perfecto, pero al revés. Esta idea del viaje interior siempre me ha fascinado. Creo que Wilde era un hombre así. Dicen también que cuando Listz viajaba en carromato siempre bajaba las cortinas de las ventanas para que el paisaje no le afectara. Elias Canetti siempre habla del ciego como viajero. Yo creo mucho en esto. No me preguntes porqué, pero hay un magnetismo con las cosas y, de pronto, sin saber por qué, se te pega una cosa en el cuerpo, y resulta que es Oscar Wilde. ¿Cómo haces un amigo? Pues se te pega en el cuerpo, y ya no te puedes imaginar la vida sin aquella persona, sin aquel libro o sin aquellas palabras. Yo intento vivir así. Las cosas llegan de una forma natural y releo una otra y otra vez…

MB: Otra obra muy metafórica, y también relacionada con un libro es Wonderland, de las que has hecho varias versiones, con una serie de puertas adosadas a la pared, que no conducen a ningún lugar …

JP: En la época en que hice la primera versión de Wonderland, creo que fue el año 1992, estaba trabajando en Inglaterra, preparando el proyecto The Personal Miraculous Fountain para la Fundación Henry Moore. Siempre pensaba en Alice in Wonderland, la niña que cambia de escala para atravesar una puerta. La puerta, siempre me ha fascinado porque es uno de los símbolos mas arcaicos en cualquier cultura. En un diccionario encontré una definición que decía: “puerta: lo más importante de una casa”. Y no había nada más. Una puerta, grande o pequeña, gruesa o ligera, parece poco importante, pero en cambio lo tiene todo. Obliga a tomar una decisión, pasar o no pasar. Recuerdo que en Roma, un amigo me enseñaba lo que quedó de la casa de un alquimista, y era sólo el dintel de la puerta y la piedra en el suelo de la entrada. La ruina en sí no tenía más valor que la inscripción grabada en la piedra del suelo y que decía: “si sedes non is” y leída al revés: “si non sedes is”. La idea básica de la alquimia, del movimiento y de la transformación. La antiburguesía. Si te paras, no te mueves. Si te mueves, avanzas. Extraordinario. Hay también una pieza muy interesante de Duchamp que es una puerta que no está abierta ni cerrada. Pero incluso la puerta de Duchamp me parecía banal porque, ¿para qué abrirla o cerrarla? ¿qué importancia tiene que no esté abierta ni cerrada? En realidad, todo lo que pasa en una puerta pasa en ti. Entonces decidí hacer estas puertas de hierro fundido, muy pesadas, reproduciendo un modelo real. Hice treinta y ocho, una para cada año de mi vida. Fue muy interesante ver la reacción del público frente a las puertas, mirando, expectactes, como ante un espejo. Esta fue la primera versión de Wonderland. La siguiente versión fue en Valence, Francia, donde instalé veintiuna puertas en distintos lugares emblemáticos de la ciudad: el Palacio de Justicia, el cuartel de bomberos, la caserna militar, el ayuntamiento, el río, el castillo al otro lado del río, etc creando un itinerario que redescubría a la gente su propia ciudad. Más tarde hice una tercera versión en Dallas, con puertas hechas de parafina blanca. La versión que presento en Málaga es la de Valence, que nunca se ha mostrado en España.

MB: El papel del espectador es muy importante aquí, y en todos tus trabajos, como en la serie de piezas que has hecho con cortinas metálicas en las que reproduces El Cantar de los Cantares o incluso en una versión anterior, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en las que el espectador, realmente atraviesa la pieza

JP: Cuando era niño e iba con mi madre a comprar, me fascinaban las tiendas con cortinas metálicas en la puerta para protegerse de las moscas y que al entrar hacían ese ruido característico. Hace un par de años hice mi primera cortina. Utilicé poesía, mis ocho poetas, ya que siempre he pensado que la poesía es, en sí misma, una protección, como las cortinas de mi infancia. Las cortinas invitan a pasar y provocan ese sonido, ese tintineo mágico al caminar entre ellas. Están hechas de acero laminado, muy tensado, de manera que con un ligero contacto suenan de una forma muy aguda y muy bella. De estas cortinas he hecho también tres versiones: la primera fue con mis ocho poetas, la hice en París; en la segunda utilicé la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Creo que actualmente, para vergüenza del mundo, es uno de los textos, por contradicción, más poéticos, ya que no aplicamos ni una sola coma de los deseos que escribimos hace tantos años. La hice para el Wilhelm Lehmbruck Museum de Duisburg y se titula Glückauf? que es el saludo de los mineros en Alemania, significa suerte arriba, suerte en la superficie. La situación política mundial viste un tono tan bajo y tan oscuro, que me pareció adecuado retomar esta emotiva palabra alemana un poco en desuso. Hay una tercera versión que empecé para la exposición de este año en Londres, The Song of Songs, compuesta de veintitrés cortinas con El Cantar de los Cantares. Si hay algún texto erótico, cercano al erotismo con el que Miró soñaba, es éste. Es un texto de gran belleza y creo que el público mediterráneo puede ser muy sensible a la poesía que emana del Cantar de los Cantares.
Como oposición, en esta exposición en Málaga presento Wanderers Nächtlied, que también habla de dualidades. Son dos cabinas de nilón blanco translúcido, dentro de las cuales se oye el sonido de mi sangre. Dos piezas de 4 metros de largo, 2 de alto y 1 metro de ancho cada una. Enfrentadas una a otra, forman un largo pasillo por el que se puede transitar, en cada uno de los extremos hay un banco de nilón donde poder sentarse a escuchar el sonido de la sangre pasando por la femoral en un extremo, y por la yugular en el otro. En la femoral el sonido es casi como un canto tántrico y en la yugular como el viento. Piensa que al pasar por la femoral, la sangre va a una velocidad de 1.6 metros por segundo, ¡su presión es enorme! Es una pieza muy bella.

MB: Todos tus trabajos tienen una escala muy humana, ya sean receptáculos, cabinas, figuras… Esto también es muy consecuente con tu preocupación por el ser humano

JP: Sí, habíamos hablado antes de mi obsesión por la célula, por el módulo, por el fragmento individual que decide relacionarse con otros para crear entes complejos. Creo que el ser humano es un fragmento más de esta interrelación entre todas las cosas y que el arte debe ir en su búsqueda, creando pequeños movimientos que generen otros movimientos, ondas de energía que ayuden a expandir la vibración del ser.
A veces pienso que el artista es como un niño que al soplar una vela está creando un huracán, que al llorar provoca inundaciones, que al reír ilumina ese mundo aparentemente incomprensible que los mayores se obstinan en ocultar.

Montse Badia

Diversas localizaciones en Berlín: Postfuhramt, Allianz Treptowers, Kunst-Werke Berlin, S-Bahnbögen Jannowitzbrücke
Del 20 de abril al 20 de junio del 2001

«No soy una teórica. Yo me baso en lo que considero que es relevante en arte y lo que creo que está cambiando en el mundo del arte. Me importa el discurso crítico del arte así como los temas relacionados con el contexto». Con estas palabras, publicadas en el catálogo de la segunda edición de la Bienal de Berlín, respondía Saskia Bos, su comisaria, a las preguntas de Annie Fletcher acerca de las premisas teóricas que habían determinado la selección final de los artistas participantes. Ciertamente, el discurso de esta bienal no puede ser menos pretencioso teóricamente hablando. Consciente del desfase entre los presupuestos teóricos y las resoluciones formales que la mayoría de estos eventos sufre (y la tercera edición de Manifesta en Ljubljana fue un buen ejemplo de ello), Bos ha optado por la claridad y la amplitud de miras a la hora de establecer unos pocos conceptos que, a modo de puntos de referencia, articulan los trabajos presentados a la vez que se convierten en el a-b-c que define el panorama artístico del momento.
Conectividad, compromiso y colaboración son las tres nociones clave que, según Bos, resumen las direcciones de la práctica artística contemporánea. No cabe duda que se trata de un amplio paraguas conceptual en el que posturas absolutamente opuestas quedan no tanto reconciliadas como justificadas. Así, los «objetos de deseo» de Swetlana Heger y Plamen Dejanov pueden compartir espacio con las pintura híbridas de Fred Tomaselli o las imágenes de vigilancia que nos acercan a múltiples historias de Ann-Sofi Sidén conviven con las operaciones de reciclaje y autoabastecimiento de Dan Peterman, por mencionar sólo un par de ejemplos.

No cabe duda que la actividad de Saskia Bos al frente de la Fundación de Appel en Amsterdam y, muy especialmente, del International Curatorial Training Programme, que dirige desde 1994, le ha brindado la oportunidad de seguir muy de cerca el rumbo de las prácticas artísticas contemporáneas, de la mano de artistas y comisarios de jóvenes generaciones. Precisamente, en esta edición de la bienal se reflejan las diferentes direcciones, tentativas, contradicciones y reafirmaciones que han definido la década de los 90: el retorno «a lo real», anunciado por Hal Foster, que ha ido derivando en un acercamiento a la realidad más diaria y cotidiana, las estéticas relacionales acuñadas por Nicolas Bourriaud, quien además firma uno de los textos del catálogo, la apropiación de códigos procedentes de otras esferas de la sociedad, la transformación del espacio expositivo en una plataforma de discusión, el compromiso con el contexto, la búsqueda de «utopías a pequeña escala» (en contraposición con los grandes ideales de los 60 y 70) o la exploración de los códigos narrativos tanto desde su vertiente documental como de ficción, entre otros.

Esta bienal se presenta, pues, como una propuesta de confirmación más que de riesgo. Lo cual no merece necesariamente una valoración negativa, sobretodo, si tenemos en cuenta que una de las principales funciones de este tipo de eventos es el convertirse en catalizador de encuentros («la exposición como excusa para estimular el encuentro entre artistas, críticos, comisarios, galeristas, etc.», como lo definía Christoph Tannert en alguna ocasión). Finalmente, el gran acierto de esta bienal se descubre a posteriori cuando pasada la intensidad del momento, la memoria aún retiene media docena de imágenes de trabajos excelentes: las imágenes congeladas de David Claerbout que, como un germen, suscitan el desarrollo subjetivo de narrativas; el vídeo Rosa de Christian Jankowski, cuyo interés radica tanto en la ficción que narra como en su estrategia como proyecto y unas implicaciones que van mucho más allá del ámbito artístico; la disolución de fronteras entre realidad y ficción, en la que la realidad que aparece es, finalmente, una construcción, en el caso de João Penalva; la adaptación de códigos documentales para ofrecer una verdadera experiencia artística por parte de Kutlug Ataman; la transformación del espacio de exposición en una plataforma de discussión y comunicación a través del Superchannel de Superflex y, finalmente, el espacio de negociación/encuentro propuesto por Liam Gillick.

Mirror’s edge. BildMuseet, Umeå, Sweden (21 de noviembre 1999 – 20 de febrero 2000); Vancouver Art Gallery ( 18 de marzo 2000 – 9 de julio 2000); Castello di Rivoli, Torino (5 de octubre 2000 – 14 de enero 2001); Tramway, Glasgow (2 de marzo 2001 – 15 de abril 2001).

El hecho de que Okwui Enwezor, comisario de Mirror’s edge, se encuentre en estos momentos en pleno proceso de definición de la próxima edición de Documenta, por un lado, unido al carácter globalizador de Mirror’s edge, por otro, hacen que la exposición difícilmente pueda desprenderse de una lectura que intenta encontrar indicios de su carácter de ensayo o borrador de lo que será Documenta XI.

Al margen de estas circunstancias, que conviene no olvidar, no cabe duda que el máximo interés de Mirror’s edge es el perfecto equilibrio que la exposición logra mantener entre la idea curatorial, esto es, el marco conceptual que define la articulación de los artistas y los proyectos artísticos seleccionados. En este sentido, Mirror’s edge, funciona como un modelo perfecto de compromiso entre arte y teoría, de manera que, según el propio Enwezor afirma, «la teoría acompaña al trabajo artístico, sin intentar domesticarlo o convertirlo en una excusa para la especulación teórica».
El punto de partida de Enwezor en este proyecto es tan amplio como sugerente. Tomando como punto de referencia el cuadro Las Meninas de Velázquez, Enwezor continúa la exploración iniciada por Michel Foucault para centrarse en una reflexión acerca de las condiciones y los modos de representación y subjetividad actuales. Este proceso le lleva, siempre desde una postura globalizadora, a la interrogación acerca de las condiciones de la imagen y del retorno de la mirada de los artistas al mundo, como material para crear nuevos espacios protoficcionales.

Los veintiséis artistas presentes en la exposición configuran una visión panorámica -y siempre global-, de las tendencias y planteamientos artísticos más significativos del momento. En este sentido, Mirror’s edge recoge la diversidad de posturas y contradicciones entre imagen y representación, real e imaginario, ficción y no ficción, lenguaje y discurso, visión, en un sentido físico, y visión, en un sentido metafórico o utópico, entre otras.
Sólo desde el contexto de este amplio marco es posible conciliar y encontrar puntos de conexión entre los análisis pictóricos de Thomas Struth, acerca la representación histórica y su representación institucional; las imágenes de cines y teatros vacíos, entendidos como no-espacios por Hiroshi Sugimoto, las (evidentes) construcciones fotográficas de Thomas Demand; las imposibles estructuras arquitectónicas de Bodys Isek Kingelez o los prototipos de N55 que evidencian su activismo social y político.
Llegados a este punto, es igualmente interesante descubrir tanto las diferencias como los puntos de encuentro entre los artistas de la exposición. Así, la ficción entendida como una potenciación de lo real podría ser el punto de contacto entre «el laboratorio artificial» creado por Thomas Hirschhorn; la recreación de una ciudad con objetos de cristal por parte de Carlos Garaicoa o el carácter multidisciplinar y efímero de los eventos organizados por Actual Alchemy.

La creación de condiciones o sistemas paralelos a los de la economía global del arte contemporáneo es evidente en las dislocaciones de Henrik HÂkansson, con la incorporación de la naturaleza (en este caso, unos grillos) al contexto del espacio expositivo. Desde un planteamiento distinto, este extrañamiento aparece también en el proyecto para el «Museum of Contemporary African Art» de Meschac Gaba, que interroga la naturaleza de las apropiaciones culturales y su legitimación institucional.

La aproximación al lenguaje cinematográfico está representado por dos posturas bien distintas, por un lado, la dislocación del tiempo y del espacio en el trabajo de Liisa Roberts, que mantiene una posición crítica en relación a la imagen cinemática y, por otro lado, la fidelidad de Steve McQueen a la historia del cine, mediante la apropiación de los clásicos cuyo realismo, sin embargo, subvierte mediante la repetición o la dilatación temporal.

La globalización de la cultura -un aspecto inevitable en un proyecto de las caracterísitcas de Mirror’s edge- está presente en el laberinto que incorpora fragmentos de realidad de Pascale Martine Tayou y su énfasis en la necesidad de revisitar las ciudades; en la confrontación entre la memoria individual y la identidad urbana, por parte de Peter Spaans o en los descubrimientos personales como medio para configurar una nueva identidad cultural, por parte de Francis Alÿs.

No cabe duda, pues, que Mirror’s edge es una exposición ambiciosa que, partiendo de una premisa tan amplia como sugerente -las condiciones de la imagen-, permite a su comisario, Okwui Enwezor, realizar, con una sensibilidad exquisita, un amplio y libre recorrido por los diferentes planteamientos artísticos y que, para el espectador, se convierte en una enriquecedora y excepcional experiencia

THE AWAKENING OF ATTENTION – PROJECTS IN THE PUBLIC SPHERE

Historically, the public space has been and still is a reflection —or a narration, as Walter Grasskamp (1) has called it—of political wills, social fabric, cultural dynamics and economic framework, as well as of the reorganization and expansion of our cities. In this shared communal space, market place, place of the affirmation of power, of political and social manifestations, of religious commemoration and festive celebration, different forms of use converge and overlap. To continue with Grasskamp’s description: «the schoolchildren’s short journeys with the long distances of the postmen, the meandering way of the pickpocket and the waggly path of the dog and its master. One can shop along the urban street, live on it, display goods in shop windows and
make music on its pavements, ride a bike or distribute flyers, sit in street cafés or on benches, erect billboards or put up artworks. The road outside town is just for traffic». (2)

The concept of the public sphere —a broader, more fluid notion than that of the public space— goes beyond the strictly physical distinction of the environments (public or private) in which the activities and experiences of human beings take place. According to the analysis of Oskar Negt
and Alexander Kluge, «the public sphere denotes specific institutions and practices (e.g., public authority, the press, public opinion, the public, publicity work, streets and public places); it is, however, also a general horizon of social experience, the summation of everything that is, in reality or allegedly, relevant for all members of society. In this sense, publicity is, on the one hand, a matter for a handful of professionals (e.g., politicians, editors, officials), on the other, something that concerns everyone and realizes itself only in people’s minds, a dimension of their consciousness. In its fusion with the constellation of material interests in our «postbourgeois» society, the
public sphere fluctuates between being a façade of legitimation capable of being deployed in diverse ways and being a mechanism for controlling the perception of what is relevant for society (…). So long as the contradiction between the growing socialization of human beings and the attenuated
forms of their private life persists, the public sphere is simultaneously a genuine articulation of a fundamental social need». (3)

So it is hardly surprising, then, that in the last few decades the public sphere has been the rostrum or frame from which artists have made public their observations in the form of specific interventions or projects. If one of the raisons d’être of art and the artist —supposing them to be in need of justification— is that of positing, with their discourses, questions that allow us to understand more fully both the world in which we live and ourselves, there can be no doubt that the sphere of the public provides material for research and reflection of the highest order, as well as a privileged platform of communication. In this sense, the re-encounter of art with life assumes its
maximum significance in this type of artistic project which accepts the risk of invisibility inherent in action outside of the protection of conventional artistic circuits, in order to set up a more open and fluid dialogue.

Since the end of the 80s, the public sphere has been one the main axes for the articulation of Andreas M. Kaufmann’s discourse, whether through the creation of projects in the public domain or through reflecting —and stimulating reflection— on the implications of that concept. Kaufmann
sets out from the premiss that the public space has ceased to be the mediating environment that binds together the collective identity to become instead the transmitter of an ideal imaginary which is utilized as a strategy for the mere publicizing of political and economic agendas. In this
context, the artist makes use of two recurring elements —the evocation of memory and disturbance—as a way of awakening the attention and the consciousness of city-dwellers long accustomed to experiencing the public space as a domain of consumption. Evocation of memory and disturbance are two of the elements which, with others, define this artist’s projects in the public sphere, whether these be ephemeral projections on the façades of
buildings or in natural settings; the use of images salvaged from the realm of the collective —and hence of the public— memory; his recently initiated series of Public Monuments , or the (as yet unrealized) proposals which exist on a theoretic plane that borders on the utopian —that is, the
«no place»— and which, in their immateriality, ask to be understood as platforms for debate.

Ephemeral projections in the public space

The analysis of the way in which perception is organized, its dependence not only on natural but also on historical conditioning factors and, above all, the awareness of the malleability of perception are some of the premisses that marked Kaufmann’s first steps in the field of ephemeral projections
in the public space. Perfect Form (1984), his first experiment in this direction, consisted in projecting a circle onto a number of trees in a park. As a result of optical effects, the figure of the circle could only be perceived in an (almost but never entirely) perfect form from a point close to
the lens of the projector. As soon as the viewer moved away from that point, the image of the circle was altered, giving way to an imprecise and distorted form. In this way, the perfection of the geometry of the circle was called into question by a simple effect of position and movement. From this moment on, experimentation with the conditions of perception on the basis of variables such as movement, fragmentation, repetition, distortion, superimposition and anamorphosis become constants in Kaufmann’s works.

The evocation of memory by means of the projection of images which allude to a place’s past and which, in their confrontation with the architecture, appear as ideals of reality, is the point of departure for other projects, such as the one realized on the Kunsthalle in Kiel (1991). Onto the façade
of this building, reconstructed after the end of the Second World War, the artist projected the elevation of the original Kunsthalle as it had been designed by the architect Georg Lohr in 1910. The past, as an ideal image, thus appeared in direct confrontation with the reality of the building constructed in the nineteen-fifties. At the same time, the splendour of the Jugendstil was contrasted with the pessimism and sobriety of the post-War period. In response to this confrontation between reality and ideal, present and past, Manfred Schneckenburger has emphasized the subversive
potential of the projection, which «überdeckt die Realität und deckt die Wahrheit auf. Sie rekonstruiert einen Zustand und entlarvt den Zustand der Rekonstruktionen. Das zielt keineswegs auf simple Korrekturen oder gar Restauration, sondern illuminiert Kaufmanns Grundfrage nach dem Verhältnis von Ideal und Wirklichkeit. Die Projektionen schlagen vor, dass beide weniger Kontraste als fliessende Übergange sind. Hier visualisiert Kaufmann seine ästhetische Theorie». (4)

The memory of the place in conjunction with the technical transformations experienced in the world of work as determinants of the restructuring of the collective identity provide the articulating axis of Ortlos (1996). This project was carried out at the Gasometer in Oberhausen, a construction emblematic of the past of this industrial city, a city which has since been converted into a cultural centre. Onto this architecture, so characteristic of the Ruhr region (the Ruhrgebiet), Kaufmann projected a series of drawings relating to mechanisms of industrial construction; these drawings, borrowed from the archives of local institutions and companies, caused the memory of
the place to blossom forth in a quite unexpected manner and confronted this with its present-day transformation. The ephemeral and immaterial nature of these light projections, which in their movement appeared on the architecture of the gasometer and on the surrounding spaces, served
to evidence the (almost) forgotten industrial character of the region, whose crisis and transformation were determining factors in its search for a new cultural identity.

Another of Kaufmann’s ways of engaging with the collective memory, as a variant of the public sphere, is through the images which go to make up the communal imaginary, which he has explored in a number of projects both in and outside the public space. Here the history of art as not only an archive of memory and human knowledge, but also a realm of recognition and personal
memory is present in the numerous projections carried out during the first half of the 90s. This is the case with Die Trennung von Licht und Finsternis (1991), which projected the celebrated figure painted by Michelangelo in the Sistine Chapel on the exterior and interior walls of the Bochum Museum. Projected over 24 hours, the play of natural light contributed to the dramatic effect of the disappearance/appearance of the figure, which was not only transformed into a literal commentary on the scene painted by Michelangelo but confronted the spectators with the recognition of their own personal memory. In the case of other projects carried out in Japan, the fragmented
and anamorphic projections of the silhouettes of Michelangelo’s painted figures in the context of Japanese architecture (as in Creation of the world [1993] in the temple of Gyokozouin or In the light of the floating world [1994] in Amagasaki) emphasized the contacts and discontinuities between
the cultural heritage of East and West.

The encyclopaedia, as a mechanism and warehouse of human knowledge and as a transmitter of individual and collective identity, is the starting point for Machina Encyclopaedica (1995), an installation in the Wewerka Pavilion in Munster using 20 slide projectors. From this glass-walled construction, Kaufmann projected a battery of images taken from the Encyclopaedia Brockhaus so that these could be seen from outside the building. The cumulative character of the images, combined with the superimposition, distortion and movement of the projections, revealed the coincidence
and/or divergence of our individual and social precepts, as well as the distinction between the recognition of the images and the personal memory with which they are associated.

Private realm / public sphere

The projecting of images from the inside of the transparent architecture to be viewed from the outside evidence, in Machina Encyclopaedica, an interior/exterior, private/public dichotomy (5); this dichotomy is perceived as conflictive in Nein! (1996), a video-installation project carried out in
the context of Art Special Hansa (6); here a video projection showed the faces of adolescents of different races (the students at the school) shouting «no!». The video was projected onto a sheet of water in a container which had loudspeakers installed underneath it, so that the vibrations produced
by the acoustic impulses created ripples on the surface of the water and, as a result, distorted the image. The physical alteration of every negative response, together with the implications of negation as such —an issue which the artist had previously discussed with the students— constitute the principal aspects of this poetic and fatalistic vision of the individual’s
chances of rebelling against the codes of society, with a special emphasis on adolescence —as an age of transition and of the search for and definition of individual identity— and its presentation in the social domain.

The same conflict, approached from a less fatalistic, more easy-going perspective, appears in My favourite things (1998), a video installation for the Kölner Ausstellungs-Projekt Brückengang, which consisted of a construction-site container placed in the street. Looking in through the windows of the container, the passers-by are surprised to see the image of a man who apparently lives in the container, acting in a completely private manner and ignoring the fact that he is exposed to the gaze of the public: playing the piano (not exactly a virtuoso), reading a magazine or eating canned food. It is not so much the lack of enthusiasm with which he carries out these more or less anodyne activities, but rather the displacement into the public sphere of behaviour belonging to the private realm that causes surprise and irritation in the passers-by, who find themselves turned into “accidental” spectators of the subject’s privacy.

In this sense, both Nein! and My favourite things equally demonstrate —albeit with different nuances and implications— the different codes that order behaviour and experiences in the realm of the social and the private, as well as the conflict (or estrangement) that is generated by the shifting
and swapping of these codes. While in My favourite things we were witnesses to a fairly personal definition of the public space on the basis of a fictitious character, in the recently initiated series Public Monuments Andreas M.
Kaufmann films real people in the act of carrying out an autonomous and authentic formulation of their existence in public. Carlos (1998-89), the first of the Public Monuments series, is a video shot on a busy shopping street in Cologne in which we see a handicapped person balancing a ball in the air using his crutches and his head. As the artist himself explains, «Carlos, the real main character of this video, integrates himself in the public space. He does it by making an intelligent use of his natural limits and the possibilities provided by the site. One never has the impression that Carlos is begging. On the contrary, he seems totally identical with himself and what he does. One witnesses a unique mode of personal definition in the public space. With his appropriation and and redefinition of a part of the public space, Carlos becomes an authentic public monument that confronts the spectator with the use and perception of the collective space». (7)

In this sense, Carlos exemplifies the redefining of the concept of the monument in the wake of the increasing inability of the political and religious powers to define the notion of the «public» by means of monuments regarded as symbols of memory and the glorification of the heroes who defined
our collective identity. It comes as no surprise, then, that in this age of the end of idealisms and of the predominance of the concrete efficacy of dystopias —or small-scale utopias— the new public monuments should seek to identify themselves with the individual of a space in the public sphere appropriation (often linked to commercial ends). In this context, Carlos defines his own space in an intelligent and unusual way, not only in a metaphorical sense, but also in terms of an aesthetic formulation, by means of the describing of an immaterial space drawn by the movement
of his crutches.

From the public space to the public image of the media

«We have gone from the public space to the public image (…). The primary city is a city in which what predominates is the public space, it is topical, whereas in the 20th century it is no longer so bound up with this. We go from the theatre-city to the cinema-city and then to the tele-city. From a
topical space to a teletopical space in which the real time of the broadcasting of an event is imposed on the real space of the event itself. Tiananmen Square in 1989 was an extraordinary revelation. Here we had a teletopical event of the mass-communications media as important as the landing on the moon twenty years before, in 1969.» (8)

With this declaration, Paul Virilio sketches a perfect portrait of what we might define today as the global public sphere, determined by the leading role of the electronic technologies of communication and information, which re-draw the system of relations that connect the history of private life to a system of global information and which reduce aspects such as location to secondary status. Similarly, chronological time —by nature extensive— is transformed into an intensive time of instantaneous novelty in which the individual, momentary gaze is more important than memory.

The global public sphere and the role played by the media in the (re)creation and definition of reality (9) is another of the themes explored by Andreas M. Kaufmann. The central role assumed by the media in the Clinton-Lewinsky scandal and, more specifically, the way in which intimate personal information was presented —down to the most minute details— to the public (the statements made before the Grand Jury were broadcast in their entirety on the Internet) provided the catalyst for a project still in progress, Oval Room, that explores the situation created by a media that is always on the look-out for new occurrences. The political, social and psychological dimensions of the full public knowledge of all the details of the Clinton-Lewinsky affair are explored by Kaufmann by means of the reproduction of the Starr Report by actors using deaf and dumb sign language. The lack of privacy of a language that iseminently visual, and whose users are therefore obliged in public situations to invent their own codes of discretion, evidences the vulnerability of privacy in the face of the all-consuming appetite of the media. At the same time the formal resolution of this work is of key significance, set up as it is like a mobile with a number of monitors which show the actors in the roles of the different characters. The situation of unstable equilibrium, continually varying, serves in the context of the
Clinton-Lewinsky case to evidence the shifting solidity of their positions with regard to public opinion and, in a more abstract sense, the fragility of the individual and his or her privacy before the implacable and merciless verdict of the media mechanisms that declare themselves to be the spokespersons of the community. The structure of counterbalanced weights clearly manifests the situation of the different agents (public figures, the press and the audience) whose future is irremediably interdependent. There can be no doubt that this unhealthy dependence reflects the imperious need of today’s society to get closer to reality by way of its most morbid aspects. A good indicator of this phenomenon is the success of television shows such as Big Brother broadcast on Dutch television, of Web cameras that show people’s daily lives in the most literal detail, or of the numerous reality shows that offer their participants those Warholian 15 minutes of fame in exchange for publicly confessing their most secret desires, which are compulsively consumed by an audience eager for hard-hitting experiences.

(Virtual) zones of reflection

In …Und hin und wieder… (1998-99), an unrealized project in collaboration with Thorsten Goldberg, sign language was used once again to awaken our awareness in relation to the codes of communication deployed in the public space; in this case, in the Berlin metro. In Alexanderplatz Station on line 2 of the Berlin metro, Kaufmann and Goldberg planned in the first instance to cancel out —by painting them grey— the spaces normally reserved for visual
communication, overwhelmingly advertisements, and then to project onto each of the columns in the station slides showing the different positions corresponding to the deaf-and-dumb alphabet. The sequence of slides was to correspond to a series of phrases which related in detail scenes or thoughts associated with Alexander Platz. The translation of the meanings of these alphabetical symbols, not accessible to most of the public, would be set out on pages displayed in a small box. Surprise, unease, disorientation and irritation in the face of an unexpected or unknown situation or at the shifting of established codes is once again the mechanism utilized by Andreas M. Kaufmann in this and other projects to arouse interest and awaken consciousness. Nevertheless, some of the artist’s most recent projects in the public sphere are situated on the utopian plane, understood as a «no place». At this point, Kaufmann considers both the reflection on the notion of what is «public» and the material realization of these works in the public space to be equally relevant. Thus, his projects are designed to be presented in the form of an exhibition within the museum, as documentation, as computer simulation, as publication or as debate on the Internet.

With these proposals, the artist sets out to articulate various (virtual) zones of reflection and stimulus for debate and discussion. One of these projects is the proposal presented in the context of the exhibition Denkpause (10).
In the proposal for his intervention, Kaufmann utilizes simulated images to put forward his vision of the city, in which the signs which organize traffic flow are transformed into sculptural forms, whose volumes not only negate their original ordering functions but turn them into their opposites; in other words, into genuine obstacles to the smooth flow of traffic. By way of this observation, not devoid of irony, the artist alludes to the not-always logical organization of the public space while at the same time recalling the not-always correct use of the presence of art in our communal environment.
In another conceptually related project the artist analyses the eminently commercial nature of the present-day public space, the loss of its role in the definition of identity and its consequently increasing uniformity in Western societies, and more and more in the former Eastern bloc as well. On the basis of these premisses, his proposal is as radical as it is practically unrealizable (from a purely logistical point of view). Under the title Bilderpause, the artist proposes to make all the billboards, signs, images and texts (including the product price tags displayed in shop windows) disappear
from a stretch of the Schildergasse, a street in Cologne’s main shopping area. The disorientation that this unexpected situation would create in the passers-by might then be the catalyst for that moment of reflection which the artist seeks to provoke, and for the possibility of a redefinition of the public space. In this process, the defining factors would be not only the commercial interests, but the real users and benefactors of these, the individuals who make use of the public space; with the manifestation of their claims they would cease to assume their passive role as potential consumers and become true protagonists, free to make their capacity for expression felt in the communal space. The forthcoming presentation of this project on the Internet, with the opening of a forum for discussion and the exchange of ideas, will no doubt contribute to stimulating this space of reflection and action that the artist is seeking to create.

Having reached this point, it is revealing to note the development of the formulations of Kaufmann’s discourse in his engagement with the public sphere. Both the ephemeral projections on the façades of public buildings and the utilization of images belonging to the collective memory serve not only to emphasize the spatial qualities, but are articulated with one another by means of the effect created in the spectator (the mechanisms of projection understood as appearance/ revelation) through the disturbance of his or her experience in the public space.

The approach to this problematic is oriented in Kaufmann’s most recent works towards the notion of the global public sphere; in other words, a domain that is more voluble and less demarcated, one that has clearly ceased to be an element of definition of the collective identity to become a
showcase for commercial interests and the absolute supremacy of the mass-media. The surprise and unease that Kaufmann sets out to create with his projects have no other function than that of producing an estrangement which inevitably awakens awareness —anaesthetized by the accumulation of information— and stimulates reflection, as a necessary first step prior to action.

Kaufmann’s projects thus function as catalysts for initiating a change of values, of attitudes and of points of view in relation to the public sphere. Rather than pursuing unrealistic utopias, his aims are based on a faith in the power of the sum of individual experiences and initiatives to bring about change.

Translated from Spanish by Graham Thomson

NOTES

(1) GRASSKAMP, Walter. «Art and the City», in Sculpture. Projects in Münster 1997 (catalogue). Verlag Gerd Hatje, Münster 1997 (p. 7).

(2) Ibid. (p. 11).

(3) NEGT, Oskar; KLUGE, Alexander. «The Public Sphere and Experience», in October # 46, MIT, Massachusetts, fall 1998. (p. 66).

(4) SCHNECKENBURGER, Manfred. «Die zerbrechliche Schönheit der Licht – Bilder», in Auftritt der verwunderten Schönheit (catalogue). Städtische Ausstellungshalle am Hawerkamp, Münster. (Pg. 10).

(5) Kaufmann had already addressed this problematic in an early incursion into the realms of cinema with the film Paris ‘57 (1984), in which there emerge elements of the visual grammar that the artist went on to develop in his work. In this film, Kaufmann specifically confronts and superimposes
images taken from his own family background with filmed sequences of places in the city of Paris that had some significance for himself and his family.

(6) Art Special Hansa was a project conceived and directed by Uta M. Reindl with the support of UNESCO in which artists were invited to develop a work in the context of the Hansa-Gymnasium in Cologne which would incorporate the involvement of the school’s students.

(7) KAUFMANN, Andreas M. «Public Monument: Carlos» (1998-99) in Dokumentationen, Cologne, 1999.

(8) VIRILIO, Paul. «Dromología: la lógica de la carrera. Una conversación con Giacio Daghini» in Media Culture. Claudia Giannetti (ed.). L’Angelot, Barcelona, 1995 (p. 78).

(9) This problematic had been addressed by Kaufmann in an early performance and also, in more explicit fashion, in the installation Zwang und Wiederholung (1994).

(10) Denkpause is an exhibition produced by Petra Stilper which consisted in a number of different people (artists, intellectuals, politicians…) connected with Cologne to talk about their vision of the city.

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Published in: Andreas M. Kaufmann: here you are. Mit Textbeiträgen von Siegfried Zielinski, Montse Badia, Jan Winkelmann und Uta M. Reindl. Hrsg. v. der Städtischen Galerie Wolfsburg. Köln (Salon Verlag) 2000

En 1970 el escritor austríaco Peter Handke publicaba el libro El miedo del portero al penalty. Explícitamente en el título y en la trama de la novela, Handke utiliza una situación y una imagen omnipresente en la cultura de masas. El autor utiliza el momento concreto en un partido de fútbol como metáfora de la angustia vital que suponen aquellos momentos cruciales en la vida en los que se deben tomar decisiones, del remordimiento de no haber sido capaces de reaccionar a tiempo ante una determinada situación o del lamento de haber dejado pasar una oportunidad. Martí Anson se inspira directa y explícitamente en este libro de Handke para presentar en forma de gran proyección una imagen en bucle que corresponde, precisamente, a ese momento en el que en un partido de fútbol, un jugador se dispone a chutar un penalti. En lugar de congelar o ralentizar la imagen para intensificar la tensión dramática, Anson opta por dilatar ese momento eternamente, de manera que una y otra vez se repite la breve acción del jugador a punto de golpear la pelota, mientras el portero realiza las tentativas de movimientos que le permitirán reaccionar a tiempo para detener el balón, una vez éste inicia la trayectoria hacia la portería.

Esta dilatación temporal del momento de máxima tensión, cuya duración real es de unos pocos segundos, pero que en la proyección de Anson se convierte en eternos, nos acerca a una forma de temporalidad particular que podría relacionarse con la dureé de Herni Bergson, por otra parte también perfectamente aplicable a Peter Handke. La concentración en el momento inmediatamente anterior al acontecer de la acción crea en el espectador una serie de expectativas que, irremediablemente, se ven frustradas, puesto que al negar la progresión y el desenlace de la acción, subvierte los códigos de narratividad de la cultura occidental a los que estamos acostumbrados. Asimismo, el artista utiliza otros referentes que nos resultan bien familiares, como son los movimientos corporales de los jugadores, extraídos directamente de las escenas de lanzamiento de penaltys de la play-station. esta alusión se convierte aquí en una forma de subversión de las convenciones asumidas sobre un mundo dominado por el espectáculo de los media y otras formas populares de entretenimiento.

Al convertir a los jugadores no en protagonistas de una acción y, por tanto, dotarlos de un cierto comportamiento autónomo, sino transformarlos en simples jugadores de una play-station, la previsibilidad se hace todavía mayor, de manera que las expectativas del espectador se ven todavía más determinadas y, en consecuencia, frustradas. Es precisamente, al asumir al espectador en esa negación, cuando las convenciones y los sobreentendidos se desvelan y cuando, finalmente, aparece la perplejidad y surgen los interrogantes. El cuestionamiento nos conduce al autoexamen y a la confrontación con nuestros propios medios, dudas y remordimientos. La sonrisa relajada con la que nos acercábamos a la observación de una escena tantas veces vista, se congela cuando nos damos cuenta de que, sin saberlo, hemos sido llevados al peligroso terreno de la autointerrogación sin coartadas.